
La presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, y el resto de altos funcionarios que componen el Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC, por sus siglas en inglés) están a punto de enfrentar una de las hazañas más delicadas. Mientras el banco central estadounidense sigue poniendo rumbo hacia la normalización monetaria desde diciembre de 2015, sus funcionarios se disponen oficialmente a poner su balance a dieta. Una tarea complicada si tenemos en cuenta que su tamaño ha pasado de tener activos por valor de 870.000 millones de dólares en 2007 hasta alcanzar los 4,46 billones de dólares hoy.
Con un peso mórbido de bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas, el proceso de adelgazamiento del balance de la Fed no cuenta con precedentes históricos de este calibre, aunque es cierto que el banco central estadounidense ya redujo el número de activos en cartera en un total de seis ocasiones entre 1921 y el 2000. Un proceso que, según señala Michael Darda, economista jefe de MKM Partners, culminó con una recesión económica en cinco ocasiones. "Más aún, dejando de lado la década de los 20 y los 30, no existe precedente alguno para unas reducciones de doble dígito en el balance como las que se esperan a partir de finales del próximo año", afirma. El banco central rebajó sus activos entre 1921-1922, 1928-1930, 1937, 1941, 1948-1950 y en el año 2000.
Según sus expectativas, poner a dieta el balance de la Fed suele tener el mismo efecto que una subida de tipos sostenida y prolongada en el tiempo sobre el ciclo económico. En este sentido, diez de los últimos trece procesos de endurecimiento monetario han acabado por contraer la actividad económica en EEUU. "Los ciclos de negocio no terminan de forma accidental", aclara Darda, quien señala con el dedo a la Reserva Federal. "Si la Fed endurece lo suficientemente como para provocar una recesión, ese es el fin del ciclo de negocio".
Con una expansión que ya encadena más de 95 meses, postulándose como la tercera más larga de la historia del país, la política de la Reserva Federal debe ser extremadamente cuidadosa dado que, aunque el mercado laboral alcance ya el pleno empleo y el PIB se expandiera un 2% en la primera mitad del año, la inflación sigue sin repuntar. "Los aumentos de tipos de la Fed han estado motivados por el acercamiento al pleno empleo y evitar una aceleración de la inflación, sin embargo, no hemos visto ninguna aceleración de los precios", incide Torsten Slok, economista jefe de Deutsche Bank. Sus clientes, asegura, dicen estar viendo presiones inflacionarias, pero no en bienes y servicios sino en los precios de las acciones y en la vivienda.
Aún así, no hay mal que por bien no venga ya que, a ojos de Slok, comenzar con la reducción del balance en un momento en que los precios siguen siendo relativamente bajos "tiene sentido". Su lógica es sencilla. Si el banco central esperase a emprender sus recortes en el balance hasta que la inflación subyacente superase el 2%, aumentaría el riesgo de un repunte en los tipos a largo plazo. Desde su punto de vista, una vez que la Fed comience con su dieta, "debería ser menos agresiva con la trayectoria de próximas subidas de tipos".
Independientemente de lo que ocurra con el futuro de Yellen, Jan Hatzius, economista de Goldman Sachs, se muestra tranquilo dado que el plan de reducción del balance ya está atado, con un recorte pasivo que empezara con 10.000 millones de dólares mensuales, con incrementos trimestrales hasta los 50.000 millones de dólares a finales del próximo año.