Este jueves tendrá lugar el próximo cónclave monetario del Banco Central Europeo (BCE). La banca mira de reojo con terror a esta reunión y las que vienen. El instituto monetario está preparando al mercado con su lenguaje para la llegada de nuevos recortes de la tasa de sobre la facilidad de depósito, que ya está en territorio negativo y funciona como un impuesto para la liquidez que las entidades aparcan en el BCE. El mercado ya descuenta dos recortes más de este tipo (de diez puntos básicos cada una) que se encuentran en el -0,4% en lo que resta de año. Si el BCE no introduce un sistema que suavice este 'impuesto', cada nuevo recorte podría costarle a la banca alrededor de 1.800 millones de euros más al año, lastrando aún más la rentabilidad de un sector tocado por el entorno de bajos tipos de interés, la 'materia prima' de la banca.
Esta tasa negativa tiene como objetivo incentivar a la banca a conceder crédito barato (cualquier cosa casi es mejor que tener el dinero aparcado pagando un 0,4%), reactivar la economía y que la inflación se acerque al 2%. Si bien es cierto que esta medida (junto a otras) han reactivado de forma tímida el crédito, también ha lastrado la rentabilidad de la banca, diezmando el margen de intermediación del sector, y costando más de 21.400 millones al sector desde que en 2014 entrase en terreno negativo la tasa de depósito.
La banca mantiene un exceso de liquidez de unos 1,8 billones de euros por el que paga algo más de 7.000 millones de euros al año. Si el BCE baja la tasa sobre la facilidad de depósito (y todo lo demás se mantiene constante), la factura alcanzaría los 9.000 millones de euros. Si tal y como vaticina el mercado, el banco central rebaja el tipo hasta el 0,6%, el impuesto se elevaría a los 10.800 millones de euros anuales, suponiendo siempre para este cálculo que el exceso de liquidez se mantiene y que el BCE no adopta medidas para aliviar el impacto de los tipos negativos, algo que estaría contemplando el Consejo de Gobierno del banco central.
La preocupación en el sector se ha agudizado tras la última reunión del BCE en la que se pusieron sobre la mesa nuevos recortes de tipos, una propuesta que ha ido ganando enteros en las últimas apariciones de los miembros del Comité Ejecutivo. Esta orientación de la política monetaria deja entrever que las entidades tendrán que seguir pagando al BCE durante años. El entorno de tipos cero y negativos está obligando a la banca a pensar en cobrar a sus clientes por los depósitos.
Fernando Rojas, Federica Troiano y Rui da Mota explican en los cuadernos de información económica de Funcas que "la rentabilidad de la banca está íntimamente ligada a cómo evolucionen los tipos de interés... Mientras estos no tengan una senda de crecimiento, esta rentabilidad será exigua, por lo que las decisiones de política monetaria impactan de forma directa sobre la rentabilidad de la banca".
Aunque el 'impuesto' por la tasa de depósito no es el mayor problema del sector, su agudización a medida que se reduzcan los tipos puede acrecentar la pérdida de rentabilidad del sector (1.800 millones de euros por cada bajada de 10 puntos básicos), sobre todo de aquellos bancos cuyo negocio requiere operar con grandes cantidades de liquidez.
Por ello, los expertos de Funcas no descartan que si el BCE sigue bajando los tipos termine implementando un sistema de tramos para las reservas. "Frente al actual sistema, que trata a todas las reservas por igual, un sistema de tramos en la facilidad de depósito como en Japón, Dinamarca, Suecia o Suiza, implicaría que, hasta un montante determinado de liquidez depositada en el banco central el coste fuera cero... esto permitiría que los bancos redujeran, en gran medida, el coste de depositar la liquidez en el BCE, mejorando su rentabilidad por está vía".