Durante el último año, el Banco Central Europeo ha observado con sorpresa cómo sus esfuerzos para mitigar la inflación chocaban con la resistencia de un mercado laboral 'sobrecalentado' que apuesta por las subidas de los sueldos desafiando al endurecimiento de los tipos de interés. Lo que retroalimenta a su vez los precios en un 'círculo vicioso' que parece imposible romper. Pero un reciente análisis de la institución que preside Christine Lagarde parece apuntar a una salida: el afloramiento de una mano de obra 'oculta', que será clave para enfriar los problemas que afrontan muchas empresas a la hora de contratar. Y, con ello, aflojará la presión sobre los sueldos.
Pese a las convulsiones de un periodo de tres años y medio en el que se han encadenado una crisis sanitaria por el COVID 19 y una energética por la guerra de Ucrania, el mercado laboral de la zona euro parece más fuerte que nunca. Varios países, entre ellos la principal economía de la región, Alemania, registran más vacantes de empleo que parados, un indicador que ilustra el desencaje entre oferta y demanda de trabajadores y que se registra incluso en los países peor posicionados en el ranking de oportunidades laborales, como España.
La tasa de desempleo está en niveles excepcionalmente bajos en todos los países que usan la moneda única. En varios, marca umbrales de mínimos históricos. Esto, inevitablemente, lleva a una situación en la que las empresas que sigue necesitando contratar encuentran cada vez menos personas para hacerlo, lo que les obliga a pagar más para contratar y para evitar que sus trabajadores se vayan a la competencia. ¿Pero por cuánto tiempo seguirá produciéndose este fenómeno?
Para analizarlo, hay que tener en cuenta cómo ha evolucionado la población activa. Según el análisis elaborado por los economistas del BCE Agostino Consolo, António Dias Da Silva, Catalina Martínez Hernández y Marco Weißler, en los años anteriores a la crisis se aprecia un empeoramiento en la tendencia de evolución de la fuerza laboral como consecuencia de la larga crisis financiera, que arrojó a muchas personas fuera del mercado laboral. La pandemia y los confinamientos provocaron un brusco incremento del número de los que ni trabajan ni buscan activamente empleo (requisito para contar como parado a efectos estadísticos), lo que la redujo aún más.
Tras los confinamientos, muchos de estos inactivos están volviendo al mercado laboral, como desempleados propiamente dicho (es decir, buscando activamente empleo) o directamente como ocupados. Pero el incremento de la población activa ha ido más allá de la mera recuperación de lo ocurrido en 2020. En junio de 2023, se situaba en torno a 3,8 millones por encima de su nivel de enero de 2020 y rompe al alza con tendencia que se registraba antes de la pandemia.
Según el estudio, solo alrededor del 37% de los nuevos contratados en el primer semestre de 2023 habían estado desempleados en el trimestre anterior: el 63% restante se consideraban inactivos, es decir, no contaban par ala fuerza laboral. Esta tendencia prolonga la detectada en el año anterior: en 2022, la mano de obra 'oculta' fuera de la población activa representó el 60% de los nuevos empleados, cuando antes de la pandemia se quedaban en el 49%.
En esta evolución influye, y mucho, el descenso de la tasa de paro en la zona euro. Pasó del 10,7% de media entre 20119 y 2019, al 7,3% entre 2021 y 2022. Y al haber menos desempleados hay más necesidad en 'aflorar' la mano de obra de los inactivos. Algo a los que ha contribuido decisivamente la mejora de los salarios en la zona euro, tanto los que ofrecen las compañías como los SMI que fijan los gobiernos.
Sin embargo, algunos expertos advierten de que este 'caladero' de mano de obra oculta también se está reduciendo, como indican los datos de la denominada 'holgura laboral'. Este indicador revela que el porcentaje de personas sin empleo que no lo buscan activamente (o lo hacen pero no se pueden incorporar inmediatamente a un empleo) se situaba en el segundo trimestre de 2023 en el 3,7%, medio punto por debajo del mismo periodo de 2019.
Pero este dato no incluye a los inactivos que no figuraban en las estadísticas de fuerza laboral porque no estaban en el país. Es decir, la inmigración. En la primera fase de la pandemia, desde el cuarto trimestre de 2019 hasta el cuarto trimestre de 2020, la población activa extranjera disminuyó un 2%, mientras la general retrocedió un 1,2%. A la inversa, desde el primer trimestre de 2021 hasta el primer trimestre de 2023, los trabajadores extranjeros representaron el 41% del aumento total de la población activa, creciendo su peso sobre el total del 10,3% al 11,4% durante ese periodo.
