
El mayor éxito económico de los Gobiernos de Pedro Sánchez fue, sin duda, la reforma laboral de 2021. Una norma que ha conseguido reducir del 32% al 13,6% la tasa de temporalidad de los asalariados y disparar un 36,6% el número de trabajadores con un contrato indefinido. Los datos parecen contundentes, pero no evitan una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto ha mejorado la estabilidad real de los empleos? En otras palabras, ¿han heredado estos nuevos indefinidos la precariedad de los eventuales que han sustituido? Un análisis de la Seguridad Social permite encontrar una respuesta: entre 2019 y 2024, la duración media de un empleo ha pasado de 189 a 240 días. Una diferencia de 51 días, menos de dos meses.
Esta estadística, incluida en el Anuario de Estadísticas Laborales que publican el Ministerio de Trabajo y Economía Social, recoge el número de bajas laborales del Régimen General (donde cotiza la mayoría de los asalariados) según la duración del último período en alta. No distingue el motivo de dicha baja, si bien —como hemos contado en elEconomista.es— la mayoría se concentra en cuatro supuestos: la caducidad de un contrato temporal, el pase a la inactividad de un fijo discontinuo, los despidos y la no superación del periodo de prueba. La evolución de todos ellos se ha visto afectada por el cambio legal.
En cualquier caso, permite un análisis más completo que los datos de duración de los contratos que publica el SEPE. Este registro solo se refiere a los contratos temporales, que en su mayoría se firman con una duración determinada, lo cual deja fuera a los indefinidos. Además, ni siquiera refleja cuánto duran realmente estos empleos.
Respecto al pasado año, la duración de los periodos en alta solo se ha incrementado en tres días. Pero, en ese mismo periodo, el volumen de bajas ha subido de 22,1 a 22,9 millones. Aunque siguen por debajo de los 26,4 millones de 2019, esto rompe con el principio de que todo descenso de la volatilidad debe venir acompañado de un incremento en los periodos en alta de afiliación, y a la inversa.
Esto es lo que ocurrió en la pandemia: el mercado laboral se paralizó por completo, las bajas se desplomaron a 17,4 millones y los días se dispararon a 259, 60 más que un año antes. En 2021, año previo a la entrada en vigor de la reforma, aún sumaban 20,6 millones, con 247 días.
Puede pensarse que en esta contención de la volatilidad y las bajas influyeron, evidentemente, medidas como los ERTE, cuya flexibilidad extraordinaria facilitó que muchas empresas que no habían recuperado la normalidad 'hibernaran' a sus empleados en lugar de extinguir sus contratos. Pero no es así como funciona el mercado laboral español.
El logro de la reforma laboral
Hay que tener en cuenta que el volumen de bajas de afiliación es el reverso de las altas. El empleo español está muy marcado por la volatilidad, en la que los incrementos no se deben a la consolidación de puestos de trabajo más estables, sino a que el saldo de la rotación entre entradas y salidas del empleo es positivo. Esto hace que, en una crisis, sea más fácil destruir empleos, empezando por los temporales. Estos no se extinguen por un despido, simplemente se dejan caducar y no se renuevan.
Por lo tanto, en un contexto como el de la pandemia, el aumento de la duración del empleo no fue algo positivo, sino consecuencia de una debacle en el mercado laboral, a pesar del colchón de las regulaciones de empleo. Lo mismo ocurrió en la Gran Recesión entre 2008 y 2009, aunque la serie de Seguridad Social no llega hasta ese año.
En 2022, con una normalización del mercado laboral, las bajas de afiliación subieron a 21,9 millones y la duración a 233 días, algo que parecía cumplir el modelo. Pero en el siguiente ejercicio, con un leve incremento a 22,01 millones, las bajas volvieron a repuntar a 237 días. Y en 2024 han vuelto a subir. Pero la duración media también sigue aumentando.
Aunque el repunte en tres años parezca modesto, si nos remontamos a la situación previa a la pandemia, se aprecia que el cambio es relevante. La clave está en el mayor peso de los contratos indefinidos en la creación de empleo, que han permitido cuadrar el círculo: lograr que, pese a que el mercado sea más activo, la duración de los empleos generados.
La mayoría de las bajas son de indefinidos
Sin embargo, esto tiene un coste. Y es que, en un mercado volátil como el español, a mayor número de altas de empleos indefinidos, le acompaña un creciente número de bajas. Como decíamos, los datos del Anuario no detallan el tipo de contrato de los asalariados que dejan de trabajar, pero sí lo hacen otros registros, como los mensuales de afiliación.
Ahí se aprecia que las bajas de indefinidos han pasado del 13,5% en 2019 al 44,5% en la primera mitad de 2025. Este porcentaje fue algo superior en 2020 y 2021 por el efecto de parálisis del mercado laboral comentado, pero no llegó a rebasar el peso de los temporales. Ahora sí.
Ahora bien: no podemos ignorar el inesperado incremento de las bajas en la categoría de "otros". Unos trabajadores 'sin contrato' que, en su mayoría, son funcionarios interinos u otro tipo de trabajadores públicos. La primera causa de baja en su caso es el fin de un contrato temporal, que alcanza a un tercio de los afectados, lo que apunta a los interinos.
Tampoco podemos obviar que la mayoría de bajas de los indefinidos corresponde a trabajadores fijos discontinuos que pasan a la inactividad. Son trabajos estacionales que se interrumpen hasta que la empresa tiene a bien llamarles de nuevo, y explican el 56% de las bajas de los contratos, supuestamente, estables.
Todo ello supone, en pocas palabras, que la temporalidad sigue siendo el motor de la volatilidad del mercado laboral, disimulada, eso sí, bajo otras categorías.
Volviendo a las cifras del Anuario, las estadísticas confirman esta hipótesis con otra variable relevante: el desproporcionado peso de los empleos que se interrumpen antes de llegar al mes. Suponen 12,8 millones, el 56% del total, solo cuatro puntos menos que en 2019 y uno más que hace un año.
Pero recordemos que este porcentaje se alcanza en un escenario en el que el 45% de las bajas corresponde a trabajadores con contrato indefinido. Esto supondría un indicio claro del trasvase de la precariedad de los empleos temporales a los fijos, en el marco de un modelo productivo pensado para la estacionalidad. Algo que ninguna reforma laboral, por muy bien diseñada que esté, puede cambiar por sí sola.