Empleo

Solo un 4,6% de los contratos temporales se acaba convirtiendo en indefinido

En los primeros seis meses del año se firmaron 4,3 millones de contratos temporales, un 2,4% más que hace un año. De ellos, un 4,6%, 197.193 fueron convertidos en fijos, cifra que cae un 8% respecto a 2023. Pero las prórrogas ascendieron a 532.496 prórrogas, un 2,4% más que hace un año y un 12,4% del total. Esto supone que un trabajador con contrato eventual tiene casi tres veces más posibilidades de ver su contrato ampliado que transformado en indefinido. Aunque el 83% verá que su contrato se extingue directamente al cumplirse la duración determinada.

El total de contratos acumulados llegó a 7,4 millones hasta junio, un 0,15% más que hace un año. Este ínfimo crecimiento nos sitúa ante una disyuntiva: ¿Hablamos de estancamiento o de estabilización del mercado de trabajo tras la reforma laboral? El hecho es que los indefinidos se reducen un 2,8%, hasta los 3,15 millones, mientras los temporales crecen un 2,4%, hasta situarse en los mencionados 4,3 millones. Ambas cifras son la más baja y la más alta, respectivamente, de los últimos dos años.

Esta evolución no solo se debe a empleos nuevos: las conversiones solo aportan un 6,3% de la contratación estable, casi seis veces menos que antes del cambio legal y la mitad que el primer año con la reforma en vigor. Esto tiene una lectura clara: si para los temporales las opciones preferentes de las empresas siguen siendo dejar que caduquen o prorrogarlos, para los indefinidos se prefiere contratarlos de nuevas.

Pero para entender los datos hay que tener claro de dónde venimos, si comparamos el número de contratos en el primer semestre con los del mismo periodo de 2019 (ya que los datos de 2020 y 2021 vienen distorsionados por la pandemia), se aprecia un desplome del 56% de los temporales, de 9,9 a 4,3 millones y un incremento del 196% de los fijos, que pasan de 1,1 a los mencionados 3,15 millones, si bien esta cifra es la más baja desde la entrada en vigor de la reforma. Así el total de los contratos ha pasado de 10,9 millones en el primer semestre de 2019 a 7,4 en lo que va año, un 32% menos.

Sin embargo, en 2025 los eventuales sí vuelven a aumentar, rompiendo la racha a la baja que venían registrando desde 2022, y suponen el 57,7% del total, un punto más que en 2023, aunque muy lejos del 90,3% de 2019. Esta rebaja de 32,6 porcentuales es notable, pero la evolución reciente apunta a que el margen de mejora ha tocado techo.

Lo que reflejan los datos de los primeros semestres de los últimos cuatros años (comparados con 2019) es que el efecto se concentra sobre todo en 2022 (recordemos que la norma no entró plenamente en vigor hasta abril) y parcialmente 2023, para haberse frenado en 2024 y 2025.

El Ministerio de Trabajo sostiene que un descenso del número de contratos es coherente con los objetivos de la nueva legislación: más contratos indefinidos significa menor rotación porque hay menos necesidad de sustituirlos, como sucedería si la mayoría fueran temporales. Es decir: no hace falta firmar más contratos para crear empleo, sino que los puestos sean más estables.

Aunque admite que, en una economía como la española, muy marcada por sectores actividades estacionales y de temporada, hay muchos puestos que no se pueden ocupar con contratos indefinidos, ni siquiera fijos discontinuos. En este contexto, es normal que los nuevos contratos tengan un peso algo mayor de temporales, y que incluso haya repuntado levemente. Pero este diagnóstico choca con dos datos que suelen ignorarse en los análisis: las conversiones de temporales a fijos y las prórrogas.

Puerta falsa al empleo estable

En 2019, el 37% de los contratos indefinidos procedían de la conversión de un temporal. Algo lógico: solo se firmaron 665.464 iniciales y 397.702 transformaciones. En 2022, con la entrada en vigor de la norma, la cifra de nuevos contratos se disparó 2,5 millones, pero la de las conversiones también subió, hasta las 826.500, casi alcanzando las de las prórrogas. Con ello, la tasa se situó en el 25,2%. Pero a partir de 2023, con la reforma plenamente en vigor, este efecto se diluyó. Las conversiones se redujeron y con ello su peso en el empleo, al 7,8% en 2023, 6,7% en 2024 y 6,3% en los que va de 2025.

¿Cómo se explica esta evolución? A priori, parece coherente con el efecto sustitución de los temporales por indefinidos en la estructura de la contratación. Es decir, menos eventuales, menos conversiones a fijos. Pero si bajamos al detalle, este argumento tiene una trampa: antes de la reforma el 37% de los trabajadores hechos fijos acumulaban la antigüedad del eventual anterior. Ahora solo lo hace el 6,3%: el 93,7% restante parten con el contador a cero.

Y esto tiene un efecto en la creación de empleo estable. Los contratos indefinidos han aumentado un 343% entre el primer semestre de 2019 y el mismo periodo de 2025, pero la cifra total, contando las conversiones, solo lo ha hecho un 195%. Aunque se firmen más indefinidos que nunca, la puerta que supone el empleo temporal para el indefinido es más reducida que nunca.

Queda más claro si invertimos la perspectiva y en lugar de analizar los indefinidos que proceden de contratos temporales, nos fijamos en los eventuales que pasan a fijos. En 2019 las conversiones apenas llegaban al 4% de los temporales, mientras las prórrogas eran el 11,3%. En cifras absolutas, esto suponía 397.702 y 1,12 millones, respectivamente.

Con la reforma, en 2022, las cifras de conversiones (826.500, un 13,1%) y prórrogas (871.712, un 13,9%) casi empataron, pero en 2023 ambos datos bajaron con fuerza: a 216.385 las primeras y 416.788 las segundas (6,8% y 9,8% en términos porcentuales sobre la cifra de contratos temporales).

Sin embargo, en 2024 y 2025, esta tendencia se ha invertido: los temporales que pasan a fijos han seguido reduciéndose, pero los prorrogados suben. En estos dos últimos años, la primera tasa ha caído al 4,6% y la segunda se ha elevado al 12,4%.

Hay que tener en cuenta que la norma, aparte de reducir las opciones para hacer contratos temporales, limitó las condiciones para hacer prórrogas, lo que explicaría el retroceso. Aquí conviene precisar que un mismo trabajador puede ver su contrato prorrogado varía veces antes de ser convertido en indefinido, pero esto es cada vez menos frecuente.

Los datos que publica el SEPE no desglosan estos supuestos, pero sí revelan que antes de la reforma, solo el 35% de las conversiones se producía en los primeros seis meses. Ahora suponen el 72,2%, más del doble. Por otro lado, tampoco este cambio legal ha variado el número de prórrogas: en 2019 el 95% de los contratos solo recibía una ampliación, en 2025 son el 96,7%.

Esto es positivo para los trabajadores, pero reduce el tiempo de aprendizaje y formación en la empresa, antes de decidir si se quiere contar con el trabajador de manera permanente. Algo que puede explicar el alza de las dimisiones, despidos y bajas por no superar el periodo de prueba.

Sin embargo, el hecho es que el contrato temporal nunca ha sido un pase de entrada al empleo indefinido, como muchos sostienen. Y aunque la reforma laboral no parece haber logrado su idea de reforzar esta vía, el caso es que tampoco lo ha empeorado: si en 2025 el 83% de los contratos temporales se extinguía sin solución de continuidad, en 2019 eran el 84,7%.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky