Economía

La economía de España se acerca a la trampa del turismo: "Es una señal de que todo lo demás está fallando"

  • Jukic: "No es un camino hacia la prosperidad, sino una solución a su ausencia"
  • "El turismo significa convertirse en una nación de terratenientes y sirvientes"
  • Conduce a una reestructuración de la economía hacia sectores de bajo valor

La economía de España se encuentra subida en una especie de rueda que necesita seguir moviéndose sin parar para mantener la expansión de la actividad. El crecimiento extensivo del PIB (crecimiento por un incremento constante de los factores de producción, en lugar de por aumentos de productividad) necesita de la constante entrada de trabajadores al sistema para seguir produciendo incrementos de la producción. Dentro de este modelo, el turismo se ha convertido en el pilar fundamental que lo sostiene. Un sector muy intensivo en factor trabajo (genera mucho empleo) y que parece presentar unas previsiones de crecimiento sin fin (parece). Su aportación en el PIB y al crecimiento son indudables, pero al mismo tiempo, cabe preguntarse si este modelo es sano, sostenible o si puede conducir a España hacia la prosperidad. El turismo ha sido un parche que ha funcionado en el corto plazo, pero en el largo ya hay quien habla incluso de la trampa del turismo.

"Ningún país se ha hecho rico por el turismo", asegura Marko Jukic, analista senior en Bismarck Analysis. Mientras que el turismo engorda las estadísticas del PIB, buena parte de la sociedad soporta algunas externalidades negativas que empeoran su calidad de vida: ruido, suciedad, aglomeraciones, tiempos de espera... y una vivienda mucho más cara (en algún sitio hay que meter a los 100 millones de turistas). Aunque el problema de la vivienda tiene solución (construir más), es cierto que el turismo masivo lo está agravando.

"El turismo significa convertirse en una nación de terratenientes y sirvientes sin cualificación. No es un camino hacia la prosperidad, sino una solución a su ausencia. Agravará, en lugar de solucionar, los problemas del sur de Europa y, a medida que se empobrezcan, también los de otros países desarrollados", asegura Jukic en un post publicado en Palladium. Por un lado, están los pocos que tienen inmuebles y se benefician del gasto del turismo (terratenientes) y por otro los millones que trabajan por salarios mediocres (sirvientes) para satisfacer a estos invitados.

Desde la crisis del euro, el sur de Europa ha encontrado en el turismo internacional no solo un motor de crecimiento, sino también un salvavidas en un contexto de restricciones fiscales y pérdida de herramientas macroeconómicas. Así, lo explican los investigadores Reto Bürgisser y Donato Di Carlo en su trabajo Blessing or Curse? The Rise of Tourism-Led Growth in Europe's Southern Periphery, donde documentan cómo países como Grecia, Portugal y España han transformado su balanza de pagos (del déficit al superávit) gracias al auge del turismo. Según los autores, "el proceso de integración europea ha sido una espada de doble filo, incentivando y forzando al mismo tiempo a los gobiernos del sur de Europa a explotar su ventaja comparativa en el turismo". Estos expertos parecen compartir la argumentación principal de Jukic que ve en este sector una patada hacia delante de los problemas estructurales que marcarán el futuro de las economías del sur de Europa.

El turismo supone en España ya más del 12% del PIB, mientras que emplea a alrededor de 3 millones de personas. Este sector se ha convertido en la esponja que ha ido absorbiendo a los cientos de miles de trabajadores que quedaron fuera del mercado laboral tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008. De la construcción al turismo y la hostelería. Ese ha sido el camino de unos trabajadores que en muchos casos carecen de una formación superior y que sufren la ausencia de un modelo claro en España. Ante la ausencia de modelo o camino a seguir, la ventaja comparativa que presenta España con el turismo se ha convertido en el refugio para estas personas y las que llegan de fuera para trabajar en España.

