
El mercado está deseando que se confirme el modo pausa para los bancos centrales, mientras los datos de inflación se van relajando. Sin embargo, el BCE va un par de pasos por detrás para dar por finalizado el ciclo alcista de los tipos de interés. Todavía teme un recalentamiento de los precios motivados por el "ojo por ojo". Lagarde recordó la semana pasada que hay riesgo de que empresas y trabajadores intenten recuperar los ingresos perdidos por la inflación y que provoque una espiral alcista de precios.
El BCE teme a la ley del talión, el ojo por ojo y diente por diente, entre los agentes económicos, a estas alturas de la película. El IPC de toda la eurozona cayó en mayo al 6,1% interanual, al nivel más bajo desde febrero de 2022, justo antes de que empezara la guerra en Ucrania y se dispararan los precios energéticos y de varias materias primas y alimentos a raíz del conflicto bélico. Pero el dato más importante vino de la inflación subyacente, donde está excluidos los precios de la energía y alimentos no elaborados y suele estar considerada como más pegajosa. Bajó cuatro décimas al 6,9%, el nivel más bajo en el año.
"Europa muestran los primeros signos de enfriamiento", destacaban BBVA Research después del dato y teniendo en cuenta los indicadores de sincronicidad y persistencia de la inflación que utilizan. La firma los empezó a utilizar para rastrear las presiones inflacionistas creadas por los precios de la energía y los problemas en la cadena de suministro. En su último informe apuntaba que "la disrupción creada por los cuellos de botellas tiende a la normalización en la zona euro".
Desde Berenberg aseguran que los datos de inflación "respaldan nuestra previsión de que la inflación subyacente probablemente se desacelerará por debajo del 4% para el cuarto trimestre de 2023, mientras que la cifra general debería caer por debajo del 3% para ese momento".
Pero el BCE no se fía. El mismo día en el que se publicaba el dato de inflación, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, pronunciaba un duro discurso contra la inflación y aludió al "ojo por ojo". La banquera advertía de que, si trabajadores y empresas trataban de compensar la pérdida de ingresos reales, podríamos ver una espiral negativa tomando fuerza. "Un período de recuperación del crecimiento salarial no tiene por qué causar una inflación indebidamente persistente a lo largo del tiempo, si los costos del shock energético finalmente se comparten de manera equilibrada", explicaba Lagarde.
Desde hace unos cuantos meses, los temores de efectos de segunda ronda sobre la inflación está encima de la mesa. Los economistas del BCE Oscar Arce, Elke Hahn y Gerrit Koester verbalizaron este miedo en el blog de la institución. Lo llamaron tit-for-tat inflation, o inflación del ojo por ojo, y señalaban que esta dinámica de precios "podía dañar a todo el mundo".
El equipo del BCE admitía que las empresas "estarían aumentando sus márgenes por encima de lo que estaría justificado por los costos más altos de los insumos para recuperar también por completo las pérdidas anteriores de ingresos reales de los diversos shocks de los últimos tres años". Y señalaban que "los trabajadores quieren minimizar su parte de la carga acudiendo a las nuevas ofertas del mercado para recuperar las pérdidas de salarios reales resultantes de los precios más altos".
Récord de beneficios
Desde el punto de vista económico, el año pasado estuvo marcado por la inflación, pero desde el punto de vista corporativo destacó los beneficios, ventas y márgenes récord, que registraron una variopinta mayoría de empresas.
Las compañías trasladaron con rapidez a sus clientes el incremento de costes y ahora está siendo el turno de los salarios. Lagarde pronunció su discurso anti subida de salarios en Hannover (Alemania), en un territorio a favor de obra en la ortodoxia monetaria.
"Los mercados laborales de toda la zona del euro están tensionados y los trabajadores tienen un poder de negociación considerable, que están empezando a utilizar para recuperar las pérdidas provocadas por la inflación", comentó. Y añadió, "esta situación es especialmente visible aquí en Alemania".
La principal economía del euro no pasa por su mejor momento. Ha entrado en recesión técnica, y su mercado laboral es de los más tensionados de la zona euro. La escasez de mano de obra alcanzó máximos históricos en la segunda mitad del año pasado, lo que está propiciando fuertes revisiones al alza de los salarios. Los salarios en Alemania aumentaron un 3,9% en el cuarto trimestre del año pasado y un 5,1% en el primer trimestre de este año.
El BCE ha detectado que, en el último trimestre del año pasado, los beneficios empresariales en la zona del euro contribuyeron a más de la mitad de la construcción de los precios internos, medidos por el deflactor del PIB, en comparación con un promedio histórico de un tercio. Al comienzo de año, "las crecientes presiones salariales se están convirtiendo en un impulsor más importante de la inflación", explicó Lagarde. Hasta ahora, los trabajadores se han enfrentado a una pérdida significativa debido a la erosión de los ingresos laborales generales provocada por la crisis energética. En la zona del euro, los salarios reales a fines del año pasado todavía estaban alrededor de 4 puntos porcentuales por debajo de los niveles previos a la pandemia.
Lagarde confía en que el descenso del precio de la energía "debería limitar la capacidad de las empresas para aumentar aún más los márgenes de beneficio". El razonamiento es el siguiente: "hay menos probabilidad de que los consumidores acepten aumentos de precios desproporcionados cuando saben que las empresas están ahorrando en sus facturas de energía". Dicho de otra manera, la demanda que baja la barrera para que la inflación se expanda se comenzar a subir.
Pulso entre oferta y demanda
El escenario central de los economistas del BCE para el pulso que mantienen consumidores y empresas contempla que "tanto los costes laborales unitarios como los márgenes de beneficio crecerán de forma más moderada durante los próximos tres años". El equipo de la Dirección General de Economía asume que los inputs de salarios más altos, "deberían disminuir con el tiempo, a medida que la inflación de la zona del euro disminuya gradualmente gracias a la reducción de los costos de la energía y otras materias primas". Además, de un enfriamiento de la economía provocada por la política monetaria, lo que debería a contribuir que se ajuste la oferta y la demanda.
"El mayor riesgo es que los sucesivos ajustes de precios y salarios conduzcan en última instancia a una espiral de salarios y precios con efectos duraderos sobre la inflación", alertan desde el BCE. La peor pesadilla de un banco central es que la inflación no permanezca "anclada" al objetivo. Para el BCE es el 2% y para que los precios terminen desanclados, las expectativas tienen que distanciarse de la meta. El riesgo del que hablan los economistas del banco significa que el BCE perdería el control de los precios, daría igual un poco sus decisiones, la inflación seguiría subiendo, y estaría en riesgo la estabilidad financiera del euro.
Durante esta crisis de inflación y de ajuste monetario, los banqueros centrales siempre han jurado y perjurado que "las expectativas de inflación están ancladas", aunque ha admitido que había riesgos de perder el control de los precios. Este jueves serán muy importantes las proyecciones de inflación del BCE. Las últimas de marzo situaban el IPC en el 2,1% en 2025. La décima es muy simbólica porque significa que todavía el trabajo no está terminado para doblar la mano a los precios.