
La crisis de inflación iniciada en 2021 no tiene precedentes en las últimas décadas. No solo por su intensidad, debida al inédito encadenamiento de factores que la han provocado (desde la pandemia a los problemas de suministros en diversos factores a la guerra en Ucrania), sino porque ha coincidido con una insólita tensión entre oferta y demanda en el mercado de trabajo que está disparando los salarios y, con ello, el temor a los efectos de segunda vuelta que eleven aún más los precios. Una espiral que lleva a que, pese al incremento de las nóminas, los trabajadores sigan todavía muy lejos de recuperar el poder adquisitivo perdido en los últimos dos años. Tanto que ni siquiera los expertos se atreven a estimar cuándo lo lograrán.
No hay una comparecencia de ningún alto cargo del Banco Central Europeo, empezando por su presidenta, Christine Lagarde, en la que no se hable del 'sobrecalentamiento' del mercado laboral, un escenario en el que el paro está en mínimos y las vacantes en máximos en la mayoría de las economías del euro. Esta 'estrechez' de la mano de obra disponible lleva a que los trabajadores tengan un poder inédito para reclamar subidas salariales que llegan incluso a desafiar el muro de contención que suponen los convenios colectivos, que fijan incrementos por debajo de lo que suben realmente los salarios nominales.
Como señala el analista de Oxford Economics Rory Fennessy, esto es buena noticia para los trabajadores, ya que "compensará gradualmente el impacto en los ingresos reales de los hogares". Para el BCE no tanto, ya que retroalimentaría la inflación por una doble vía: evitando una menor demanda que presione el IPC a la baja, pero también incrementando los costes laborales de las empresas que acabarán trasladando a precios. Y no hay señales claras de que esta tensión vaya a reducirse a corto ni medio plazo.
Un sobrecalentamiento 'cíclico'
Fennessy habla de factores "temporales" o "cíclicos" que prolongarán el actual periodo de "fuerte crecimiento de los salarios nominales". Entre los primeros destaca lo qu denomina "expectativas de empleo". Es decir, la confianza de los trabajadores a la hora de negociar mayores subidas de sueldo porque saben que si su empleador actual no lo hace, no tendrán problemas en encontrar a otro dispuesto a hacerlo para cubrir sus propias vacantes.
Tanto la Fed estadounidense como el BCE consideran que, precisamente, una subid de tipos que endurezca la financiación debería contribuir a "relajar" estas expectativas. Lo haría, además, de forma que "reduzca el dinamismo del mercado laboral" sin que el desempleo aumente bruscamente, como ocurriría en un escenario de crisis económica convencional.
Sin embargo, este plan ha tenido un efecto desigual en Estados Unidos y en la zona euro, donde las vacantes siguen disparadas. Para Fennessy, la clave está en que la actividad de los servicios, "que es intensiva en mano de obra" y "ha demostrado ser más robusta que otros sectores este año". Si, además, tenemos en cuenta que las actividades que movilizan más trabajadores, como la hostelería, el turismo o el comercio ya tenían, de media, los sueldos más bajos, esto explica que ahora lideran la presión salarial y que esta tenga un alcance más amplio para la economía.
El economista considera que la actual "estrechez cíclica" apoyará el crecimiento de los salarios reales a medida que los asalariados busquen compensar su pérdida de poder adquisitivo. Pero se encuentran con que las presiones inflacionarias también persisten, entre ellas las derivadas de las propias alzas salariales que los trabajdores exigen para contrarrestarlas. Un círculo pernicioso que se traduce en que "los ingresos reales podrían tardar varios años en recuperar su máximo de 2021".
No hay síntomas estructurales
Sin embargo, Fennessy cuestiona que la tensión del mercado de trabajo tenga carácter más profundo. No faltan las voces que a que el sobrecalentamiento se explica porque la tasa de paro "estructural", el mínimo al que puede bajar el desempleo en circunstancias convencionales se ha reducido. Esto implica que el 'stock' de personas por emplear es más amplio. Frente a este optimismo, el analista de Oxford Economics objeta que este ritmo de mejora del desempleo se está ralentizando "y es probable que pronto se estanque".
Y aunque se rompa la barrera del paro advierte que los beneficios que implica para una economía tener un nivel mínimo de paro se "están desvaneciendo" a medida que los parados disponibles son cada vez más difíciles de emplear. Y es que el paro estructural se concreta en parados más difíciles de incorporar al mercado laboral. El BCE confía en la 'mano de obra oculta' que suponen los desempleados desanimados, que no cuenta como parados y se incorporan al mercado laboral, pero esta denominada 'holgura laboral' también está alcanzado niveles mínimos en muchas economías, como la española (aunque siguen suponiendo más de un millón de personas en nuestro país)
En cualquier caso, para Fennessy el problema principal no estaría tanto en la reducida oferta de mano de obra disponible como en la "robusta" demanda por parte de las empresas, que ha llevado a medidas de todo tipo para evitar que la competencia les robe trabajadores. A su juicio, es la causa de otro de los fenómenos detectados en estos años: la caída de obras trabajadas. "Es probable que se deba en parte al acaparamiento de mano de obra, ya que las empresas optan por retener a los trabajadores con jornadas más cortas". Pero esto también implica que esos trabajadores pueden negociar salarios más altos. Pero esto tiene un carácter cíclico, no estructural.
A no ser, como señala Fennessy, que se produzcan "cambio de actitudes laborales" (por ejemplo, que los trabajadores exijan teletrabajo, mayor conciliación) que podría repercutir también en los salarios. Aunque este fenómeno se ha visto en algunos sectores, como el tecnológico, su pervivencia e impacto a largo plazo aún no está clara.
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