Por ello, los autores advierte de que para poder considerar la holgura laboral como "indicador cíclico" más preciso en una situación como la actual se ha de tener en cuenta el "peso creciente de las transiciones de la inactividad" al empleo.
Factores contradictorios
Sin embargo, ni la recuperación de la inmigración ni el 'rescate' de los inactivos parecen haber tenido hasta ahora un impacto claro en el 'enfriamiento' del mercado laboral. La razón es que, según el BCE, las características de los nuevos empleados difieren de los que ya estaban trabajando (que el estudio denomina 'titulares'), pero también entre ellos, según si provienen del desempleo o de la inactividad. Y estas diferencias incluyen sus ingresos laborales.
Según el estudio, los nuevos ocupados son más jóvenes y tienen un nivel de estudios inferior al de los titulares que llevan años trabajando. También es más probable que sean mujeres, trabajen a tiempo parcial y tengan niveles más bajos de ingresos laborales. Sin embargo, los contratados procedentes del desempleo ganan el equivalente al 55% de los ingresos medios de los titulares, mientras que los que provienen directamente de la inactividad al empleo tienen un nivel medio de ingresos laborales que equivale aproximadamente al 80% del obtenido por los titulares.
El análisis considera que el "efecto de composición" estadístico hace que el impacto sobre el crecimiento salarial global de estas diferencias entre trabajadores previamente inactivos o parados sea reducido. Pero las divergencias muestran que hay un cierto grado de incertidumbre en el análisis.
Y es que, aunque los expertos consideran que una mayor participación de los trabajadores anteriormente inactivos puede "aliviar la rigidez del mercado laboral", la forma en la que se traslade eso a los salarios depende de los diversos factores que impulsan el aumento de la población activa y las necesidades de mano de obra.
Si los cambios en las "tasas de incorporación" se deben a una mayor demanda de trabajadores altamente cualificados (nacionales o inmigrantes), la presión salarial será mayor. Pero si se deben a una mayor oferta de trabajadores (los inmigrantes suelen ocupar posiciones de cualificación media o baja, pero también lo hacen los trabajadores 'marginales' más propensos a la inactividad) pueden contribuir a limitar las demandas salariales.
De hecho, los autores consideran el aumento del poder de negociación de los trabajadores está asociado a tres factores: el "aumento generalizado de los salarios mínimos", que ha contribuido a "animar a los trabajadores marginales" a reincorporarse a la población activa"; el "descenso de la inmigración" durante los años COVID-19 y "la creciente escasez de mano de obra". Pero a ello se suman otros factores no menos importantes como la evolución económica y la productividad, la demografía (la edad media de la fuerza laboral), y los avances tecnológicos que determinan qué puestos pueden ocupar los trabajadores disponibles.
Salarios frente a mano de obra
Para determinar el impacto de cada una de estas variables, el estudio propone un modelo que tiene en cuenta estas y añade otras más, como los esfuerzos de búsqueda de empleo o el número de horas trabajadas, o el desajuste entre la oferta y la demanda de mano de obra.

El modelo muestra que las claves macroeconómicas, es decir, la demanda y la oferta agregadas han sido los factores clave para la población activa desde la pandemia y explican la mayor parte de su caída inicial y su recuperación posterior. Ambas recogen los cambios tecnológicos, las restricciones de movilidad relacionadas con la pandemia, y los impactos diferenciados de la crisis sanitaria por sectores de actividad.
Pero las "perturbaciones específicas" del mercado laboral han proporcionado un impulso adicional. Por un lado, el mencionado aumento del "poder de negociación de los trabajadores" eleva los sueldos y propicia la reactivación de los inactivos. Su efecto ha sido especialmente intenso en el último año y medio, aunque en los últimos meses se producen una mejora de la oferta de mano de obra gracias a la inmigración en los últimos meses.
Sin embargo, la mayor capacidad para pedir subidas de sueldo de los trabajadores depende de la falta de mano de obra. Si esta aumenta porque se afloran inactivos y llegan inmigrantes, esta capacidad se verá laminada tarde o temprano. Los desajustes entre la oferta y la demanda de perfiles cualificados "siguen siendo un lastre para la población activa" y refleja una contribución negativa en la fuerza laboral.
Pero este factor se concentra en sectores particulares, como los tecnológicos y su peso sobre el total del empleo es más reducido. Por ello, el estudio concluye que "a igualdad de otros factores", el aumento de la oferta de mano de obra tendrá "un efecto atenuante sobre la presión salarial" que debería irse acentuando en los próximos meses, según más inactivos se sumen al mercado laboral.