La alta vulnerabilidad de la economía española ante las crisis económicas, en comparación con sus homólogas europeas, vuelve a ser evidente durante la pandemia, en concreto en lo que respecta a la rapidez con la que sus ciudadanos se empobrecieron. Lo delata el descenso del 10% que sufrió el PIB per cápita español entre 2019 y 2020, según los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI), al pasar de 42.600 a 38.442 dólares constantes, sin tener en cuenta el efecto depreciador de la inflación. Ese porcentaje supone exactamente el doble del descenso que sufrió el promedio de la Unión Europea de 27 países en el mismo periodo, cuando menguó desde los 46.728 dólares de 2019 hasta los 44.427 del año pasado (39.100 euros).
Una comparativa más en detalle de España con los demás pesos pesados de la Unión Monetaria tampoco resulta favorecedora. Sin duda, el PIB per cápita se resintió notablemente por los daños del Gran Confinamiento tanto en Francia como en Italia, con descensos interanuales del 7% y del 7,5% respectivamente, pero ninguno de los dos iguala la intensidad del retroceso en nuestro país.
A mucha mayor distancia se encuentra Alemania, cuya más que notable resistencia del tejido productivo limitó el deterioro al 3,5%, inferior incluso a la media comunitaria.

Sin duda, la crisis del Covid-19 supone una convulsión sui generis, difícilmente comparable con otras turbulencias económicas del pasado reciente, en la medida en que contó con una capacidad inédita en las últimas décadas para limitar, y en el peor de los casos paralizar por completo, la actividad de ciudadanos y empresas. Sin embargo, incluso ante un fenómeno único como la pandemia del coronavirus, en la economía española volvieron a aflorar las debilidades y las inercias de siempre.
Precisamente el seguimiento de la evolución reciente de la renta per cápita revela hasta qué punto esta variable sufrió especialmente los embates de la crisis que se desarrolló entre 2008 y 2013 y, de hecho, puede afirmarse que no volvió a ser la misma desde entonces en nuestro país. Para comprobarlo es necesario recurrir a un método de medición más preciso en plazos largos de tiempo, como es la paridad de poder adquisitivo (PPP, según sus siglas en inglés) según la calcula específicamente Eurostat.

En este caso, el llamado INE europeo toma como referencia el nivel de renta per cápita del conjunto de la UE de 27 miembros y le otorga un valor de 100 puntos constante a lo largo de los años considerados.
Un prolongado declive
En 2011, año correspondiente al cénit de la pasada crisis, los españoles estaban muy cerca de igualar el promedio comunitario en cuanto a poder adquisitivo, al situarse en 93 puntos; es más dicho registro se acercaba notablemente al 105 que Italia mostraba en el mismo periodo de tiempo.
Los españoles no volvieron a recuperar ese nivel de poder adquisitivo (los 93 puntos) hasta 2017 y fue por muy poco tiempo, dado que en 2018 esa cota había descendido dos puntos.
En cuanto a su situación actual, los últimos datos de Eurostat muestran que el indicador perdió en 2020 la barrera de las 90 unidades y la brecha con respecto a la media comunitaria ha vuelto a niveles propios de la primera década de este siglo, en los primeros años de vida del euro. Llegados a este punto, cabe preguntarse qué debilidad presenta España que no se repite en sus homólogos europeos.
Los expertos del laboratorio de ideas Bruegel en Bruselas aseguran que pueden ser múltiples los factores que influyen pero, en el caso español, apuntan a la "baja productividad" de su economía como la causa más probable. Resulta significativo que esta última variable descienda en nuestro país incluso en momento de crecimiento del PIB, como mostraron los datos de Contabilidad Nacional de los últimos trimestres.