
Los líderes de la Unión Europea se reúnen esta semana en Bruselas, en un Consejo Europeo de nuevo marcado por el recrudecimiento de la guerra en Ucrania, en el que abordarán la situación en el país, la necesidad de incrementar las capacidades de defensa del bloque y reducir la dependencia energética de Rusia, no sin amortiguar las inevitables consecuencias económicas y sociales para los ciudadanos y las empresas europeas.
"Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para esas crisis". Esta cita de Jean Monnet, uno de los padres fundadores de la Unión Europea, se ha convertido casi en un cliché. El conocido como 'método Monnet' se ha visto confirmado en no pocas ocasiones en la última década. Hizo falta una crisis financiera que casi dinamita el euro para que se avanzara hacia la integración económica y fiscal. Fue necesaria una pandemia para que cayera el tabú de la emisión conjunta, masiva, de deuda. Y solo una guerra con Rusia a las puertas de Europa ha hecho que los gobiernos europeos den pasos para reducir la dependencia energética del país, y encuentren consenso para avanzar en la política de defensa de la UE.
La pandemia del COVID19 y sus desastrosas consecuencias socioeconómicas acabó con tabúes importantes en Europa. El conflicto en Ucrania va camino de poner fin a buena parte de los que quedaban. En cuestión de semanas, la UE ha decidido por primera vez en su historia financiar la compra y el envío de armas a un tercer país en guerra. Además, según fuentes comunitarias, los veintisiete explorarán la puesta en marcha de un fondo que aporte liquidez al gobierno ucraniano a corto plazo y contribuya a la reconstrucción del país a largo plazo. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, habría discutido los detalles con el presidente de Ucrania Volodymyr Zelenskyy, durante una llamada de teléfono el pasado viernes.
El impacto de la guerra en Ucrania, un país arrasado por los bombardeos indiscriminados del ejército ruso de Vladimir Putin que se ha cobrado ya la vida de miles de civiles, no es comparable con las consecuencias para la economía europea. Pero la capacidad de herir la economía rusa de los cuatro paquetes de sanciones sin precedentes que la UE ha puesto en marcha en las últimas semanas, radica precisamente en la exposición del propio bloque a sus consecuencias. El aumento incontrolado de los precios de la energía es para muchos el más urgente.
El reto energético
El impacto de las mismas sobre la economía rusa es indudable. Los mercados llevan semanas cerrados, el rublo está hundido, y la liquidez del Kremlin se desvanece. Pero nada de esto ha sido suficiente para frenar la ofensiva de Putin, los efectos de algunas de las medidas solo se notarán a largo plazo. La presión aumenta y las divisiones empiezan a aparecer en una UE que, hasta ahora, ha mostrado una firmeza y una unidad sin precedentes.
En la cumbre, los líderes de la UE no estarán solos. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, estará en Bruselas con motivo de la cumbre extraordinaria de la OTAN el jueves, y participará también en la reunión. Desde Washington, aumentan las voces que piden a Europa que corte el grifo de importaciones de gas y petróleo rusos - pero la dependencia de los veintisiete sigue siendo importante. El Este presiona en la misma dirección pero Alemania se resiste. Y el sur pide medidas para limitar el impacto en la factura de los ciudadanos y las empresas.
Grecia, Italia, España y Portugal se reunieron el pasado viernes para escenificar una posición común de sobra conocida y pedir medidas concretas y efectivas a corto plazo para reducir el precio de la electricidad. Bruselas se abre a introducir límites a los precios.
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