
¿Qué está pasando con las dimisiones en España? Desde 2022, cuando el debate sobre la 'Gran Renuncia' y el impacto de las 'tensiones' del empleo sobre los salarios y la inflación llegaba incluso a las discusiones de la Reserva Federal o el Banco Central Europeo, nuestro país disparaba el número de renuncias hasta superar los 1,6 millones en lo que va de 2024. Un récord que se niega a retroceder y que, sin embargo, parece haber tenido un impacto económico mucho menor que el resto de economías afectadas por un fenómeno en apariencia similar. Pero el papel jugado por las bajas voluntarias en nuestro mercado laboral ha sido mucho menor que en otros países, algo que se explica por el tipo de trabajadores que toman esta decisión y los motivos para hacerlo.
El fenómeno en nuestro país ha pivotado sobre los trabajadores con contrato indefinido, lo que inevitablemente señala a la reforma laboral. Las dimisiones han aumentado un 67% respecto a 2021, pero las de personas con empleo fijo lo han hecho un 242%. Mientras, las que tienen un contrato temporal han retrocedido un 42%. Una cifra que, en todo caso, sigue pareciendo muy elevada, sobre todo para un país con una tasa de paro de dos dígitos.
Esto marca una clara distancia entre lo ocurrido en España con la supuesta fuga global de trabajadores que arrancó en 2021 en Estados Unidos. Es difícil saber qué hubiera sucedido exactamente en nuestro país sin mediar el cambio legal, pero seguramente, de haberse producido, el 'boom' de las renuncias hubiera tenido mucha menos intensidad y, sobre todo, se habría 'desinflado' ya.
La reforma laboral coincidió con un rebote de la actividad tras la pandemia que impulsó la actividad y la creación de empleo. Pero es la combinación de ambos factores lo que explica la persistencia del auge de las renuncias. Para muchos, esta evolución auguraba que cuando empresas y trabajadores se adaptaran a la nueva legislación y el crecimiento del empleo se moderara, las dimisiones caerían.
En 2024, la reforma cumplirá tres años y el mercado laboral lanza claras señales de 'enfriamiento' (que no de retroceso) y los efectos de la reforma laboral en la contratación parecen más que consolidados. Pero las dimisiones no ceden, sino que se han estabilizado con un repunte del 2% (3,8% para los indefinidos). Esto apunta a que su comportamiento refleja un cambio profundo del mercado laboral. Ahora bien, ¿en qué consiste exactamente ese cambio? ¿Qué impacto ha tenido para las empresas y sus costes laborales para evitar la 'fuga de talento'?
He aquí una de las claves que han acompañado el análisis de la Gran renuncia en Estados Unidos y otros países. Los datos de España apuntan a que es uno de los factores que contribuyen a las dificultades para encontrar mano de obra en muchos sectores, pero su impacto en los costes no ha sido, en términos agregados, tan intenso como el de la propia inflación o la subida del SMI y de las cotizaciones. En ello influye el filtro que impone la negociación a nivel de convenio de las subidas salariales, que no se ha visto especialmente presionada por este factor.
Los asalariados con empleos fijos han pasado del 62% al 77% del total de afiliados al Régimen General, pero su peso en las dimisiones ha pasado del 37% al 76%. Por su parte, los temporales suponían el 29% de los asalariados (el resto corresponde a funcionarios, asesores y otros trabajadores públicos 'sin contrato') y el 69% de las renuncias. En 2024, aportan el 14% de los afiliados por cuenta ajena y el 34% de las renuncias.
Polarización de los empleos
En resumen: la distribución de las renuncias por tipo de contrato ha reaccionado con mucha más intensidad a la reforma que la composición en sí del empleo. En teoría, más indefinidos renunciando deberían tirar al alza de los sueldos. ¿Por qué no ha sido así? La explicación puede estar en un dato que han detectado los análisis de estudios de Fedea: las renuncias se siguen concentrando en los trabajadores que menos llevan trabajando.
