Economía

Las contradicciones inundan el acuerdo arancelario entre la UE y EEUU: ¿Bruselas sabe exactamente lo que ha firmado?

El domingo por la noche los negociadores de la Unión Europea y Estados Unidos parecían respirar aliviados —los primeros más que los segundos— tras el acuerdo comercial al que habían llegado ambas partes antes de la fecha límite del 1 de agosto. Pero a medida que han ido pasando las horas y se han podido analizar los términos del acuerdo, la balanza se decanta de todas, todas, hacia el lado de EEUU como claro ganador de un pacto en el que la Unión Europea parece haber claudicado de más por haber aceptado unas medidas que favorecen los intereses estadounidenses, pero no llegan a cumplir las expectativas de Europa. Ante tales críticas, el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, salió a defender este lunes que se trata del mejor acuerdo posible y que el objetivo era evitar las consecuencias de una guerra comercial con Washington.

"La UE claudica ante Trump", "El presidente Donald Trump ha triunfado claramente sobre la Unión Europea", o "La UE es ahora demasiado débil para enfrentarse a EEUU", son solo algunos de los titulares que se han podido leer estas últimas horas. Bruselas se aleja de esa tasa del 10% que tenía como objetivo tras aceptar unos aranceles del 15%, pero en la letra pequeña está lo más sorprendente y aunque es cierto que a Trump (o a su equipo) se le puede calentar la boca y anunciar medidas que luego tendrán sus pero, tanto expertos en la materia como en redes (un ejemplo claro lo ilustra este hilo de un periodista de la agencia Euronews) se están empezando a preguntar si realmente Bruselas sabe lo que ha firmado tras haber detectado determinadas contradicciones entre lo que asegura haber acordado una parte —Washington— y la otra —Bruselas.

Como parte de la estrategia del presidente Trump para establecer un comercio equilibrado, la Unión Europea 'pagará' a Estados Unidos una tasa arancelaria del 15%, incluso sobre automóviles y sus componentes, productos farmacéuticos y semiconductores. Sin embargo, los aranceles sectoriales sobre el acero, el aluminio y el cobre se mantendrán sin cambios: la UE seguirá pagando el 50% y las partes discutirán la seguridad de las cadenas de suministro para estos productos.

El citado arancel del 15% entrará en vigor el próximo viernes y cubrirá alrededor del 70% del comercio que la UE mantiene con Estados Unidos. El otro 30% incluye sectores como el farmacéutico y el de los semiconductores, cuyos productos por ahora no tienen aranceles, pero que están pendientes del resultado de una investigación puesta en marcha por el Gobierno estadounidense.

La Unión Europea ha establecido un precedente peligroso para las compañías del bloque: contingentes arancelarios. Son cuotas autorizadas de bienes entre países. Según la Comisión Europea, el acuerdo pendiente de ser cerrado establecerá "contingentes arancelarios para las exportaciones de la UE a niveles históricos".

El sector farma, una gran incógnita

Y ahí llega la primera gran incertidumbre/contradicción: el sector farmacéutico. Mientras desde la Casa Blanca se asegura que el tipo del 15% pactado se aplicará a los productos farmacéuticos fabricados en la UE a partir del 1 de agosto, la Comisión Europea considera que el arancel se aplicará solo después de que EEUU concluya la investigación que tiene actualmente en marcha sobre los productos importados para evaluar si amenazan la seguridad nacional de Estados Unidos.

Fuentes comunitarias recalcaron el domingo que si finalmente Washington aplica aranceles a esos u otros sectores adicionales, el gravamen para la UE no podrá superar el 15%.

Energía e inversiones

Otro punto que queda totalmente en el aire es qué pasa con las inversiones en energía y en la economía estadounidense que se han pactado en el acuerdo cerrado el domingo. En virtud de este pacto, la Unión Europea invertirá 600.000 millones de dólares (518.000 millones de euros) en la economía de EEUU y gastará otros 750.000 millones de dólares en energía (gas, petróleo y nuclear) estadounidense para 2028, a razón de 250.000 millones anuales (215.000 millones de euros) y hasta que concluya el mandato de Donald Trump en enero de 2029.

"Masiva inversión de la UE en Estados Unidos", reza el documento publicado por el Gobierno de Trump. "La nueva inversión de 600.000 millones de dólares se sumará a los más de 100.000 millones de dólares que las empresas de la UE ya invierten cada año en EEUU. El problema es que esa "masiva" inversión no parece estar tan clara si se le pregunta a la Unión Europea.