"A ojos de los economistas, esto es simplemente la magia de la ventaja comparativa. Los árabes fueron bendecidos con el petróleo, los alemanes con una ética de trabajo, y los habitantes del Mediterráneo con quizás el clima más agradable y la costa más hermosa del mundo. A finales del año pasado, The Economist incluso calificó a España como la mejor economía del mundo desarrollado, seguida de cerca por Grecia. ¿Por qué debería importar cómo se gana la vida un país si el PIB sigue creciendo?", se pregunta Jukic.

Este modelo tiene consecuencias estructurales. Bürgisser y Di Carlo alertan de que "una dependencia excesiva del turismo conduce a una reestructuración de la economía en torno a sectores de baja productividad y empleo precario". Además, el turismo es vulnerable a crisis exógenas como pandemias, atentados o el cambio climático. El estudio recuerda que en países como Grecia, Portugal o España, entre el 15% y el 25% del empleo depende directa o indirectamente del turismo, lo que los convierte en economías expuestas a choques externos.

Otra advertencia de este paper es la posible trampa de dependencia. Los países del sur se han especializado en "actividades de bajo valor añadido mientras el norte avanza hacia sectores de alta tecnología y servicios sofisticados". Es cierto que hoy parece más una ventaja que un lastre el depender del turismo en lugar de las actividades industriales sofisticadas, pero la historia nos recuerda que en el largo plazo es el ingenio del hombre y la educación la que conducen a la prosperidad, no los ciclos o tendencias coyunturales. Este desequilibrio puede consolidar una Europa a dos velocidades, donde el sur quede subordinado a los flujos de turistas del norte, sin opciones claras de diversificación industrial.

Mucho trabajo y poca rentabilidad

Jukic recuerda, precisamente, al elevado uso del factor trabajo y tierra (muchos factores para poca recompensa) en este sector como una de las grandes causas que imposibilita el enriquecimiento mayoritario. Se necesitan a muchos trabajadores para satisfacer a un turista, por lo que el reparto de la renta que genera ese turista termina siendo relativamente pequeño: "El turismo no es una vía de prosperidad para el sur de Europa, ni probablemente para ninguna nación con una población grande, debido a la propia naturaleza de la actividad: por una recompensa financiera relativamente limitada, requiere una gran cantidad de mano de obra y capital, a la vez que constituye una competencia de suma cero entre países (en la que cada país tiene una capacidad muy limitada para competir mediante el ingenio o la diferenciación), al mismo tiempo que prácticamente solo genera externalidades negativas en cascada sobre el resto de la economía y la sociedad, desde la sobrepoblación urbana hasta la desincentivación de la mano de obra cualificada".

Según los cálculos de Jukic, el turismo se ha expandido (cada vez pesa más en el PIB) en todos los principales países del sur de Europa entre 1999 y 2019. "Pero más que un nuevo vector potencial de dinamismo y crecimiento económico, el auge del turismo es una señal de alarma, una señal de una economía que está fallando en todo lo demás".

El ejemplo de Croacia

Este analista pone un ejemplo claro con datos para demostrar que el turismo puede contribuir a la economía de forma positiva, pero no puede generar la misma riqueza que otros sectores dominados por la productividad y el valor añadido. Esos otros sectores (tecnología, industria, farmacéutico...) generan con el ingenio y las herramientas adecuadas productos que se venden en el mercado a un precio que multiplica decenas de veces su coste de producción y que disfrutan de patentes. Algún ejemplo 'cercano' de países de este tipo pueden ser Dinamarca, Suiza o Países Bajo. Para igualar esos ingresos con el turismo se necesitan cifras imposibles y totalmente insostenibles. El turismo puede ayudar, pero jamás puede ser la base para llegar a ser un país muy rico o avanzado.

