
En su fulgurante desembarco en la Comisión de Mercados y Valores de Estados Unidos (SEC) por obra y gracia de la Administración Trump, Hester M. Peirce mató dos pájaros de un tiro. Esta republicana de pro, curtida en el conservadurismo que caracteriza al Mercatus Center de la Universidad George Mason, ha hecho de su atípica disidencia la horma de su zapato como comisionada del regulador que vela por el inversor y el rigor en los mercados financieros patrios.
Tanto es así, que en julio de 2018, cuando la agencia rechazó la solicitud de Cameron y Tyler Winklevoss (los gemelos que en su día acusaron a Mark Zuckerberg de robarles el concepto de Facebook) para crear un fondo cotizado relacionado con el Bitcoin, Hester M. Peirce no dudó en sacar los colores de sus colegas. En su desacuerdo recalcó que la sentencia enviaba una clara señal de que la innovación "no es bienvenida" en la cuna del capitalismo.
Un tono arisco a la par que argumentado, como buena abogada, que no tardó en correr como la pólvora entre las catacumbas de Internet. Los férreos defensores de Bitcoin, Ethereum o Tether, por mentar algunos, vieron en Peirce no solo una aliada entre los circunspectos reguladores sino también una buscada figura materna. De ahí que no tardaron en bautizarla como la nueva "criptomamá".
"Siempre he querido ser madre, así que adquirir este nuevo título ha sido todo un honor. Hay que reconocer que no es la forma de maternidad que yo imaginaba, pero uno de los aspectos maravillosos de la maternidad es que los hijos son bastante diferentes de lo que sus madres preveían que serían", confesaba el 12 de septiembre de 2018 la funcionaria estadounidense en una conferencia sobre FinTech organizada por el Instituto Cato en San Francisco.
De golpe y porrazo, Peirce adoptó más de 4.470 querubines, el número de criptodivisas, tokens y demás criaturas que contabiliza la plataforma coinmarketcap.com, donde obviamente primogénitos como Bitcoin encabezan una oronda lista con una capitalización de mercado de 1,78 billones de dólares. Lejos de convertirse en una madre helicóptero, como se conoce a aquellas que constantemente supervisan a sus hijos para asegurar su éxito, una estrategia que según ella "es contraproducente", la comisionada de la SEC prefiere una crianza en libertad.
Es decir, aboga por la exploración con una supervisión limitada, lo que requiere la aceptación de un cierto nivel de riesgo. Una dinámica que espera seguir defendiendo durante su segundo mandato en el puesto, que le permitirá seguir vigilando y atendiendo de cerca las necesidades de este particular mercado hasta por lo menos el año 2025. Algo que ha generado que su popularidad entre la comunidad de los criptoadeptos no haga más que seguir en ascenso, casi tanto como la rentabilidad que acumulan algunas de las más conocidas divisas digitales.
Aboga por la innovación
En los últimos años, los inversores han visto cómo Bitcoin o Ripple han logrado tanto máximos vertiginosos como mínimos extremos. A pesar de esta rauda volatilidad, algunos partícipes pueden sentir que se están perdiendo la fiesta. Al fin y al cabo el Bitcoin se ha revalorizado más de un 1.000% en los últimos doce meses y más de un 11.000% en los últimos cinco años. Estos rendimientos explican por qué, a día de hoy, uno de cada cuatro inversores estadounidenses tenga exposición a las criptodivisas, según una encuesta reciente.
La SEC comenzó a poner cercos a este amplio mercado el año antes de la pandemia, cuando estrenó su "Marco para el Análisis de Contratos de Inversión de Activos Digitales". Un interminable título para un plan de acción cuya meta era ofrecer cierta distinción sobre qué criptodivisas pueden considerarse valores y cuáles no. Desde entonces a la agencia no le ha temblado el pulso a la hora de actuar escudada bajo esta iniciativa. De hecho ha presentando acciones contra XRP, Kik y Gram.
En estos menesteres, la apertura de Peirce a las inversiones basadas en blockchain y las criptodivisas sugieren que existirá cierta sintonía de colaboración entre la SEC y este mercado. Aún así, pueden ignorarse los zarpazos ofrecidos contra el Bitcoin por los dos guardianes que velan por la economía estadounidense, véanse el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, o la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. No obstante, en materia regulatoria, la batuta recae en la agencia que vela por inversores y mercado.
Es por ello que se sigue con atención la propuesta inicial de la comisionada de la SEC de garantizar "un puerto seguro" de al menos tres años antes de que la obligación de registro de las criptodivisas acabe por aplicarse completamente. Peirce es una figura de referencia para otros reguladores que también se muestran preocupados por el efecto que las normas ejercen en la innovación.
Desde su llegada a la agencia en 2018 ha criticado el enfoque de la SEC, sobre todo en la aplicación de sus directrices. Para ello ha ejemplificado, entre otros asuntos, con la invención de los patines. "En lugar de proporcionar una orientación útil sobre las normas de seguridad y la tecnología para enseñar a frenar de forma efectiva simplemente demandamos a los patinadores por romper los espejos", ha explicado en sus múltiples comparecencias públicas. Una fórmula que considera ineficaz a la hora de regular al mercado de las criptodivisas.
Por suerte, el elegido por el presidente Joe Biden para presidir la SEC, Gary Gensler, parece tener una mentalidad similar a la de Peirce. Gensler ha impartido cursos en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) sobre la tecnología block-chain, calificándola como un "catalizador del cambio". En un mandato anterior como presidente de la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas (CFTC, por sus siglas en inglés) Gensler reformó el mercado de derivados extrabursátiles sin socavar su vitalidad. Ahora, con el apoyo de Peirce, se encuentra en una posición similar para dirigir una industria de blockchain (y algunas criptodivisas) mucho más madura.