Economía

La guerra de precios de BYD enfurece al Partido Comunista chino y no es la primera vez que una empresa sufre las consecuencias

BYD. Bloomberg.

El Gobierno chino ha mandado un aviso muy claro a BYD: cuidado con las bajadas de precio descontroladas. El pasado 26 de mayo, la compañía había anunciado una 'operación caníbal' con la que arrasar con el mercado: fuertes bajadas de precio que sus rivales no podrían igualar, con el objetivo de convertirse en el rey indiscutible del sector eléctrico en China. Pero el Ejecutivo ya les ha mandado una advertencia: nada de una competencia "descontrolada", sin el visto bueno del Partido Comunista.

El aviso llegó a través de un editorial del Diario del Pueblo, el periódico oficial del partido. En él, se criticaba la "competencia desenfrenada", advirtiendo de que las guerras de precios pueden "afectar gravemente la seguridad de la cadena de suministro". Los productos de bajo precio y baja calidad dañarían la reputación internacional del "Hecho en China", lo que afectaría los planes industriales del Gobierno.

Poco después, la Asociación China de Fabricantes de Automóviles lanzó un comunicado, más explícito aún: "Las guerras de precios desordenadas intensifican la competencia feroz, reduciendo aún más los márgenes de beneficio corporativos", advertía. Esto "perjudicará la calidad del producto y las garantías del servicio posventa, lo que no solo obstaculizará el desarrollo saludable de la industria, sino que también pondrá en peligro los derechos de los consumidores y representará riesgos de seguridad". En otras palabras: nada de bajar precios sin permiso.

El aviso de Pekín se produce en pleno despliegue de fuerzas por parte de BYD para dominar el segmento de los vehículos eléctricos inteligentes. Así, la estrategia de bajadas de precio ha ido acompañada de un impulso a su tecnología, concretamente en el ámbito de la conducción automática. En marzo, la firma comunicó sus planes para integrar su sistema de conducción autónoma, denominado 'Ojo de Dios', en todos los modelos ofertados a partir de 13.700 dólares (100.000 yuanes), incluyendo algunos de los más baratos como el Seagull.

Para algunos analistas como Lei Xing, este servicio gratuito es un recorte de precios disfrazado de actualización automática que puede echar leña al fuego de la guerra de precios. Por lo pronto, el 'Ojo de Dios' es un proyectil a la línea de flotación de modelos de suscripción de sistemas de conducción autónoma como el de Tesla, ya que la firma de Elon Musk cobra 99 dólares mensuales por utilizar el servicio básico de la tecnología Full Self-Driving.

El partido tiene la última palabra

En los últimos años, el Partido Comunista ya ha dejado claro que su palabra puede hacer y deshacer los modelos de negocio de cualquier compañía. En 2020, Xi advirtió de que las empresas tecnológicas estaban amasando demasiado poder económico, sin respetar las prioridades del Gobierno de Pekín. Su decisión fue atajar de golpe el crecimiento de esas firmas, usando a Alibaba como chivo expiatorio: en cuestión de meses canceló la salida a bolsa de Ant Group, su filial de fintech; impuso una multa histórica a la compañía, ordenó trocear ese gigante en seis firmas e hizo desaparecer de la mirada pública a su fundador, Jack Ma.

Desde entonces, el boom de TikTok en occidente, el crecimiento de las firmas tecnológicas durante la pandemia y el estallido de la IA llevaron a Xi a plantearse que este sector podría ser tanto o más relevante para el futuro de la economía china que el sector industrial, por el que tanto había apostado. Y el resultado fue un giro de 180 grados: creó el Fondo de Inversión en Internet (CIIF) para dar millones a las compañías del sector. Y como colofón, este mes de febrero, Ma reapareció tras cinco años de 'purga'.

La clave es que las empresas privadas pueden crecer y enriquecerse, sí, pero siempre que entren dentro de los planes del Partido Comunista, y siempre que se mantengan dentro de los límites fijados por él. Una situación no muy diferente de la que viven las firmas de automóviles eléctricos. Y, por si acaso, el fondo soberano chino, China Investment Corp, ha comprado un 1% de las acciones de BYD: una forma de impulsar su crecimiento, pero también de recordar que el Estado tiene derecho de voto sobre sus decisiones. Unas 'acciones de oro' que la compañía no puede ignorar, si sabe lo que le conviene.

