
Tres años después de la entrada en vigor de la reforma laboral, la evolución del mercado laboral sigue pivotando sobre una volatilidad inédita en la Unión Europea, que mantiene a nuestro país como el que mayor número de trabajadores manda al paro cada trimestre. En el segundo de 2024 alcanzaron los 596.000, una cifra que equivale al 2,8% del total de ocupados, a los que se suman otros 552.000 que pasaron a la inactividad. Es decir, que dejaron de buscar empleo.
Ello no impide un repunte de la ocupación: desde el inicio de la recuperación de la pandemia, España ha destacado como el país que más empleo 'crea', una tendencia que se mantiene tras un cambio legal que prometía dotar de mayor estabilidad a los puestos de trabajo. Pero aunque esta promesa se ha cumplido y la rotación laboral se ha reducido respecto a 2021, no lo ha hecho con la intensidad suficiente para que nuestro mercado laboral deje de ser un punto rojo en la economía europea.
Dicha volatilidad no se refleja plenamente en los datos de la Encuesta de Población Activa que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) ni la Encuesta de Fuerza Laboral (LFS) que publica la Oficina Europea de Estadística (Eurostat). Ambas arrojan una evolución positiva que, pese a un relativo enfriamiento en los últimos trimestres sigue sumando cifras de récord.
Las dos dudas principales que deja esta evolución son hasta cuándo será sostenible y qué riesgo existe de que, ante cualquier vaivén económico, se revierta con una intensidad similar a la de crisis anteriores. Esto depende de lo que podemos denominar la volatilidad 'estructural' del mercado laboral.
Y lo que los datos muestran es que el trasvase entre el empleo y el desempleo y viceversa sigue siendo demasiado ajustado, a pesar de una mayor estabilidad de los contratos, para haber supuesto un cambio de paradigma que corrija la debilidad estructural del mercado laboral español ante un eventual cambio de ciclo.
El 5,4% de los ocupados dejó de trabajar
Para analizar esta tendencia hay que recurrir a la Estadística de Flujos de la Fuerza Laboral de Eurostat. Dicha métrica recoge que 1,29 millones de personas comenzaron un nuevo trabajo en el segundo trimestre del año, una cifra menor que los 1,36 millones el mismo periodo de 2023 y que equivale al 6% del total del empleo (frente al 6,4% de un año antes). Un porcentaje por debajo del de Finlandia y Dinamarca, y que supera con creces la media de la UE (4%) pero también el 4,3% de Alemania y el resto de grandes economías.
El impacto de estas incorporaciones en el empleo depende, evidentemente, de las salidas, el número de personas que en el mismo periodo dejaron de trabajar. Sumaron 1,1 millones (cifra similar a la de hace un año), lo que supone un 5,4% del empleo. Un porcentaje muy por encima de la media de la UE, que llega al 4,4%. Y de hecho, de casi todos los Veintisiete, con la única excepción de Finlandia (7,2%) y Eslovenia (5,7%).
Países cuya volatilidad no se explica tanto por su situación económica como porque tienen un mercado laboral de composición diferente al español y con un tamaño mucho más reducido, lo que lleva a unas estadísticas más volátiles. Lo extraño y preocupante es una economía con un tamaño como la nuestra registre niveles similares.
En cualquier caso, nuestro país registra el porcentaje más bajo desde 2010, cuando comienza la serie histórica (un ejercicio marcado por la crisis financiera), lo que apunta a un impacto positivo de la reforma laboral. El problema es que el retroceso de las salidas no ha sido tan intenso como cabría esperar. La consecuencia parece clara: el 'stock' de parados se mantiene en niveles elevados.
Pero en un contexto marcado por fenómenos como el envejecimiento de la población activa, el incremento de las dimisiones o las dificultades denunciadas por las empresas para encontrar mano de obra, cabe preguntarse el influjo de estos factores. La clave está en determinar cuántas de esas salidas se dirigen al desempleo y cuánta a la inactividad (es decir, no buscan trabajo).
Además, los datos de otras estadísticas de Eurostat parecen contradecir la de Flujos. Así, los datos de abandonos recientes del empleo (las producidas en los tres meses inmediatamente anteriores a la entrevista de la EPA o la LFS) reducen el porcentaje de España al 5%, pero lo sitúan en cabeza de la UE, lo que apunta a que los flujos recogen salidas del empleo no estrictamente por causas laborales.
Algo que se confirma profundizando en los datos. De esos 1,15 millones de personas que salieron de la ocupación, 596.000 fueron directamente al desempleo, lo que equivale al 2,8% de los trabajadores en el trimestre precedente y 552.00 (un 2,6% del total) pasaron a la inactividad. Y aquí se aprecia una diferencia: España manda más trabajadores al paro que ningún otro país. Además, es uno de los pocos (junto a Lituania y Croacia) en los que lo hace con más intensidad que a la inactividad.
Este último supuesto, que estadísticamente equivaldría a 'borrarse' del mercado laboral (pues no se cuenta ni como parado ni como ocupado) puede responder a muchas causas (desde una jubilación o prejubilación a una renuncia para poder conciliar), que explican que el trabajador retrase su búsqueda activa de empleo o renuncie a ella.
Pero el pase al desempleo responde en su mayoría a la extinción de una relación laboral, ya sea por despido o por fin de un contrato temporal (aunque algunas dimisiones empiezan a ganar peso), y el afectado empieza a buscar inmediatamente otro empleo. Y explica las dificultades para reducir la tasa de desempleo, que es la mayor de la Unión Europea.
De dónde sale el empleo
Ello a pesar de que España es el país que más recurre a sus desempleados para cubrir vacantes. De los 1,29 millones de personas se incorporaron al empleo en el segundo trimestre, 750.000 lo hicieron desde el paro y 545.000 desde la inactividad. Los parados que encontraron empleo suponen el 58% de los nuevos ocupados, frente a la media del 42% de la Unión Europea. Y supera a los casi 600.000 nuevos desempleados que perdieron un empleo.
Pero entonces, ¿por qué no baja más el paro y se crea más empleo? Por el impacto de una tercera variable en la ecuación: los inactivos que se incorporan al paro. Sumaron 750.000 en el segundo trimestre, los mismos parados que encontraron empleo. Aunque este retroceso se vio amortiguado por el paso de 584.000 parados a la inactividad (es decir, reduce enormemente el impacto de los nuevos contratos.
De hecho, el saldo positivo de 118.000 nuevos empleos en el segundo trimestre no se explica en función de los flujos de entrada y salida si no tenemos en cuenta que el número de personas que trabajaban en el segundo trimestre que ya lo hacían en el anterior aumentó en 685.000 personas, hasta los 20.256.
Este porcentaje de empleos que han durado más de tres meses supone el 94,6% del total, el segundo porcentaje más alto de la serie histórica después del 94,7% registrado hace un año y se ha incrementado en 8 décimas desde el 93,8% anotado en el mismo periodo de 2021. Esto es una consecuencia positiva de la reforma laboral: el mayor peso de los empleos indefinidos hace que la media dure más tiempo.
Pero el porcentaje sigue siendo más bajo que el de la media de la UE, del 96,4% y se sitúa por debajo del grupo de las grandes economías europeas, como Alemania (96%), Francia (96,1%) e Italia (96,3%) y le sitúa en el grupo de cola de la UE con países con una población mucho menor. Lo que confirmaría que tenemos un mercado laboral proporcionalmente mucho más débil y volátil de lo que nos correspondería como cuarta economía del euro.
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