
La pandemia del coronavirus, el conflicto comercial, la seguridad nacional y los derechos humanos se han convertido en los cuatro pilares que amenazan con desmoronar la lánguida relación diplomática entre las dos mayores economías del mundo. La orden de cierre del consulado general chino en Houston, Texas, y su consecuente represalia con el consulado estadounidense en Chengdu, al suroeste del país asiático, terminó la semana pasada por alcanzar un nuevo punto álgido entre Washington y Pekín.
"El aumento de las tensiones entre EEUU y China, las presiones de desacoplamiento de la cadena de suministro y una perspectiva de beneficios moderada podrían afectar el sentimiento empresarial y deprimir las actividades comerciales y manufactureras", advierte el economista de UBS, Tao Wang. Por su parte, los analistas de Bank of America Merrill Lynch consideran que esta situación no hace más que fomentar la incertidumbre sobre el crecimiento y la recuperación en un momento en que un entorno político menos favorable puede fomentar la pérdida de impulso en el consumo.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, ya puso en duda las relaciones entre ambos rivales mientras el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, recalcó el pasado jueves que es hora de un cambio de rumbo. "El viejo paradigma del compromiso ciego con China sencillamente no se realizará. No debemos continuarlo y no debemos volver a él", sentenció durante un polémico discurso desde la Biblioteca y Museo Presidencial Richard Nixon, en California.
Precisamente fue la visita de Nixon a China en 1972, la primera de un presidente estadounidense desde que los comunistas tomaron el poder en 1949, la que cambió el paradigma de la Guerra Fría y allanó el camino para la normalización de las relaciones en 1979. Sin embargo, en estos momentos, la administración del presidente de EEUU, Donald Trump, parece dispuesta a refutar el legado de Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger.
No obstante, "la relación bilateral entre EEUU y China es y probablemente seguirá siendo la más importante del mundo", recalca Ting Lu, economista jefe de Nomura, quien reconoce que ambas potencias cuentan con experiencias históricas y tradiciones políticas muy distintas. Algo que queda reflejado los sistemas de gobierno de político y económico.
En este sentido, es cierto que la nueva relación entre la tecnología y la seguridad nacional pondrá límites a la integración económica. Prueba de ello está en el desarrollo de las redes 5G, que sirve de recordatorio importante de que ambas naciones seguirán apostando por mantener esferas separadas de influencia en lo que a tecnología se refiere. "Como resultado, el desacoplamiento en estas áreas en los últimos años es probable que persista independientemente de qué partido político tenga el poder en EEUU", aclara Ting.
De hecho, las tensiones sobre la seguridad nacional y la tecnología han empeorado significativamente durante este año a pesar del acuerdo comercial. El Departamento de Comercio de EEUU ha impuesto restricciones mucho más severas a Huawei, a la vez que continúan sumando empresas chinas su lista negra. Al mismo tiempo, el Departamento de Estado continúa presionando a sus aliados para que den la espalda a Huawei en el desarrollo de su infraestructura 5G.
A día de hoy, lo que comenzó como una guerra comercial y culminó con la firma el pasado enero de la Fase 1 de un acuerdo que limitó las presiones arancelarias, ocupa ya un segundo plano. El propio Trump ya indicó la semana pasada durante una rueda de prensa que "el acuerdo comercial significa menos ahora que cuando se firmó", especialmente al hilo de la pandemia. Es importante tener en cuenta que la respuesta inicial de China al brote del la COVID-19 ha sido una fuente de tensión importante que ha recrudecido las relaciones entre Washington y Pekín. Es por ello que el mandatario no tiene como prioridad avanzar en las negociaciones comerciales para explorar una segunda fase.
Paralelamente, las tensiones en el ámbito de los derechos humanos también han aumentado bruscamente, impulsadas por dos episodios fundamentales. Primero, la nueva ley de seguridad nacional de Pekín, que ha instigado que la administración Trump comience el proceso para revocar el estatus especial a nivel económico y comercial con Hong Kong. En segundo lugar, los abusos a la minoría uigur en Xinjiang, han culminado con sanciones tras la firma del inquilino de la Casa Blanca de una ley bipartidista respaldad en el Capitolio.
Una encuesta de Reuters entre 42 analistas indica que se espera que la segunda economía más grande del mundo se expandirá un 2.2% en 2020, su ritmo más débil desde 1976, pero la única gran potencia que registrará un crecimiento positivo este año. Por el contrario, el Fondo Monetario Internacional proyecta que el PIB de EEUU sufrirá este año una contracción del 6,6% y la tasa de paro alcance el 9,7%. El próximo jueves conoceremos la primera lectura de la actividad económica estadounidense correspondiente al segundo trimestre del año, cuando se espera una contracción anualizada del 37%.
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