China tiene un nuevo as en la manga

Este malestar de las autoridades chinas con BYD coincide en un momento en el que Pekín está planeando reeditar el plan estratégico 'Made in China 2025' lanzado en 2015, cuyo objetivo era convertir a China en una potencia manufacturera, con hegemonía en sectores clave para la transición energética como la fabricación de coches eléctricos. El plan ha sido un éxito, ya que, según cálculos de Bloomberg, de trece tecnologías clave -entre las que se encuentran los paneles solares, la producción de grafeno y los coches eléctricos-, China está a la cabeza de cinco, y está avanzando velozmente en otras siete.

Reeditar los frutos de este plan es el objetivo de China, en un momento en el que Donald Trump ha intensificado la guerra comercial contra el país asiático. Así, el gobierno de Xi Jinping quiere incrementar la producción de productos tecnológicos de alta gama, un movimiento que serviría para contrarrestar la ofensiva proteccionista del presidente estadounidense y la vuelta a territorio norteamericano de numerosas fábricas.

Sin embargo, Xi está estudiando la opción de aplicar algunos cambios. Con el objetivo de evitar la mala prensa y ganar la batalla en el terreno del marketing, el mandatario chino está considerando la opción de modificar el nombre 'Made in China', una postura reforzada por los estragos de la estrategia de BYD en el sector del motor, los cuales amenazan con dañar en términos reputacionales a la firma y, por extensión, al gigante asiático.

Así, este nuevo plan se centraría en mejorar la capacidad de producción tecnológica de China, con el fin de minimizar la dependencia externa para la obtención de componentes fundamentales en este campo. Hasta ahora, el gigante asiático ha logrado eludir buena parte de las restricciones de EEUU y sus aliados sobre la adquisición de tecnología punta, mediante la compra anticipada de material y el aprovechamiento de nuevas rutas comerciales a la sombra de estas sanciones. Pero China asume que este 'modus operandi' es temporal, y prefiere desarrollar, cuanto antes, los mecanismos necesarios para galvanizar su independencia y soberanía tecnológicas.

El propio Xi afirmó el pasado mes de mayo, durante una visita a una fábrica de rodamiento de bolas en la provincia de Henan, que China debía reforzar el sector manufacturero, "implementando los principios de autosuficiencia y automejora, dominando las tecnologías clave". El gigante asiático espera que los objetivos marcados por este nuevo plan, en combinación con las pautas del plan quinquenal que comenzaría en 2026, proporcionen una dirección adecuada para el reforzamiento de la economía china.

Sin embargo, Pekín sabe que, para lograr este objetivo, debe incrementar el nivel de consumo doméstico. En las deliberaciones iniciales para el nuevo plan quinquenal, se ha sugerido la opción de establecer un objetivo de consumo en base a un porcentaje del PIB chino. De hecho, el primer ministro Li Qiang afirmó a principios de año que "el incremento vigoroso del consumo" era uno de los principales objetivos de China. Es una cuestión clave para el país asiático que coincide, irónicamente, con lo exigido por las potencias occidentales: EEUU y la UE han solicitado un aumento del consumo chino para subsanar los desequilibrios comerciales provocados por la masiva capacidad de producción china.

Aun así, el éxito de DeepSeek refuerza el planteamiento de impulsar la economía china mediante la aceleración de la manufactura en sectores clave como la tecnología. En este sentido, numerosas empresas chinas están trabajando a destajo para incrementar la producción de procesadores avanzados y asegurar su posición en la carrera por la IA. Es el caso de Huawei, compañía que logró desarrollar en 2023 un chip que, teóricamente, ninguna firma china podía fabricar por las restricciones de EEUU. Esta misma empresa ha conseguido, recientemente, mejorar el modelo de entrenamiento de IA con los chips Ascend, sancionados por Washington.

Así las cosas, China sabe que, para ganar la guera comercial a Washington, es necesario reforzar el músculo económico para ganar la carrera tecnológica. Con ese objetivo, Pekín está desarrollando un nuevo plan que, aunque no lleve el nombre 'Made in China', amenaza con golpear la hegemonía de EEUU en el ámbito económico.

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