El ejemplo que ofrece este analista es el de unos de los países mediterráneos más de moda: Croacia. "¿Cuántas llegadas de turistas serían necesarias para que Croacia alcanzara el PIB per cápita de Suiza, uno de los países más ricos del mundo? El PIB per cápita, es decir, la renta anual por persona de Suiza, es de aproximadamente 100.000 dólares al año. Croacia tiene una población de 3,86 millones de personas. Para ser tan rica como Suiza, Croacia necesitaría unos ingresos de 386.000 millones de dólares. Se dice que el turista promedio en Croacia gasta unos 200 dólares al día. Por lo tanto, para enriquecerse como Suiza, pero solo gracias al turismo, Croacia necesitaría que sus turistas pernoctaran en el país 1.930 millones de noches al año".

Jukic argumenta que en 2024, los turistas internacionales pernoctaron en el país 'solo' 85 millones de veces. Esto representa tan solo el 4% de la cifra necesaria, lo que significa que el sector turístico tendría que multiplicarse por más de veinte. "Si todos estos miles de millones de pernoctaciones turísticas necesarias se concentraran en la tradicional temporada turística de verano de tres meses, Croacia necesitaría recibir simultáneamente a 21,4 millones de turistas cada día de cada verano. Esto representa más de veinte veces la población actual de las regiones costeras de Croacia" apunta Jukic. Es decir, Croacia necesitaría recibir 395 millones de llegadas de turistas al año, una cifra absolutamente imposible de alcanzar dada la infraestructura del país (hoteles, viviendas, carreteras, hospitales...) y de su población en edad de trabajar. Hoy, Croacia ya se encuentra saturada con los actuales niveles de turismo (hoteles llenos, carreteras atascadas...), imaginen si tuvieran que llegar todos esos millones más.

Competencia y costes laborales

No solo, esto, Bürgisser y Di Carlo creen que "el crecimiento imparable del turismo global conlleva una competencia feroz por parte de países en desarrollo, fácilmente accesibles a través de vuelos asequibles. Estos países disponen de recursos naturales y culturales comparables, pero con precios más bajos y estándares laborales más laxos. A menos que el sur de Europa eleve la calidad de su oferta turística, la competencia basada en precios bajos puede deteriorar aún más las condiciones laborales y salariales de su sector turístico".

Pese a todo, Reto Bürgisser y Donato Di Carlo reconocen que el turismo ha sido una suerte de parche o salida viable dentro del estrecho corsé institucional del euro. "El turismo internacional ahora ofrece a estas economías una opción de crecimiento por exportaciones compatible con el régimen de moneda dura de la UEM", afirman. No obstante, insisten en que "una estrategia de crecimiento basada en el turismo debe ir acompañada de políticas industriales coherentes, inversión pública y una gobernanza centralizada del sector".

El turismo puede, por supuesto, enriquecer a un país, ya que los ingresos del turismo constituyen unos ingresos extra (son contabilizados como exportaciones) para la economía. "El problema es que, en comparación con la industria, la extracción de recursos o las finanzas, el turismo es un motor mucho más débil, limitado y poco fiable para generar excedentes. Por definición, un país solo se enriquece si, de alguna manera, genera más valor económico per cápita", sostiene Jukic.

Este experto concluye su exposición poniendo de relieve algunos de los problemas más acuciantes de los países del sur de Europa y señalando por qué el turismo se ha convertido en el único salvavidas para estos países, un salvavidas que puede valer hoy (de hecho ha permitido a estos países liderar el crecimiento del euro), pero que no impedirá el ahogamiento mañana: "Lo que estos países comparten hoy es una lista de tendencias negativas similares: rápido envejecimiento de la población, caída de la natalidad, sistemas de pensiones insolventes, industrias poco competitivas, gobernanza inflexible y, lo peor de todo, la emigración de jóvenes nativos con estudios, especialmente a otros países de la UE... El turismo puede convertirse en la historia de éxito de la nueva economía, ofreciendo un discurso esperanzador y ganador a una base electoral cada vez más compuesta por terratenientes de mayor edad. Pero en realidad es solo una forma de aliviar temporalmente la tensión financiera causada por problemas económicos y culturales más profundos que siguen sin resolverse".

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