
Nadia Calviño se había convertido en la funcionaria española de mayor rango en Europa al ser nombrada, en el año 2014, en directora general de Presupuestos de la Comisión Europea. Vuelve a España al Gobierno de Pedro Sánchez justo después de que su equipo, encabezado por el polémico comisario de Günther Oettinger, haya hecho pública su propuesta presupuestaria para el periodo post Brexit de la UE, una suerte de rompecabezas en la que había que lidiar con la pérdida de fondos que provoca la salida del Reino Unido; con la necesidad de dotar de más fondos áreas como las de inmigración y seguridad; y con la férrea oposición de una decena de países a contribuir más al presupuesto.
Esa compleja tarea, rubricada en un documento que apuesta porque cada Estado miembro dedique a las Cuentas comunitarias el 1,11% de su PIB, ha levantado críticas incluso en filas socialistas, pero demuestra las dotes de malabar que políticos como Calviño deben desarrollar para llevar a buen puerto su cometido. Unas dotes que le serán necesarias para poner rostro al Ejecutivo de Sánchez en el Eurogrupo y el Ecofin en un momento en el que la UE se debate entre reforzar su unión fiscal y bancaria; o por el contrario se queda, como viene siendo tónica habitual, a medio gas.
En tiempos de currículos hinchados o trayectorias maquilladas, el expediente de Calviño refleja la carrera de una mujer que, sin aspavientos ni favores, ha conseguido llegar hasta lo más alto en Madrid y en Bruselas. Licenciada en Economía por la Complutense y en Derecho por la UNED, esta técnico comercial del Estado fue subiendo en la Administración hasta hacerse con la dirección general de Competencia en los años de Zapatero. En 2006 hizo las maletas para aterrizar en la Comisión, donde se granjeó desde el principio el respeto de sus colegas y consolidó su inglés y francés.
Calviño, que también pasó por el sector privado y por las aulas como profesora de la Complutense, está casada y tiene cuatro hijos. En sus últimas palabras en público este martes, antes de conocerse la noticia de que iba a ser nombrada ministra de Economía, fueron para afear a Mariano Rajoy su respuesta a la demanda de las mujeres por la igualdad salarial, cuando despachó su protesta con un "no nos metamos en eso".