
El genuino significado del Brexit empezará a tomar forma esta semana, cuando las doce campanadas de mañana clausuren el período de transición del que Reino Unido y la Unión Europea se habían dotado para afrontar el más titánico de los desafíos impuesto por su divorcio: alumbrar el primer acuerdo comercial de la historia que entrañará erigir barreras, en lugar de retirarlas.
Aunque la salida efectiva había tenido lugar el 31 de enero, prácticamente nada cambió en los últimos once meses, en los que el hasta entonces más reticente integrante del club comunitario había abandonado Bruselas, pero estaba obligado a operar como si todavía constituyese el vigésimo octavo estado miembro.
El pacto alcanzado en Nochebuena representa la verdadera encarnación de qué implica la primera ruptura del proyecto europeo, un documento valorado en más de 750.000 millones de euros anuales, sin precedentes para el bloque, que por primera vez permite acceso sin cuotas, ni tarifas, para los bienes de un país considerado tercero, íntegramente independiente. Si el acuerdo de retirada había establecido las normas para una separación amistosa, el texto de 1.246 páginas consensuado justo a una semana de concluir la fase de implementación se erige como el manual de instrucciones que guiará la relación entre socios condenados a entenderse.
Pocas industrias evidencian las consecuencias del cambio previsto este 1 de enero como la del automóvil
Los históricos lazos comunes, la interdependencia económica y la proximidad geográfica forzaban a resolver en tablas la partida de ajedrez en la que había derivado la negociación y ahora, con los cimientos de la nueva relación a punto de adquirir rango de ley, Londres y Bruselas están a punto de descubrir las auténticas repercusiones de empezar de cero, tras casi cinco décadas de travesía común.
Las consecuencias afectan a la práctica totalidad de las áreas cotidianas de un país que, en el referéndum de 2016, había elegido la soberanía, por encima del pragmatismo económico. De ahí las dificultades de un diálogo en permanente peligro de descarrilar, puesto que mientras la UE tiraba de estadísticas, precedentes y textos legales, la contraparte británica ponía sobre la mesa un elemento imposible de calcular, pero de importancia trascendental en casa, más allá del PIB, de normativas domésticas e internacionales y, en ocasiones, hasta de la lógica: el concepto de la repatriación, la esencia fundamental que había catalizado la victoria del Brexit.
El resultado final es un compromiso de máximos que concernirá desde la noción más general del intercambio comercial, hasta el margen de movimiento de ciudadanos, los mecanismos de resolución de disputas y, sobre todo, la ambición de mantener la fluidez entre dos potencias que, al tomar caminos separados, tendrán que equilibrar el deseo de apertura a sus respectivos mercados, con su nuevo estatus como rivales por primera vez desde 1973.
Comercio
Es la raíz elemental del pacto, que implica, en primera instancia, reinstaurar fronteras donde no las había, lo que acarrea controles aduaneros y presentar documentos hasta ahora innecesarios. Aunque Reino Unido se ha anotado el punto de no afrontar tarifas, ni cuotas, las empresas a ambos lados del Canal verán cómo sus operaciones son más complejas, al añadir carga extra de burocracia. Muchas consideran que serán más difíciles, una visión comprensible cuando la UE acapara el 51% de todo el comercio internacional que entra y sale de los puertos británicos.
Así, los 250.000 negocios que tienen relaciones con el bloque, no solo los gigantes del parqué británico, sino pymes y autónomos que dependían vitalmente de acceso, tendrán que adaptarse a nuevos sistemas administrativos, todavía por desarrollar, que implicarán desde controles de seguridad, hasta declaraciones de aduanas. Cada día, hasta 10.000 camiones entran en el país por grandes puertos como el de Dover, que gestiona más de un sexto de los bienes comercializados en Reino Unido, y como el resto, verán cómo los nuevos requerimientos acarrean costes, no solo económicos, sino temporales.
Pocas industrias evidencian las consecuencias del cambio previsto este 1 de enero como la del automóvil, que a la larga podría ver cómo este aumento erosiona el estatus privilegiado que Reino Unido había disfrutado durante décadas en las que los grandes fabricantes habían elegido el país como su puerta de entrada a un mercado de 450 millones de personas. Así, solo 1.300 de los 6.400 vehículos fabricados diariamente en las fábricas británicas o se venden en casa y más de la mitad de los 1,3 millones que exporta cada año van a Europa.
Agricultura
Uno de los grandes contenciosos para el acuerdo y gran pilar del orgullo británico para el Brexit, puesto que un 55% de los alimentos consumidos se producen en casa. El resto procede, fundamentalmente, de la UE, origen de más de un cuarto de lo que se come en Reino Unido.