Algo lógico en el caso de los temporales (se sienten menos ligados a empleos con fecha de caducidad), pero que aplicado a los indefinidos resulta más difícil de explicar en un país con un elevado desempleo en el que, hasta hace poco, se consideraba un hito profesional firmar un contrato estable.
Otro hecho sorprendente es que, según la misma investigación dirigida por Florentino Felgueroso, no todas las renuncias se traducen en un cambio inmediato de empleo, solo lo hacen un 42%. Y para un tercio de estos, no lleva aparejada una mejora retributiva. Esto implica que las renuncias responden a causas más allá de la salarial.
Más datos señalan en la misma dirección. Según el Anuario del Ministerio de Trabajo, el 55% de las bajas de afiliación de 2023 se produjeron antes de cumplir un mes, un porcentaje solo 5 puntos inferior al de la media de años anteriores a la pandemia. Entonces, las dimisiones suponían el 9% del total de las bajas, ahora llegan al 13%. Sin embargo, la duración media de los periodos en alta, es decir, de los empleos, ha aumentado en 37 días, hasta los 243 días. El motivo es simple: hay más asalariados indefinidos que nunca, lo que reduce la rotación lo suficiente para contrarrestar el aumento de los que se van en los primeros meses.
Pero esto indica que la polarización del mercado laboral entre empleos de corta duración y de muy larga 'vida' se mantienen porque muchos nuevos indefinidos han 'heredado' circunstancias similares a las que antes padecían los temporales. Lo cual se traduce, de nuevo, en su mayor predisposición a renunciar.
¿El dato que lo explica todo?
Sin embargo, el dato clave que describe el peso de las dimisiones en la economía es el porcentaje de renuncias sobre el total de asalariados. A mayor porcentaje de salidas por esta causa, más presión reciben las empresas para mejorar sus condiciones y sueldos.
Al analizar este indicador, se aprecia que, sorprendentemente, mantiene una evolución muy moderada. En julio se registraron 262.758 bajas de afiliación por renuncia, una cifra que equivale al 1,6% del total de trabajadores por cuenta ajena, cifra levemente superior al 1,3% registrado antes de la aprobación de la norma. El porcentaje se reduce al 1,5% para los indefinidos, que supone más del doble que antes de la reforma. Pero para los temporales alcanza el 2,6%.
Ello a pesar de que el caso de los eventuales la ratio sí ha retrocedido intensamente, desde un 7,7% en los meses anteriores al cambio legal, un dato que se explica en parte por la intensa reactivación del mercado laboral tras la crisis sanitaria pero también por las expectativas que generaba la entonces futura ley.
Pero poco cambia si el descenso entre la de los temporales compensa el récord alcanzado por la de los fijos. El impacto de estas se vería aún más amortiguado porque, como hemos visto, se concentra en trabajadores de menor antigüedad (y con menores sueldos).
Pero hay que contar con que el repunte de la ocupación, combinado con el elevado nivel de desempleo también contribuyen a 'descafeinar' el impacto económico de las bajas voluntarias. Así las cosas, nos encontramos ante un récord de dimisiones que no golpeando los agregados macroeconómicos, al menos si se compara con otros países. Aunque esos países partían de una tasa de base de renuncias mucho más alta que la española.
Este menor peso macroeconómico de las renuncias que en otros países no significa que muchas empresas españolas, adaptadas para la rotación de un mercado laboral dominado por la temporalidad, no deban ahora tomar medidas para no perder trabajadores, que tendrían más difícil 'recuperar' en un contexto de mayor contratación indefinida. Pero es más un problema de modelo productivo que de sobrecalentamiento del mercado laboral.
Esto explica el aparente desinterés hacia las dimisiones por parte del Gobierno y los agentes sociales. Aunque el elevado número de personas que dimiten obliga, según muchos expertos, a revisar las condiciones legales y de protección social, hacerlo no parece una prioridad.
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