La crisis demográfica que se avecina, con un envejecimiento imparable de la población española, tendrá profundas consecuencias económicas. La primera la está sufriendo el sistema de pensiones con un aumento progresivo tanto en el número de prestaciones como en la cuantía de la misma, pero los efectos van más allá, con implicaciones en el mercado laboral, en la política monetaria, en el ahorro y en la vivienda.
De acuerdo con las proyecciones demográficas a largo plazo, uno de los primeros será la caída de la población entre 2046 y 2050, según las previsiones del INE y Eurostat. Aunque hay otras instituciones que discrepan. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) prevé que la llegada de inmigrantes evite la reducción de habitantes. En todo caso, se plantea una japonización del país. El ratio de población mayor de 65 años sobre las personas en edad de trabajar en España aumentará de forma significativa, pasando del 30% actual hasta un rango entre el 50 y 70% en 2050, según el Banco de España, dependiendo de las estimaciones que se tomen de referencia.

El proceso de envejecimiento modificará el ahorro y a la inversión. Según el Banco de España, el principal activo afectado será la vivienda. España sigue siendo un país de propietarios, pero el gráfico de la última presentación del gobernador de la institución, Pablo Hernández de Cos, revela que cuanto mayor es la población más aumenta el porcentaje de vivienda en propiedad. Pero la evolución natural se rompe entre las generaciones más jóvenes.

Entra dentro de lo normal que entre las generaciones más jóvenes la proporción de vivienda en propiedad sea más baja, pero el nivel actual plantea la duda de si a medio y largo plazo esta diferencia se cubrirá. Los bajos salarios y el alto precio de los inmuebles ha reducido el acceso al mercado inmobiliario. Otro debate que abrió el Banco de España en su informe de 2018 es vincular la tenencia de vivienda con la cuantía de las pensiones públicas. El organismo afirmó que si no se garantizan los niveles a los pensionistas, los jubilados tendrán que deshacerse de sus inmuebles para sostenerse.
El Banco de España tiene claro que la inversión en vivienda cambiará con el tiempo y no se repetirá el mismo comportamiento en la población más joven que hoy se está dejando descolgada. La decisión de comprar un inmueble viene determinada por el crecimiento de la población y de las expectativas de renta en el futuro, por lo que las oscuras proyecciones demográficas auguran el posible final de la vivienda en propiedad.

La menor inversión junto a las perspectivas de menos personas en condiciones de trabajar determinará de forma considerable el crecimiento potencial de la economía. El envejecimiento está vinculado a menores tasas de empleo, de innovación y productividad. El Banco de España estima que el crecimiento potencial se irá reduciendo desde el nivel actual que se sitúa por debajo del 1,5%. Para paliar esta tendencia serán claves, las políticas educativas para impulsar la adopción de los nuevos desarrollos tecnológicos. La teoría dice que la productividad de un trabajador desciende según se acerca a la edad de jubilación al bajar el rendimiento de sus habilidades, tal como se refleja en el gráfico de arriba. El Banco de España ha señalado en más de una ocasión que el avance demográfico restará productividad a pesar de la incorporación de nueva tecnología. "El reto poblacional requiere la adopción de una estrategia multidisciplinar que incentive la participación de los trabajadores de más edad, que acompase laa política migratoria a las necesidades del mercado laboral y se fomente la natalidad. En este escenario, las políticas educativas y de capacitación profesional resultan cruciales", declaró recientemente el gobernador frente a los empresarios.

También tendrá fuertes implicaciones en el escenario fiscal, influyendo al final en los ingresos del Estado. En distintas presentaciones el Banco de España apunta a una menor base fiscal por rendimiento del trabajo. Se producirá una caída en la participación de los salarios en el PIB con un aumento del porcentaje de contribuyentes con tipos efectivos menores y mayor peso de las rentas del capital. En parte, debido a que las rentas procedentes del trabajo soportan mayor presión fiscal que los rendimientos del ahorro.
Asimismo, otro de los pilares de la recaudación fiscal como es el IVA sufrirá cambios. Los patrones de consumo difieren a lo largo del ciclo vital, generando cambios en el tipo efectivo sobre el consumo. Las persones reducen su consumo y lo derivan a otros productos como los artículos sanitarios.

El envejecimiento ya está teniendo efectos en los tipos de interés. El Banco de España defiende que el aumento de la capacidad de ahorro, explica buena parte de la caída del tipo de interés natural y su entrada en el terreno negativo. La política monetaria tendrá que lidiar con menores presiones inflacionistas por una mayor aversión a la subida de precios de los ahorradores, que cada vez serán más mayores, menor crecimiento de la masa salarial y por los cambios en la cesta de consumo que mide el IPC.