La agricultura es, de hecho, una de las áreas en las que el acuerdo sacrifica más acceso al mercado comunitario, para hacerse con la flexibilidad de pactar con el resto del mundo. Por ello, los productores pueden prepararse para certificaciones veterinarias, entre otros controles, ya que Londres y Bruselas no reconocerán sus respectivos sistemas de protección de animales y plantas.
El acuerdo supone, ante todo, liberarse de las constricciones de la Política Agraria Común, lo que ha llevado al Gobierno británico a promover la máxima revolución en el sector en décadas, ya que para los subsidios tendrá en cuenta, por primera vez, el uso de la tierra y factores de sostenibilidad, en lugar de producción, como hace el bloque.
El objetivo es aumentar la autosuficiencia alimentaria del país, una ambición muy cuestionada, pero también ofrecer la oportunidad de abrirse a otros mercados, lo que podría abaratar, a priori, el precio de los alimentos. El reto es combinar ambas aspiraciones, gracias a los acuerdos comerciales que se esperan con pesos pesados en la materia, como Estados Unidos, o Australia.
Pesca
El gran obstáculo de la negociación hasta el último minuto, finalmente, una transición de cinco años y medio selló el consenso. Este 1 de enero, por tanto, será una de las áreas con menos repercusiones inmediatas, ya que el acuerdo contiene el impasse gradual y, a partir de ahí, arreglos de futuro que supondrán para la flota comunitaria mantener el 75% del valor del pescado capturado en aguas británicas.
La reducción será de un 4,5% anual y, a partir del verano de 2026, comenzará el nuevo régimen, que otorgará a Reino Unido soberanía en el acceso a sus aguas. A partir de ahí, las negociaciones serán anuales y será entonces cuando Londres pueda reducir aún más el margen para los barcos europeos, bien mediante cuotas, o excluyendo el número de naves que pueden operar.
La ganancia tiene un precio, no obstante, con un mecanismo que podría permitir a los pescadores del bloque recibir compensaciones por las pérdidas, entre otras vías, mediante tarifas en productos pesqueros, o impidiendo a naves británicas entrar en las pesquerías comunitarias. La fórmula constituye un encaje de máximos para permitir a ambas partes declarar victoria, ya que Londres puede reivindicar que ha recuperado la soberanía en 2025 y los pescadores comunitarios, que sus derechos están vinculados a acceso.
Movimiento de personas
Abolir la libertad de movimiento había sido una de las grandes promesas del referéndum de 2016 y un gobierno liderado por Boris Johnson, el gran padrino del Brexit, no tenía más remedio que garantizarla, por lo que desde este viernes los europeos verán severas restricciones para mudarse a Reino Unido, así como los británicos para marcharse al continente.
La posibilidad de trabajar, estudiar, o promover un negocio libremente desaparece y serán necesarios los visados para permanecer más de 90 días en tierras británicas, mientras que los ciudadanos de Reino Unido tendrán que comprobar las reglas específicas de cada uno de los Veintisiete, como la necesidad de solicitar residencia, o tener un empleo.
Una de las claves del acuerdo para el Brexit es que recoge una lista de las profesiones que pueden ejercer durante tres meses sin necesidad de visado, el problema es que hay un amplio margen de sectores, que incluyen desde profesionales del deporte, o de las artes, que no aparecen en ella, lo que abre nuevos interrogantes, ya que aquellos casos que impliquen vender bienes, o servicios, requerirán permisos que, inevitablemente, acarrearán costes.
Además, los documentos obligatorios para viajar, como el pasaporte, tendrán que tener una fecha de caducidad superior a los seis meses, y la tarjeta sanitaria comunitaria perderá vigencia, lo que obliga a contar con seguro de viaje que cubra sanidad.
Servicios financieros
Aunque la situación no está clara todavía, abandonar el mercado común acarrea inevitablemente erosionar el acceso de los servicios financieros, sobre todo, porque el acuerdo de Nochebuena no establece pautas específicas. Lejos de constituir un despiste, la ambigüedad es intencionada, puesto que más del 40% de las exportaciones británicas a la UE son servicios, un sector que monopoliza la producción de Reino Unido, un 80% del total.
Lo que está claro es que desde el 1 de enero, los derechos automáticos desaparecen y lo que queda es el compromiso de lograr un entendimiento antes de final de marzo para garantizar la equivalencia, es decir, el reconocimiento mutuo de la regulación para permitir operar en ambos territorios. Con todo, ningún arreglo equivaldrá a la pertenencia al mercado único y, de hecho, el acuerdo no incluye provisiones de cooperación regulatoria como las que Bruselas ha establecido en otros acuerdos comerciales, como el sellado con Japón.
