
La ministra de Economía, Nadia Calviño, perdió la batalla para evitar un coma inducido en la economía española. Se quedó sola en el Consejo de Ministros del domingo que decidió paralizar todas las actividades no esenciales para contener la propagación del coronavirus. Durante toda la semana defendió que era clave evitar el cierre de las empresas para propiciar una recuperación fuerte cuando el país consiga doblegar la curva del COVID-19. La fotografía con el Rey de ayer lunes refleja la soledad de la ministra en el gabinete del Gobierno para defender la economía de mercado ante el frente de Iglesias y sus ministros de Unidas Podemos que cada vez tienen más influencia sobre las decisiones del presidente del Gobierno.
Calviño comenzó la semana, en una de las pocas comparecencias, defendiendo que el Gobierno no quería parar la economía española. "Las medidas que ha aplicado España son las más restrictivas de nuestro entorno, y ya están ralentizando mucho la economía. Los agentes sociales nos han dicho que la prioridad es proteger a los trabajadores pero salvaguardando la actividad y el empleo. Para ellos es clave evitar el cierre de empresas que después suponga un lastre para recuperar la actividad cuando se resuelva la emergencia", dijo en rueda de prensa, junto al Ministro de Sanidad, Salvador Illa.
Incluso se airó un poco cuando los periodistas le preguntaron abiertamente si era el dique de contención en el Consejo de Ministros contra las iniciativas del vicepresidente Pablo Iglesias y el cierre total de la industria. "¿Cuando se habla de parón total, de qué hablamos? Porque para que un hospital funcione, tiene que funcionar la industria química, la farmacéutica, el textil para fabricar las prendas de los sanitarios, el transporte para que puedan llegar al hospital, el sector alimentario para alimentar a todos", espetó.
Se necesita un mínimo de actividad para que haya una recuperación limpia y rápida, defiende la ministra
La tesis de la ministra de Economía de que es necesario mantener un mínimo de actividad en marcha para retomar la recuperación, una vez superada la crisis sanitaria, quedó arrinconada en el Consejo de Ministros del domingo. La vicepresidencia intentó evitar el coma inducido de la economía. Y no consiguió parar el giro de 180 grados que dio Sánchez en 24 horas. Hasta el viernes el presidente se apoyaba en los postulados de Calviño. Prueba de ello es que muchos ministros habían trasladado a los consejeros de las CCAA de sus ramas que no se iba a aprobar el parón productivo. Tanto patronal como sindicatos, se enteraron minutos antes de la rueda de prensa del sábado del presidente. El pánico al incremento de fallecimientos y contagios terminó decantando la balanza.
Desde que comenzó la crisis, la ministra ha defendido las medidas de apoyo a empresas y trabajadores pero siempre dentro de la contención para proteger la actividad y el empleo, y sin perder de vista el déficit ni la deuda, para garantizar una salida rápida y limpia de las crisis económica que va a provocar el coronavirus. Y ha chocado contra las medidas desmesuradas defendidas por Pablo Iglesias y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante estos días.
Tras decretar el parón económico, el Gobierno ya ha entrado en una espiral de medidas sociales para intentar contener las consecuencias negativas que va a tener sobre empresas y familias. Calviño quería evitar la "hibernación", que hoy defiende la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Sánchez se ha abierto a las medidas propuestas de Unidos Podemos y que cada vez abrazan más los ministros socialistas como supresión de cotizaciones sociales o ayudas en el alquiler, que se han aprobado hoy. Las ministras de Hacienda, María Jesús Montero, y de Trabajo, Yolanda Díaz, están volcadas en diseñar el "escudo social" del que habla Sánchez en sus discursos al referirse a la batería de ayudas que se van a aprobar los próximos días. Hasta el titular de Seguridad Social, José Luis Escrivá, considerado como uno de los ministros ortodoxos en materia económica para equilibrar el peso de Podemos, cree que es el momento de impulsar una renta mínima, que ya estaba prevista antes de la crisis, como uno de los objetivos de su Ministerio.
Calviño está perdiendo la batalla pero no la guerra, sigue teniendo credibilidad en el sector privado y en Bruselas
Calviño todavía resiste en el Consejo de Ministros como el único miembro del gabinete que prefiere mantener abierta una economía de mercado y sigue siendo la única capaz de que el dialogo con los empresas no se termine rompiendo definitivamente. Muchas patronales empezando por la CEOE han mostrado su malestar ante la figura del permiso retribuido recuperable en mitad del parón económico. Denuncian que nadie contó con ellas y menos con el Real Decreto de unos días previos que encarecía los despidos y fue anunciado como una prohibición por parte de la ministra de Trabajo. Si se rompe el dialogo social, la esperada recuperación todavía será más difícil. Y todavía sigue siendo la cara visible del Gobierno en Bruselas, en el todo poderoso Eurogrupo, que es donde en las próximas semanas se decidirá la fórmula de las grandes ayudas millonarias de Europa, y la que da más credibilidad ofrece a los socios europeos para las duras negociaciones que se vienen. Calviño está perdiendo batallas, pero todavía no la guerra contra Iglesias.