
Con una participación histórica, el partido naranja que un día creara Albert Rivera, con 26 diputados en las elecciones de 2019, se ha quedado fuera de la Asamblea de Madrid. El motivo no parece tanto la capacidad de liderazgo, el predicamento o el programa de su candidato, el abogado del Estado Edmundo Bal.
El detonante de este batacazo no ha sido otro que la actuación de la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Su acercamiento al Partido Socialista para propiciar una moción de censura en las urnas en la Comunidad de Murcia -con posibles ramificaciones a Castilla y León y Madrid- ha tenido consecuencias nefastas para este partido de centro, con cada vez peores expectativas electorales como arrojó la foto finish de los últimos comicios catalanes.
De poco ha servido el tono moderado, tranquilo y conciliador de Bal, que seguirá como diputado nacional en el Congreso. La falta de lealtad de Arrimadas ha pesado más en la opinión de un votante de su perfil, que se ha visto desubicado y traicionado por sus pactos extramuros.
Con estos catastróficos resultados, solo queda la puerta de la reflexión y la autocrítica a un proyecto que no ha sido capaz de seducir al votante en sus acercamientos al Gobierno del Partido Socialista y Unidas Podemos y, que, como una gota de agua, va perdiendo dirigentes poco a poco, con la vista puesta en las filas del Partido Popular.
La marcha de Toni Cantó fue premonitoria de una eventualidad cada vez más evidente sobre la desintegración de Ciudadanos, que de seguir con su actual posicionamiento tiene un futuro muy complicado tanto a nivel nacional como en el resto de España.