
En los más de dos años transcurridos desde la entrada en vigor de la reforma laboral, los ingresos de los asalariados españoles han sufrido una evolución muy desigual. La base media mensual de cotización de un asalariado con contrato indefinido ordinario ha crecido un 2,9%, unos 61 euros, hasta los 2.192,2 euros. Sin embargo, la de un fijo discontinuo ha caído un 5,6%, 66 euros menos, hasta los 1.102,6 euros. La sorpresa la da la retribución de los temporales, que se ha disparado un 26,5%, 390,5 euros más, hasta una media mensual de 1.865,7 euros.
Un indefinido ordinario gana, de media, 1.089,6 euros más que un fijo discontinuo y 326,5 euros más que un temporal, mientras que estos, a su vez, ganan 763,1 euros más que los indefinidos de actividad intermitente. Todos ellos, en cualquier caso, quedan muy por debajo de los asalariados "sin contrato", una categoría variopinta pero que incluye a los cargos públicos, funcionarios, personal estatutario (no afectados por la reforma laboral). Su base media de cotización llega a 3.099,4 euros, un 8,6% más que antes de la reforma.
La nueva ley ha reducido a menos de la mitad el peso del empleo temporal en el mercado laboral. La forma de conseguirlo fue suprimir los contratos por obra y servicio, una modalidad que a ojos de patronal, sindicatos y Gobierno se había convertido en una puerta de entrada a los trabajos más precarios. Su desaparición provocó un desplome del número de cotizantes, pero sus retribuciones medias han mejorado con fuerza, según reflejan las estadísticas de Seguridad Social. Algo que apunta a una mejora de las condiciones de los empleos eventuales, lo que no se puede decir de otros tipos de contrato.
La base media de cotización está constituida por la remuneración total, "cualquiera que sea su forma o denominación", que con carácter mensual tenga derecho a percibir un trabajador. Los datos que desde 2018 publica la Tesorería General de la Seguridad Social se refieren a los afiliados del Régimen General, donde cotizan la gran mayoría de los asalariados.
Supone, por lo tanto, una importante fuente de información sobre los sueldos reales que perciben los trabajadores por cuenta ajena, complementaria a la de otras fuentes como la Agencia Tributaria. Aparte de que es la que más impacta en partidas tan relevantes como las pensiones, ya que las cotizaciones por trabajador se estiman a partir de esta base.
Dicho esto, la base media de cotización total creció un 9,6% entre el cuarto trimestre de 2021 y el cuarto trimestre de 2023 (y un 5,5% en el último año). Pero este repunte fluctúa por tipo de contrato y jornada. Así, la brecha entre un trabajador a tiempo completo y uno a tiempo parcial es de 1.278,2 euros, 88,5 euros más que antes que la pandemia.
En este sentido, el 77,4% de los cotizantes indefinidos ordinarios lo son a jornada completa, frente al 70,9% de los temporales y el 52,4% de los fijos discontinuos. Los trabajadores 'sin contrato', por su parte, alcanzan el 95,6%. Son porcentajes similares a los que había antes de la reforma (aunque en el caso de los temporales ha mejorado en 4 puntos porcentuales). Más impacto en las cotizaciones tiene la fluctuación en el número de trabajadores de cada tipo, algo que sí depende de la reforma laboral.
Así, los cotizantes con un contrato indefinido han aumentado en 2,9 millones y suponen el 77,4% de los asalariados, cuando antes de la reforma eran solo el 62,9%. Entre ellos, los más numerosos son los indefinidos ordinarios, que han crecido en 2,4 millones, hasta los 11,6 millones, un 26,5%. Supone el 71,9% de los cotizantes afiliados por cuenta ajena. Por su parte, los fijos discontinuos han aumentado un 141% tras sumar 515.416 efectivos para llegar a 880.163 (solo un 5,4% del total de asalariados).
