Economía

El crash financiero de 2008 escondió una crisis brutal de la industria en EEUU y ahora hay un dato que anticipa que los aranceles van a liarla otra vez

Una tienda de electrodomésticos en EEUU. Foto: Bloomberg

Uno de los grandes objetivos de Donald Trump con sus aranceles era disparar las inversiones extranjeras en EEUU, para reconstruir la industria manufacturera y convertirse en la nueva 'fábrica del mundo', en lugar de China. Sin embargo, los aranceles parecen estar consiguiendo exactamente lo contrario. Según los datos de las encuestas de la Fed, las tasas a las importaciones están hundiendo las inversiones de capital y disparando los costes de las compañías, una situación que no se veía desde la gran crisis financiera de 2008.

Según el análisis del economista Matthew Klein, ex de Bridgewater, la relación entre los costes y las inversiones de capital que acometen las empresas suele ser directa: cuanto más cuestan los productos de un sector, más invierten las firmas en producir más de esos bienes. Así es como funcionan la oferta y la demanda: cuanto más demanda hay, más suben los precios. Y si suben los precios, más subirá la oferta, porque a los productores les resulta muy interesante producir una mayor cantidad de esos bienes caros para ganar más dinero.

Sin embargo, el miedo de todo economista es que ocurra lo contrario: una subida de precios mientras la demanda se estanca o cae. Es el peor de los dos mundos: la gente no está comprando y las empresas no ven motivos para producir más, pero los precios no dejan de subir. Esa es una señal de una fuerte recesión o un 'shock estanflacionario'. Y el dinero es muy huidizo, y ante una expectativa de crisis, las empresas recortan los gastos de capital lo primero para tener un 'colchón' con el que reaccionar. Aquello ocurrió durante la crisis de 2008, y, según los datos de la Fed, ha vuelto a ocurrir ahora por primera vez desde entonces: las dos líneas se mueven en direcciones opuestas.

La explicación a esta crisis es muy simple: los aranceles están produciendo una subida de los costes de las importaciones que ya ha golpeado de lleno las cuentas de las empresas y que está empezando a trasladarse a la economía. Pero esa subida de costes no se debe a que haya más demanda, porque la economía de EEUU está enfriándose y los hogares están reduciendo sus compras, sino que se debe a algo distinto: una subida de impuestos dirigida a las empresas, que las está afectando directamente a ellas.

Ese dato, sumado a la incertidumbre que producen los constantes giros de la política arancelaria de Trump, que prácticamente cada semana crea uno nuevo o modifica alguno existente, hacen a las empresas echarse hacia atrás a la hora de firmar grandes inversiones. Es difícil comprometerse a largo plazo si los cálculos sobre sus costes y sus beneficios a largo plazo no dejan de cambiar según cómo se despierte el presidente ese día.

La consecuencia es que el sector de la manufactura, que Trump quería rescatar y convertir en el icono de la 'resurrección de EEUU', está yendo en sentido contrario: desde su toma de posesión, el sector ha perdido casi 40.000 empleos, y acumula un retroceso de más de 100.000 trabajadores en el último año, según los datos de la Fed. Y nada indica que las políticas de Trump vayan a mejorar la situación en el corto plazo.

Lo más preocupante es que este dato se suma a una serie de cifras de las últimas semanas que apuntan a que los aranceles están provocando el regreso de la inflación alta y un congelamiento del mercado laboral. Una pesadilla para la Reserva Federal, que tiene que ver cómo arreglar la peor situación económica que existe sin desatar una recesión o deshacer todo el éxito en la batalla contra la inflación de los últimos años.

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