
La Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) ha elegido la tasa de ahorro registrada en el segundo trimestre de 2020, como 'el dato del año'. Y es que, entre abril y junio, coincidiendo con el confinamiento más severo por la pandemia, la tasa de ahorro de los hogares alcanzó el 22,5% de la renta disponible, un nivel inédito en España.
La cifra es muy superior al máximo registrado antes de la actual crisis provocada por el coronavirus, que se situó en el 12,1% durante el segundo trimestre de 2009 mientras que el valor medio desde 1999 hasta 2019 había sido del 8,2%.
Según María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, "el ahorro del segundo trimestre de este año fue, fundamentalmente, un ahorro forzoso, resultado de la imposibilidad material de consumir debido al confinamiento y al cierre de numerosas actividades económicas, no de una decisión deliberada de los ciudadanos de contener su gasto".
La economista señala que si bien "muchas personas sufrieron una reducción drástica de sus ingresos y perdieron toda capacidad de ahorro", la mayor parte "mantuvo su puesto de trabajo y sus ingresos, lo que explica el incremento sin precedentes del ahorro familiar".
La otra cara de la moneda de este fenómeno fue una caída de la actividad económica de magnitud también insólita en ese mismo periodo, cuando el PIB descendió un 17,8%. Según Fernández, "es por esto que la cifra escogida, la tasa de ahorro del segundo trimestre, resume como ninguna otra, desde el punto de vista económico, la extraordinaria y dramática situación vivida durante este periodo".
Todo apunta a que en los trimestres posteriores la tasa de ahorro haya descendido ante la reapertura de los negocios reabrieron y la recuperación de la movilidad aun manteniéndose algunas restricciones. Aún así, la economista apunta a que "durante algún tiempo se mantendrá en niveles más elevados que antes de la pandemia porque ahora, al igual que sucedió en la crisis de 2009, nos encontraremos con otro tipo de ahorro: el ahorro precautorio o ahorro del miedo".
La incertidumbre y la destrucción de empleo derivada de la prolongación de la crisis lleva a los ciudadanos, por un lado, a guardar dinero por lo que pueda pasar y, por otro, a restringir voluntariamente las salidas y de las relaciones sociales por miedo al contagio, dando paso a un nuevo ahorro (auto)obligado.