Una Europa "poderosa en el mundo, plenamente soberana, libre de sus elecciones y dueña de su destino", ese es el legado al que aspira el presidente francés, Emmanuel Macron, cuando su país deje dentro de seis meses la presidencia del Consejo de la que se hace cargo este mes de enero, y que centra sus prioridades en las agendas verde y digital, la recuperación económica y el fortalecimiento de la política exterior del bloque.
Macron se pone al frente del Consejo de la UE, apenas tres meses antes de unas elecciones presidenciales en las que espera revalidar su mandato. La presidencia de Francia, inevitablemente, estará marcada por un equilibrio casi imposible entre los intereses franceses, los europeos, y una campaña electoral en pleno apogeo.
La presidencia rotatoria puede tener un papel prácticamente administrativo -decidir la agenda, distribuir documentos, organizar reuniones- o puede suponer un verdadero impulso a determinadas prioridades, marcar el ritmo al que avanzan las negociaciones sobre ciertos textos legislativos o la habilidad de los veintisiete para alcanzar consensos. Pero quien esté los mandos debe, en principio, actuar como un 'honest broker', es decir, como mediador imparcial. Por eso la clave está no tanto en el resultado de las discusiones sino en saber elegir sobre qué va la conversación.
La agenda de la presidencia francesa refleja en gran medida el discurso sobre el futuro de Europa que Macron dio en la Sorbona en 2017 y que ha marcado su política europeísta en los últimos cuatro años. El presidente francés aspira a diseñar una nueva política migratoria para la UE, reforzar la casi inexistente política de defensa del bloque y avanzar hacia una política exterior más cohesionada y firme. Será bajo el mando de la presidencia francesa además cuando concluyan las deliberaciones en el marco de la Conferencia sobre el futuro de Europa, que reúne a ciudadanos de todo el continente para reflexionar sobre cómo debe ser la UE del futuro, una idea inspirada precisamente por el propio Macron.
La agenda económica
En lo económico, las prioridad de la presidencia francesa, dice Macron, es poner en marcha un nuevo modelo de crecimiento para Europa, que pasa por la revolución digital, la innovación, pero también la protección del medioambiente y la defensa del modelo social europeo. Al reto hay que sumar el riesgo de un freno a la recuperación económica derivado del aumento de casos de Covid-19 que está llevando a falta de personal, el repunte de la inflación o la crisis energética.
La regulación de los mercados digitales es una de las prioridades de Francia, que aspira a sacar adelante dos legislaciones clave: la Directiva de Servicios Digitales -que regula el contenido ilegal o los anuncios abusivos- y la Directiva de Mercados Digitales -que trata de garantizar una competencia justa en el sector-. Tras alcanzar Consejo y Parlamento sus posiciones negociadoras, las discusiones comenzarán en las próximas semanas. Esta legislación, pionera en el mundo, será fundamental para definir el marco en el que los gigantes digitales operan en Europa.
El impuesto al carbono
La Unión Europea se ha convertido en referencia en la lucha contra el cambio climático a nivel mundial. Algunas de las legislaciones que la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa en los últimos meses para tratar de reducir drásticamente las emisiones suponen cambios radicales en la industria automovilística, el transporte o la energía. Algunas pasarán previsiblemente por las manos de la presidencia francesa. Pero la UE es consciente de que de poco o nada sirven esos esfuerzos, si el resto del mundo no rema en la misma dirección.
Más allá de la diplomacia verde, la Unión también quiere hacer uso de su importante papel como potencia comercial para influir en la política climática de terceros países. Por eso la Comisión Europea propuso un mecanismo de de ajuste en frontera de las emisiones de carbono, otra de las prioridades legislativas de Macron.
El objetivo de esta herramienta es, por un lado, es fomentar las políticas verdes en otros países ya que será más caro exportar a la Unión Europea aquellos productos -acero, cemento, aluminio, fertilizantes y energía- que no respeten los mismos estándares medioambientales que la UE. Por otro, al introducir esta medida, Bruselas trata de desincentivar que las empresas europeas relocalicen su producción para poder beneficiarse de legislaciones más laxas en este ámbito.
Macron quiere transformar la industria europea para que pueda hacer frente a los retos del futuro, fortalecer las alianzas, fomentar la inversión. Además, quiere que esa transición sea justa. Otra de las legislaciones en las que el francés se ha comprometido a avanzar en estos seis meses al frente del Consejo, es avanzar en la directiva para el establecimiento de salarios mínimos dignos en Europa. El francés ve también la reforma de las reglas fiscales y presupuestarias como parte indispensable de ese ejercicio, además de completar la Unión del Mercado de Capitales. Por eso no esquiva el debate lanzado por la Comisión el pasado mes de octubre y espera contribuir a una la reforma del conocido como Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que parece ahora más fácil con los nuevos gobiernos alemán y holandés, mucho más abiertos a la flexibilidad y la integración económicas en Europa.