Economía

¿El fin del relevo generacional? El peso del empleo joven se hunde a la mitad desde la Gran Recesión

Foto: Dreamstime

En los últimos años, España ha logrado reducir la tasa de paro de los jóvenes y mejorar sustancialmente la calidad de sus empleos, lo que permite teñir de un muy moderado optimismo el hecho de que nuestro porcentaje de desempleados menores de 25 años sigue siendo el más alto de la Unión Europea. Pero esta mejoría aún se queda muy corta (o llega demasiado tarde) para compensar el retroceso del papel del empleo joven en el mercado laboral: tras desplomarse desde el 11,7% registrado en 2002 hasta el 4,2% en 2014, solo ha escalado al nivel del 5,9% en lo que va de 2024.

Esta evolución responde a diversas causas, el retroceso de la natalidad que ha acelerado el envejecimiento de la población, aunque también influye que los jóvenes hayan reducido la tasa de abandono temprano de los estudios, lo que retrasa su incorporación al empleo. En cualquier caso, sus consecuencias golpean directamente los pilares de la 'cultura del relevo' que ha regido tradicionalmente el enfoque de las políticas laborales y han obligado a replantear las actuaciones no solo en materia de sostenibilidad de las pensiones, sino también de inmigración.

La caída del peso relativo del empleo juvenil no solo se explica porque el número de ocupados del resto de franjas de edad haya repuntado. En cifras absolutas, los ocupados menores de 24 años han sufrido un drástico recorte. En 2022, cuando representaban el 11,7% del total, sumaban 1,92 millones de efectivos, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Aunque el máximo de la serie se sitúa en el segundo trimestre de 2005, con 2,15 millones (si bien la tasa fue del 11%, porque entonces el aumento del resto de ocupados en el resto de grupos de edad fue mayor).

Pero en 2024, con un récord de 21,7 millones de ocupados, un 28,2% más que en 2002 y un 11,6% más que en 2005, solo se contabilizaban 1,2 millones de menores de 25 años. Un 34,3% y un 39,4% menos, respectivamente, que sus máximos históricos en porcentaje de empleo y cifras absolutas de trabajadores. Eso sí, es un número mucho mayor que el mínimo de 707.100 jóvenes que se anotó en 2014, con una participación en el empleo del 4,2%.

Si tomamos como referencia ese momento, cuando el empleo (no solo de los jóvenes) marcó un mínimo de la serie histórica, vemos que el empleo se ha recuperado en 4,7 millones (de 16,9 a 21,7 millones). Pero el de los jóvenes apenas ha aportado 590.000 efectivos, un 12%, a esta remontada.

Una de las claves de esta tendencia es el descenso de la mano de obra disponible en esa franja de edad, es decir, del total de activos menores de 25 años que tiene trabajo o buscan activamente no. En el segundo trimestre de 2024 sumaban 1,77 millones, un 7,7% del total. La cifra es un 30% inferior a los 2,5 millones alcanzados antes de la crisis financiera, cuando el porcentaje se situaba en el 13%. Ello a pesar de la aportación positiva en los últimos años de la inmigración, tanto por parte de los extranjeros que llegan ahora para trabajar a España como de los hijos que generaciones anteriores que han nacido y se han criado aquí y ahora se incorporan al mercado laboral.

Esto lleva a pensar que el impacto de la demografía se ve agravado por el elevado desempleo de los jóvenes no fuera tan desproporcionada, con 470.000 desempleados. Ello arroja una tasa de paro que más que duplica la general con un 26,7%. Aunque es la menor desde 2008, sigue superando en más de 6 puntos el mínimo histórico del 20% alcanzado en 2005. Aunque, de nuevo, muy lejos de las tasas del 50% que llegó a alcanzar en los años de la Gran Recesión.

Éxodo del ladrillo a la hostelería

Durante aquella época, uno los argumentos utilizados para explicar aquellos datos disparados, era que los jóvenes trabajaban en sectores que requerían baja cualificación y generaban empleos mucho más volátiles. El ejemplo habitual era la construcción, que llevó a muchos menores a abandonar sus estudios atraídos por los salarios que entonces se pagaban en el ladrillo. Esto, se afirmaba, cambiaría con un cambio del modelo productivo y una mejora de la educación de los menores de 25 años.

Pero aunque la educación de los jóvenes sí ha mejorado, no lo han hecho sus expectativas profesionales. Más bien han cambiado unos sectores de escaso valor añadido por otros. Así, los datos de la EPA muestran que se ha producido un trasvase del empleo juvenil hacia la hostelería, que concentra el 20,71% de los trabajadores en esta franja de edad, 10 puntos más que en 2008.

El peso que ha ganado la hostelería es el que ha perdido la construcción, aunque la evolución del mercado laboral también ha restado peso el comercio y la industria manufacturera en el empleo juvenil. No deja de ser llamativo que bares y restaurantes están entre las empresas que más denuncia la falta de mano de obra, lo que muestra que, aunque 'acaparan' más trabajadores jóvenes, su reducción se ha hecho notar.

Los jóvenes sí han elevado su presencia en empleos que exigen alta cualificación, pero en un porcentaje muy reducido. En el caso del sector tecnológico, ha pasado del 2,8% al 4,48%. Por debajo de las actividades de ocio, cultura y deporte, que suman el 5,9%.

La distribución de los ocupados menores de 25 años contrasta con la de media para el resto de franjas de edad, que fijan el empleo de la hostelería en apenas un 8,71%, cuatro menos que la industria manufacturera que llega al 12%, si bien las actividades del comercio suman el 14%. Le siguen las sanitarias y de servicios sociales, que van ganando peso en un país cada vez más envejecido.

En cualquier caso, el elevado papel de las actividades de los servicios de 'escaso valor añadido' es una característica del mercado laboral común para todas las franjas de edad. Y esto suscita una pregunta clave.

¿Vale la pena que los jóvenes mejoren su formación si el mercado laboral no está preparado para absorber su talento? En esta situación, muchos menores de 25 años que han finalizado sus estudios se encuentran ante un tiple escenario: el paro por no encontrar trabaos adecuados, emigrar o aceptar empleos por debajo de sus capacidades.

Ello nos remite a otro dato: España es el país con la mayor tasa de sobrecualificación de la Unión Europea. Un oscuro escenario que no hace que empeorar las perspectivas de 'relevo generacional' que durante décadas habían guiado las políticas laborales en España.

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