En este punto, fuentes comunitarias afirman que no será la propia UE la que compre la energía como tampoco la que invierta directamente en la primera potencia mundial, sino que las adquisiciones las tendrán que realizar las empresas privadas. Por eso la Comisión asegura tanto en privado como en el nuevo comunicado que los compromisos son una "intención" basada en estimaciones de la industria; en ningún caso una garantía legalmente vinculante, porque el propio organismo no puede dictar cómo gasta su dinero el sector privado. "No es algo que la UE, como autoridad pública, pueda garantizar; se basa en la intención de empresas privadas", afirma un alto funcionario.

Contradicción en la doctrina militar

El documento de la Casa Blanca señala que la Unión Europea acordó "la compra de importantes cantidades de material militar estadounidense". En las comunicaciones procedentes de Bruselas no se ha especificado demasiado sobre este punto, aunque tampoco ha habido una negación concreta. Ni en el documento publicado el domingo que recoge las declaraciones de Von der Leyen, ni en el comunicado de este martes se recoge ningún comentario sobre inversiones militares.

A diferencia de otros sectores, las armas dependen casi en exclusiva de los Estados, por lo tanto son ellos quienes deciden dónde, cómo y cuánto se va a comprar. Ni Washington ni Bruselas han especificado cantidades, pero el aumento del gasto militar ante un rearme acelerado del continente con fondos europeos, el compromiso de la OTAN de incrementar el gasto directo al 3,5% del PIB y la dependencia de la industria bélica norteamericana auguran una lluvia de millones para las firmas militares del otro lado del Atlántico.

Este acuerdo de compra de armas es una contradicción con el discurso de Europa. La desconfianza hacia el nuevo inquilino de la Casa Blanca y su equipo es lo que ha alimentado el rearme acelerado de los últimos meses, con la flexibilización de las normas fiscales, Alemania prometiendo convertirse en la tercera potencia militar del planeta por volumen de gasto y la exigencia de Bruselas de que la mayor parte del armamento se produzca en suelo europeo para acceder a subvenciones.

Si bien la mayoría de analistas contemplan que la independencia militar de EEUU tardará en llegar, cerrarlo en un acuerdo supone reconocer un aumento de las transferencias del contribuyente europeo a las empresas militares estadounidenses.

La Comisión juega con fuego en el campo

EEUU tiene una política agraria mucho más laxa que la Unión Europea. Los controles sanitarios y de gestión ambiental han impedido la entrada de productos norteamericanos durante años, algo que repetidamente ha denunciado Trump tanto en su primera como segunda legislatura.

Washington ha indicado en su comunicado que la Unión Europea y EEUU "tienen la intención de trabajar juntos" para hacer frente a las barreras "no arancelarias" que afectan al comercio de productos alimentarios. La Casa Blanca ha destacado la "racionalización de los requisitos para los certificados sanitarios para la carne de cerdo y los productos lácteos estadounidenses". La Comisión Europea solo ha señalado que se reducirán las barreras no arancelarias "mediante la cooperación en materia de normas para automóviles y medidas sanitarias y fitosanitarias".

A diferencia de otras partes del documento, aquí Washington habla de voluntad y no de acuerdo cerrado. Bruselas, por su parte, indicó en un primer momento de que ciertos productos agrícolas tendrán "cero por cero" aranceles (es decir, ninguna parte pondrá impuestos aduaneros). La nueva comunicación de la Comisión ha especificado algunos de estos alimentos: el aceite de soja, las semillas de siembra, los cereales o los frutos secos, así como alimentos procesados como el kétchup, el cacao y las galletas. Bruselas indica que todos ellos estarán sometidos a contingentes arancelarios (cuotas determinadas de productos).

El acuerdo firmado por Von der Leyen puede volvérsele en contra con una nueva guerra del campo europeo. El año pasado, agricultores y ganaderos de todo el continente se manifestaron a las puertas de las instituciones europeas para reclamar una nueva política agraria común (PAC). Los trabajadores y empresarios exigían más dinero de la principal partida presupuestaria de la UE, mejores controles de las importaciones de otros países (que acusaban de competencia desleal) y una relajación de las normas ambientales y la burocracia para aumentar la producción.

El nuevo marco plurianual propuesto por Bruselas para los próximos siete años mete un recorte de 100.000 millones de euros a la PAC para financiar el armamento, lo que añadirá aún más tensión al campo. La posibilidad de liberar productos estadounidenses, con menores controles, puede ser visto como una nueva práctica de comercio desleal para el sector agrícola.

Habrá que esperar a ver en qué queda finalmente todo este 'detalle' en la declaración conjunta que ambas partes se han comprometido a publicar en el corto plazo, un documento no vinculante legalmente, pero que puede ayudar a despejar la gran incertidumbre que todavía rodea al pacto cerrado este domingo. Al menos hasta que la dialéctica suba de tono de nuevo y haya el siguiente enfrentamiento.

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