Por su parte, los temporales han caído en 2,1 millones, un 47%, hasta los 2,4 millones. Han pasado de suponer el 29,4% de los asalariados al 14,4%. El 8,2% restante corresponde a los asalariados sin contrato, que alcanza los 1,3 millones. Comparar el incremento de los cotizantes de cada tipo con su base media de cotización nos da algunas claves sobre lo ocurrido en estos dos años.
Sorpresa con los sueldos de los temporales
En primer lugar, los indefinidos ordinarios han logrado incrementar sus cotizantes manteniendo relativamente estables sus bases de cotización. Esto significa que si bien este tipo de empleos no ha mejorado sustancialmente su 'calidad intrínseca' (la reforma no necesitó introducir grandes cambios en ellos, pues ya eran considerados los óptimos), sus condiciones laborales y salariales tampoco han empeorado. Lo cual arroja un saldo positivo para las cuentas de la Seguridad Social porque ahora hay muchos más indefinidos que antes (aunque también muchos más despidos y bajas por no superar el periodo de prueba).
Pero los temporales han experimentado el proceso inverso: aunque sus efectivos se han desplomado, pero sus bases medias de cotización se han disparado. Esto implica que los contratos temporales son bastante menos volátiles y reciben mejores sueldos. Esto parece contradecir algunos indicadores, como el descenso de la duración de los contratos registrados por el SEPE.
Pero la discrepancia se explica por la desaparición de los contratos por obra y servicio, que no registraban su duración inicial prevista y escondían ante las estadísticas de Trabajo muchos empleos firmados por muy poco tiempo.
Tanto el comportamiento de los temporales como el de los indefinidos se ajusta al guion de los previsible tras la reforma laboral: más empleo estable y menor volatilidad equivale a mejores salarios también entre aquellos asalariados con empleos más precarios. Algo que se aprecia especialmente entre los contratos a tiempo completo, los más numerosos. Pero en este relato hay un 'agujero' importante: los fijos discontinuos.
Tradicionalmente estos contratos han estado ligados a actividades estacionales, sobre todo en el sector turístico, que encadenaban periodos de inactividad de meses en los que el trabajador ni percibe salario ni cotiza. Esto lleva a que su retribución media siempre haya sido muy inferior no solo a la de los indefinidos ordinarios, sino también respecto a los temporales. Pero la reforma laboral introdujo cambios en esta figura para permitir que se utilizara en más sectores, en sustitución de los eventuales por obra y servicio. Esto debería haber reducido la 'brecha retributiva', ya que se realizarían en sectores con menos periodos de inactividad.
Esto no ha ocurrido: aunque el número de trabajadores fijos discontinuos se multiplicó por 2,4 veces, la diferencia entre las bases de cotización de otros trabajadores ha empeorado. Algo que se puede explicar porque la volatilidad de los fijos discontinuos sigue repercutiendo en sus retribuciones de una manera mucho más acentuada que la de los temporales. Lo que implica que el encadenamiento de periodos de inactividad sigue penalizando estos contratos, aunque ya no se limiten a actividades estacionales.
Donde se ve con más intensidad esta paradoja es en los contratos a tiempo parcial. Aquí, la mejora de las bases de cotización de los temporales es mucho mayor y casi se equipara la de los indefinidos. Pero la brecha entre los tipos de contrato se amplía especialmente respecto a los fijos discontinuos, que acaparan además una proporción de puestos a media jornada mayor que el resto.
En este sentido, los datos muestran que la reforma laboral habría tenido dos efectos directos en las retribuciones y en la recaudación por cotización: un incremento sustancial del empleo indefinido ordinario y una mejora de los sueldos de los temporales. Sin embargo, los fijos discontinuos se han quedado al margen de esta mejora, lo que les lleva a seguir siendo los empleos peor retribuidos, con cada vez mayor distancia ante el resto de cotizantes.
Relacionados
- Díaz sancionará a los fijos discontinuos que no se reincorporen a su puesto
- Los fijos discontinuos acaparan el 52% del empleo creado en abril
- Abuso en el periodo de prueba: Trabajo lanza una inspección tras dispararse un 837% entre los fijos
- El mapa del paro 'escondido' bajo los fijos discontinuos se vuelve contra el PP