
La inflación en España ha tocado máximos no vistos desde 1986. Con una tasa de variación anual del 7,6%, el impacto sobre los hogares es evidente: unos precios al alza y unos salarios todavía 'adormecidos' generan una pérdida de poder adquisitivo sin precedentes en las últimas décadas. No obstante, la parte más grave de esta situación es el desigual impacto que tiene la inflación sobre los hogares. Las familias de menor renta son las que están sufriendo el impacto con mayor intensidad a través de canales diferentes.
Por un lado, los componentes de la cesta que están subiendo de precio con más fuerza son los que tienen un mayor peso relativo en la cesta de los consumidores con menor renta. Por otro lado, estos mismos hogares (de menor renta) son los que no han podido acumular ahorro durante la crisis del covid (el exceso de ahorro se concentró en las rentas altas), por lo que el colchón para hacer frente a estos gastos es relativamente inferior.
Por último, estas personas suelen tener empleos en sectores que han sido golpeados con mayor crudeza por la pandemia y presentan, de media, mayores dificultades para negociar sus salarios al alza o lograr algún tipo de indexación.
Inflación y ahorro
Desde el think tank Bruegel ponen de manifiesto esta situación con datos actuales y advierten que "la inflación puede tener efectos distributivos por muchas razones. Aunque sea temporal, una inflación más alta suele pesar más sobre quienes carecen de ahorro para suavizar su consumo a lo largo del tiempo".

En consecuencia, la fuerte subida de los productos de primera necesidad tiene un mayor impacto en los tramos de renta más baja: "Según nuestras estimaciones, el diferencial de inflación en bienes de primera necesidad entre las rentas más bajas y las más altas (lo que se conoce como inflation inequality) pasó de 0,1 puntos porcentuales (p.p.) en enero a los 0,8 p. p. en diciembre de 2021, la máxima diferencia en, al menos, una década. Es decir, aunque la inflación a diciembre de los bienes de primera necesidad fue cercana al 7% (sin gasolina), esta fue distinta según el nivel de renta. Para las rentas más bajas, hemos estimado que dicha inflación fue del 7,3%, mientras que para las rentas más altas fue del 6,5%. Todo hace indicar que los nuevos datos de inflación actualizados a febrero están incrementando esta brecha".
Màxim Ventura Bolet, también economista de CaixaBank Research, presenta otra nota en la que se analiza la inflación por clases y subclases y detecta que en febrero la subida de precios se expandió a una mayor gama de bienes y servicios, pero las diferencias siguen siendo muy intensas. "En febrero, el 73% de la cesta de consumo mostró tasas de inflación iguales o superiores al 2% (frente al 63% del mes pasado y el 30% en septiembre), y la proporción de la cesta con tasas de inflación por encima del 5% (32% de la cesta) ya es superior a la proporción de bienes con tasas menores del 2% (27% de la cesta)".
No obstante, al igual que el mes anterior, la subclase de electricidad es la que tuvo la mayor inflación (80,5%) con una contribución de 3,3 puntos porcentuales a la inflación general de febrero seguida por los combustibles líquidos (inflación del 52,3%) cuya contribución fue de 0,3 puntos porcentuales. La contribución total de las 10 subclases con mayor inflación fue de 5,8 puntos porcentuales. El top 10 de las subclases con mayor inflación sigue siendo mayoritariamente del componente energético, aunque también destacan algunas partidas alimenticias, señala Ventura Bolet. Energía y alimentos, dos componentes que tienen un mayor peso relativo en la cesta de la compra de los hogares españoles de menor renta.
Así cambia la cesta de la compra según aumenta la renta
Para entender esto hay que pensar en la cesta de la compra que tendríamos cada uno de nosotros si tuviésemos un salario ajustado u otro mucho más alto. Con una renta pequeña, la mayor parte de nuestro consumo se destinaría a los bienes y servicios básicos (imprescindibles para alcanzar un estándar de vida digno) como los alimentos, la electricidad o la calefacción. Sin embargo, a medida que la renta se incrementa, el peso relativo de esos componentes básicos cae en favor de los servicios (restaurantes, viajes, ocio...) y de otros bienes (tecnología, cuidado personal...). Las subidas de precios apenas han alcanzado, por ahora, a estos últimos bienes y servicios que tienen más peso en las cesta de los hogares de mayor renta, según los últimos datos del INE.

Para finalizar, otro de los canales está en la parte del activo de las familias según su nivel de renta. Las familias con menor renta suelen mantener una mayor proporción de sus ahorros en cuentas bancarias remuneradas a unos tipos de interés muy bajos que no están protegidas contra la inflación (mientras que los segmentos más ricos de la población suelen tener acciones o activos vinculados a la inflación, por ejemplo).
Tal y como revelan los datos de la última Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España, son las familias con una menor riqueza neta las que mantienen una mayor parte de sus activos financieros en depósitos (el 57% de todos sus activos financieros) y otros instrumentos que hoy son incapaces de ofrecer una rentabilidad ni siquiera cercana a la de la inflación.
Los cientos de miles de millones de euros en depósitos que atesoran los españoles pierden poder de compra día a día. De media (incluyendo las rentas altas y bajas), el 24,5% de los activos financieros de los españoles están precisamente en depósitos. Estos instrumentos ofrecen una rentabilidad del 0,01% en España y del 0,20% en la zona euro (depósitos a un año), muy lejos de cubrir el incremento del coste de la vida. Así, los golpes para el poder adquisitivo llegan por varios frentes: subida de precios de bienes básicos, menor ahorro y menor rentabilidad de ese ahora. Aún queda otro factor más.
Como señalan los economistas de Bruegel también es importante poner sobre relieve el menor poder de negociación de los trabajadores con bajos ingresos que suelen presentar una cualificación menor (o menos demandada en el mercado laboral), lo que también puede conducir a salarios reales más bajos si la inflación rebasa año a año el crecimiento de los sueldos. En esta crisis queda patente que la inflación es el impuesto de los pobres, que sufren con mayor intensidad el alza de los precios a través de diferentes canales.