Un hecho indiscutible se viene produciendo dentro de la UE: su política migratoria es, si no inexistente, al menos ineficaz, lo cual implica una carga difícilmente asumible por los países más cercanos a África, entre los que está España. Pero existe un nuevo pacto sobre Migración y Asilo, que fue promovido por la Comisión Europea en septiembre de 2020, y tiene como objetivo abordar los desafíos migratorios con los que se enfrenta Europa actualmente.
En palabras de la vicepresidenta de la Comisión Europea para la Promoción del estilo de vida europeo, responsable de la cartera de Migración, Margaritis Schinas, este pacto pretende dar respuesta al panorama actual, que, a su entender, está conformado por un "cúmulo de distintos esquemas reglamentarios y normativos con efectos distintos, basado en la gestión de la crisis". En otras palabras: la gallina.
Pero sigamos con Schinas: "El pacto se asemejará a un edificio de tres plantas", donde la primera es la "dimensión exterior", centrada en "cómo construir relaciones importantes con los países de origen" de las migraciones. En otras palabras: control de fronteras exteriores y aceleración de los procedimientos. En la práctica, esto supondría un control para retornos más rápido y el desarrollo de una Guardia Europea de Fronteras y Costas.
Asociaciones internacionales
La segunda planta del edificio implica -según Schinas- a un amplio abanico de asociaciones internacionales con los países de origen, por ejemplo en el ámbito de retornos, readmisiones, lucha contra el tráfico ilícito, además de la protección de fronteras exteriores comunitarias con refuerzo de guardacostas europeos. La tercera planta es la "solidaridad", basada en "compartir la responsabilidad de asilo entre todos".
El nuevo pacto quiere así presentarse como un gran acto de solidaridad hacia los países frontera de la UE (España, Italia, Grecia). Schinas aseguró que es injusto dejar solos a los países de primera línea en la recepción de inmigrantes.
Para el especialista español Ricard Zapata-Barrero, catedrático en la Pompeu-Fabra, el mencionado Pacto "avala la creación de un contexto hostil hacia fuera, un sistema de filtros y canales de movilidad humana, y de un control casi absoluto del Mediterráneo. […] La cooperación con otros países del Mediterráneo no trata de buscar soluciones a preocupaciones compartidas, sino una clara relación de subordinación para que cooperen y colaboren en materia de control". De hecho, los países mediterráneos fronterizos de la UE, entre ellos España, han manifestado muchas reticencias a su contenido y han roto el consenso.
Zapata-Barrero se pregunta qué incentivos reales tendrán para aprobar el pacto países como Polonia y Hungría, que se han negado hasta ahora a cumplir con sus compromisos de reubicar a los refugiados, actitud que no ayuda en nada a los países fronterizos, que están destinados a recibir cada vez más inmigrantes.
En suma, el mencionado Pacto no es sino un indicador de la crisis que sufre la UE en este campo, y un reconocimiento de la existencia de profundas divisiones internas que ponen en peligro la identidad de la UE y sus aspiraciones como cuerpo político unido.
Para terminar, en palabras de Zapata-Barrero, "la realidad es que las políticas de vecindad de Euromed y el abuso de la condicionalidad están creando un escenario de colapso para la mayoría de los países europeos situados en el sur y en el este del Mediterráneo".