
La sagrada regla alemana del schwarze null, que fue suspendida por el impacto de la pandemia, que impone que la deuda y el déficit se sitúen por debajo de cero en el presupuesto federal del país, se vuelve protagonista en la campaña electoral para suceder a Merkel, pero por su ausencia. Todos los candidatos comparten la idea que Alemania debe afrontar profundas reformas para modernizar el país, pero ocultan que serán imposibles de abordar sin recurrir a inversiones mil millonarias, que obligará al próximo ejecutivo a endeudar al país.
Alemania se prepara para una nueva era sin Merkel, la canciller que ha dirigido el destino del país durante más de quince años ofreciendo estabilidad y certidumbre, a pesar de varias crisis económicas y políticas. La etapa que se abre llega con las dudas que deja la pandemia y con la inflación acechando a la economía global. Nadie en Alemania quiere oir hablar de gasto, deuda e inversión, cuando se trata del miedo traumático que arrastra el país desde la época de la hiperinflación de la República Weimar.
Irremediablemente el país necesita reformas para mantenerse competitivo en un mundo global y digital. Sin embargo, los candidatos a las elecciones federales está silenciados por la ambición electoral en un país que venera la disciplina fiscal y el rigor presupuestario. Olaf Scholz, el candidato del SPD y vicecanciller de la actual coalición, calla sobre el gasto que va a suponer su plan de reformar y posponiendo el debate de inversiones millonarias en infraestructuras digitales y verdes, mientras lidera las encuestas. Hasta lleva la contraria a su propio partido al incluir en su agenda restricciones sobre la deuda federal.
En cambio, Armin Laschet, candidato de la CDU de Merkel, está haciendo campaña para recuperar lo antes posible la schwarze null. Sin embargo, entre bambalinas de cara a repetir una gran coalición los dos partidos principales están explorando formas de flexibilizar o eludir el rigor presupuestario.
"Es una ilusión esperar un cambio estructural que requiera grandes inversiones mientras se consolida el presupuesto y se mantiene el freno de la deuda", explica Carsten Brzeski, economista de ING en Frankfurt. "Si los políticos quieren ser honestos con los votantes, deberán poner un precio a la transformación y decidir si sus estrictas reglas fiscales siguen siendo apropiadas".
Alemania se juega a corto plazo seguir siendo Alemania entre las grandes potencias económicas del mundo. Antes de la pandemia, la locomotora estaba necesitando ya una puesta a punto. La guerra comercial golpeó con fuerza al pulmón exportador de las fábricas alemanas. Con el virus y los posteriores problemas en la cadena global de suministro el modelo alemán ha saltado por los aires y han quedado al descubierto todas las deficiencias en infraestructuras digitales y modernas.
La gran pregunta es quién va a asumir si la regla del schwarze null está vigente cuando el modelo de país se diseñó al milagro de la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial. Solo después de las elecciones de septiembre, cuando comiencen las conversaciones de coalición en Berlín, la clase política comenzará a enfrentar el enorme desafío. Si hay giro en la política fiscal, también será decisivo para el resto de la Unión Europea.
Los planes fiscales actuales prevén un fuerte ajuste en 2023, con el déficit pasando de 100.000 millones de euros a 5.000 millones en solo un año. También prevén la consolidación de la deuda contraída por la pandemia dentro de dos décadas, un objetivo que significaría reembolsar unos 24.000 millones de euros en bonos cada año.
Pero las necesidades de inversión ya ascienden a 220.000 millones de euros hasta 2030, según muestran las estimaciones del prestigioso instituto alemán DIW. A ello hay que añadir, el coste para la economía para alcanzar el objetivo de 2045 de emisiones cero que podría ser de hasta 460.000 millones de euros, según el grupo de expertos Dezernat Zukunft-Institute for Macrofinance.
Existe cierto consenso entre los principales partidos de que se necesita una mayor inversión. Por lo tanto, las proyecciones presupuestarias existentes probablemente cambiarán pronto. Scholz, el actual ministro de Finanzas, mantiene en campaña su perfil conservador, pero su partido el socialista SPD ha comprometido un plan de inversión de 500.000 millones, principalmente financiado con deuda.
El Partido Verde de Annalena Baerbock, un posible socio de la coalición si la CDU no suma, según las encuestas, incluye en sus propuestas una revisión de la regla de oro del gasto para eximir las inversiones estratégicas de someterse a ellas. También propone un vehículo especial para financiar proyectos por valor de 50.000 millones de euros al año.
La reglo del oro del gasto se ha convertido en una enorme piedra de toneladas en el camino de las necesidades del país. A pesar de que fue suspendida durante la pandemia y permite un aumento del gasto en caso de necesidad, requiere un amplio consenso en el Bundestag para ser cambiada. Requiere una mayoría de dos tercios en el parlamento. La futura coalición, ante la ausencia de mayorías claras, se tendrá que abrir a socios de gobierno si se necesita una reforma.
Un obstáculo podría ser el partido liberal del FDP, que lidera Christian Lindner. Está defendiendo una política económica de austeridad y acortar los plazos para reembolsar los 24.000 millones de deuda antipandemia. , un posible hacedor de reyes en las conversaciones de coalición. Quiere un "reembolso turbo" de la deuda y aboga por una política presupuestaria estricta.
"Las elecciones de septiembre ofrecerán más información sobre las perspectivas de inversión pública en un mundo sin la canciller Angela Merkel, pero hay un consenso general de más gasto en infraestructuras", comenta Maeva Cousin, economista de Bloomberg Economics.
"El freno de la deuda es bueno y no veo la necesidad de cambiarlo", dice un miembro del Consejo de Sabios
Algunos expertos van más allá y dicen que "llegará el momento de la verdad en el rediseño de las reglas fiscales", comenta Philippa Sigl-Gloeckner, ex funcionaria del Ministerio de Finanzas que dirige el instituto Dezernat Zukunft. Si los conservadores ganan las elecciones y lideran el próximo gobierno, aumenta el gasto no será fácil, sobre todo en un país con una historia desastrosa de inversiones públicas, como el aeropuerto de Berlín.
"El gobierno no es el mejor inversor, ni emprendedor", subraya a Bloomberg Volker Wieland, profesor de economía en la Universidad de Frankfurt y miembro del Consejo de sabio del Gobierno. "El freno de la deuda es bueno y no veo la necesidad de cambiarlo". Una clara señal, que la austeridad es la opción favorita para los partidos más conservadores.
Por ahora, los economistas de Morgan Stanley predicen que el limite a la deuda permanecerá suspendido un año más que su restablecimiento planificado en 2023, quizás con algunos términos más flexibles. Los Verdes defienden que no hará falta un cambio constitucional, solo ajustar la parte de la norma que permite aumentar el gasto y la deuda si hay una caída del PIB.