La premura para Reino Unido aquí es evidente, puesto que se trata de las pocas áreas en las que disfruta de ventaja competitiva. Por ello, deberá hilar fino, dado que la UE ha demostrado una notable agilidad para retirar derechos de equivalencia y si hay algo que los inversores precisan es certidumbre legal. Inevitablemente, no obstante, las compañías que quieran operar en alguno de los estados miembro abriendo una oficina física pueden prepararse para una mayor complejidad, ya que tanto el acceso de mercado como la regulación variarán de país en país.
Educación y formación
Una de las áreas que experimentará un profundo cambio es la educación y la formación profesional, ya que desaparece el reconocimiento automático. Los británicos que deseen trabajar en la UE deberán buscar la equivalencia en el estado miembro en el que deseen ejercer, ya que lo único que se ofrece es un Reconocimiento Mutuo de Cualificaciones Profesionales como el que se estableció con Canadá y cuya aplicación es casi arbitraria. Así, en la práctica, serán los reguladores y los organismos de cada industria los que establezcan los protocolos, lo que abre la vía a diferentes interpretaciones del espíritu del acuerdo, en función de los intereses de cada sector y cada país.
El negociador jefe de la UE, Michel Barnier, había desconfiado profundamente de las demandas británicas en esta materia, puesto que consideraba que Londres pretendía establecer una fórmula demasiado parecida al mercado común, precisamente cuando Reino Unido había decidido abandonarlo. Como consecuencia, la realidad estará determinará por los colectivos profesionales de cada estado miembro y cualquier limitación adicional derivada de la movilidad laboral.
Adicionalmente, otro gran valor añadido del que tanto los universitarios británicos como los comunitarios pueden olvidarse desde el 1 de enero es del programa Erasmus, ya que el Gobierno de Boris Johnson ha decidido abandonarlo, por considerar los costes desproporcionadamente elevados. Su iniciativa equivalente lleva por nombre Turing, en tributo al matemático británico.
Transporte
Afortunadamente para la industria aérea y del transporte, las condiciones continuarán igual para los aviones de pasajeros y de carga, ya que podrán volar y aterrizar en la UE, incluyendo las escalas de Heathrow y demás aeropuertos británicos que se hubiesen originado fuera de Reino Unido. Eso sí, los aviones continuarán operando en función de un entendimiento temporal, que tendrá que ser revisado.
Además, los transportistas podrán seguir circulando a países fuera de la UE sin permisos especiales, un alivio para el sector logístico, que temía que los conductores fuesen retenidos.
Envíos
Los que sí notarán el cambio son los europeos que manden algo por correo a Reino Unido, o desde la isla de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales) a la UE, ya que necesitarán algo más que un sello.
Cualquier paquete que contenga bienes, es decir, más allá de cartas, postales, o documentos, deberán rellenar una declaración de aduanas, o de lo contrario, podría ser retenido.
Seguridad
Reino Unido abandona el sistema que rige sobre las órdenes europeas de detención y dejará de ser miembro de pleno derecho de Europol, o Eurojust, si bien ha garantizado "cooperación" con ambas, así como entre las autoridades policiales y judiciales. Además, mantendrá un mecanismo de acceso al Sistema de Información Schengen, es decir, la base de datos que permite compartir las alertas en bienes robados o personas desaparecidas.
La 'City'
Por otra parte, el acuerdo comercial de Brexit entre Reino Unido y la Unión Europea aún deja muchas preguntas sin respuesta para los bancos, gestoras, brokers y cualquier administrador de dinero de la City de Londres. El pacto alcanzado no incluye que los servicios financieros desde Gran Bretaña puedan seguir teniendo acceso continental. A partir del 4 de enero, el mercado europeo de acciones, bonos y derivados se dividirán en dos. Los autoridades temen que el primer día hábil para los mercados del nuevo año una elevada volatilidad y episodios de tensión.
David Howson, presidente de Cboe Europa, explica que casi toda la negociación internacional de acciones europeas migrará de la noche a la mañana.
La última vez que se produjo un cambio tan brusco en términos de volúmenes fue en 1998, cuando el comercio de futuros del bono de referencia alemán a 10 años cambió los operadores con chaqueta a rayas del LIFFE de Londres por las más baratas pantallas electrónicas de Fráncfort. "Es el mayor cambio en el comercio de acciones en las últimas dos décadas por lo menos", dijo Howson a Reuters. "La industria nunca ha tenido que mover tanto de la noche a la mañana", añadió.