
"Estamos a las puertas del peor escenario para las bolsas y de la peor recesión que haya visto en mi vida". Con tan crudo pesimismo se expresaba, a principios de marzo pasado, el prestigioso inversor y analista estadounidense Jim Rogers. Dos meses después, resulta aún muy arriesgado dar por hecho el vaticinio de Rogers y asegurar que el PIB global está abocado a una contracción. Ahora bien, es innegable que el segundo semestre de este año será un periodo de gran incertidumbre, en el que actuarán seis factores decisivos capaces de, como mínimo, plantear un grave obstáculo a la economía global.
Como telón de fondo de todos ellos se encuentra el cisne negro por excelencia de 2022: la agresión a Ucrania por parte de Rusia. Su desenlace no sólo es inseguro en el campo de batalla sino especialmente en el ámbito económico, ahora que se plantea seriamente un bloqueo a las exportaciones de gas rusas hacia el resto de Europa.
No es lo importante que la UE se autoimponga ese cierre o que sea el presidente Putin quien lo decida, como ya está ocurriendo en el caso de Polonia. Lo que resulta claro es que la industria alemana se verá directamente golpeada, aunque el bloqueo llegue en pleno verano, y aboca a la locomotora europea a la recesión, ahora que sus datos de crecimiento son extremadamente débiles (un 0,2% en el pasado trimestre).
Más difícil resulta que el conjunto de la eurozona vea contraerse su PIB. Sin embargo, sí es posible que el corte de gas ruso sustraiga dos puntos a su crecimiento en este mismo año, según los cálculos del Instituto Bruegel, el prestigioso laboratorio de ideas con sede en Bruselas.
Además, la posibilidad de evitar la recesión (al menos en 2022) supone un flaco consuelo en la Unión Monetaria considerando que se enfrenta a un fenómeno aún más temible, la estanflación, alimentado por una segunda amenaza de tanto calado como la persistencia de los precios en niveles inusualmente altos todavía al cierre de este ejercicio.
Datos aún escandalosos
De la contumacia de la inflación dan fe la previsión de un IPC general aún situado en el entorno del 5% en la eurozona, tal y como asume el BCE y, aún más próximo en el tiempo, el decepcionante comportamiento de los precios al consumo en EEUU el mes pasado, con un abaratamiento mínimo que dejó su tasa interanual en un todavía escandaloso 8,3%.
En un contexto tan endiablado como el actual quienes deberían contribuir a solucionarlo, pueden convertirse, contra su voluntad, en un agente que contribuya a empeorarlo. Los bancos centrales a ambos lados del Atlántico son prisioneros de esa paradoja.
Con una inflación subyacente del 3,5% es imposible que el BCE evite las alzas de tipos
En EEUU, la Reserva Federal ya retiró estímulos y tiene definido su calendario de alzas de tipos. El descenso del PIB de EEUU en el primer trimestre no puede desviar a la Fed de esa ruta ante los máximos del IPC. Mucho más desentrenado en cuanto a cambios en política monetaria se encuentra el BCE, pero ya incluso su presidenta Christine Lagarde, caracterizado por su carácter de 'paloma' frente a los 'halcones' alemanes, asume que, ante una inflación subyacente del 3,5%, el precio del dinero deberá subir ya en julio, con independencia de las dificultades que atraviese la economía.
Mientras, otro motor del PIB global, China, presenta dificultades comparables o mayores, dado que s encuentra en el centro de los problemas de las cadenas de suministros y del encarecimiento de las materias primas. A ello se suman problemas más domésticos, pero siempre graves para un gigante, como son los problemas de su sector inmobiliario, aquél que supone casi el 30% de su PIB.
Es cierto que la severa política del presidente Xi para combatir el coronavirus empieza a destensarse en el puerto de Shanghái. Con todo, la política de Covid-cero tiene visos de que estará aún vigente en China hasta principios del verano, lo que dejará su impronta en el crecimiento del PIB chino, cuyo avance se arriesga a quedar por debajo del 4% en el conjunto de este año.
Un hito para el combustible
Y las malas noticias no se acaban de ahí, ya que China, como el mayor consumidor global de materias primas, sufrirá especialmente el impacto de un factor desestabilizador como es el encarecimiento del petróleo. El crudo suele estar presente, de una u otra forma , en todas las crisis, y ésta no será una excepción, pero marcando un hito ya que, por primera vez, el gasóleo dejaría de ser definitivamente más barato que la gasolina.
Al igual que en 2008, una burbuja en un activo especulativo despierta temores
Pero aún habrá reminiscencias de pasadas crisis en el hecho de que, ahora como en 2008, existe un activo especulativo cuya evolución se muestra capaz de incrementar la inquietud que ya se acumula en un 2022 aciago para los mercados. Algo muy grave está ocurriendo cuando el propio BCE da la voz de alarma sobre el crecimiento desaforado de las criptomonedas y sitúa su grado de amenaza al nivel de que acumularon las hipotecas basura estadounidense en los inicios de la que se llamó la Gran Recesión.