
Imaginemos que hemos llenado un carro de la compra con todo lo que necesitamos para subsistir un mes: alimentación, productos de limpieza e higiene. También nos hemos surtido de los litros de agua y combustible que usaremos para beber y asearnos, por un lado, y para garantizar la movilidad y la energía requerida para calentar nuestro hogar, cocinar y hacer funcionar los aparatos electrónicos, por otro. Imaginemos ahora que el día 12 del mes nos quedamos sin nada. Y tenemos que meternos en la casa del vecino y atracar su despensa y sus recursos para conseguir aguantar hasta fin de mes. Este día que hemos descrito acaba de llegar para la Unión Europea, que ya ha agotado todos los recursos naturales con los que contaba para mantener el consumo de sus habitantes durante el año entero. Y estamos a 11 de mayo.
Se conoce como Día de Sobrecapacidad de la Tierra, y va cambiando año tras año. Efectivamente, cada año consumimos antes el contenido de todo nuestro 'carro de la compra' y toca vivir por encima de nuestras posibilidades, agotando los recursos del resto de países. Este escenario se calcula comparando la huella ecológica de los países -la superficie productiva de tierra y mar necesaria para abastecer todo lo que consume su población y absorber los residuos generados- y la biocapacidad de los mismos, entendida como la capacidad de regeneración del ecosistema de los recursos utilizados por los seres humanos y el restablecimiento de los hábitats. Estas variables se miden en hectáreas globales. La sobrecapacidad tiene lugar cuando la humanidad demanda más de lo que la Tierra puede regenerar. Es decir, desde hoy, estamos entrando ya en la casa del vecino porque en la nuestra no queda nada.
Aunque esta situación se da en todo el mundo, el conjunto de la Unión Europea refleja un escenario de gravedad: posee el 20% de biocapacidad del planeta pero sólo aloja al 7% de la población mundial. El resultado de esto, teniendo en cuenta el nivel de consumo de los europeos, es que estamos utilizando 2,2 veces más recursos de los que pueden ser regenerados por la bioesfera, según alerta el informe de WWF "Vivir por encima de los límites de la naturaleza en Europa". Si el resto del mundo consumiera al mismo ritmo, necesitaríamos 2,8 planetas más para abastecernos anualmente. No es que estemos en 'números rojos', es que la cartilla ya está en llamas.
La huella ecológica, lo que consumimos, se calcula incluyendo la superficie utilizada en cultivos, pastoreo para el ganado y pesca para producir alimentos; los bosques con los que nos surtimos de madera, fibras y combustible; el espacio urbanizable y para infraestructuras, y las emisiones de dióxido de carbono por la quema de combustibles fósiles que necesitan ser capturadas por bosques y océanos. China, EEUU, India, Rusia y Brasil ostentan la mayor huella ecológica del mundo. La UE, si fuera un país, ocuparía el tercer puesto.
La crisis de 2008, un frenazo mundial
La historia económica de cada país determina las fluctuaciones de estos impactos derivados de la demanda de las poblaciones. Así, hasta los años 60, la Tierra aún podía regenerar más de lo que consumían sus habitantes. En concreto, la Unión Europea entraba en déficit de recursos naturales el 13 de octubre. Ahora la fecha de su sobrecapacidad se ha adelantado cinco meses. Entre 1961 y 2016, la huella ecológica de los países miembros de la UE se disparó de 1.600 millones de hectáreas globales a 2.300, más de un 30%. El único momento en que el consumo de recursos frenó en todos los países de Europa coincidió con la crisis financiera: el año 2007 marcó un hito estableciendo el día de los 'números rojos' en el 23 de abril. Desde entonces, se ha ido retrasando hasta hoy.
Si tenemos en cuenta cada nación individualmente y su consumo per cápita de bienes y servicios, Luxemburgo es quien antes recurre a la 'despensa' de los otros. El día 16 de febrero ya está en situación de sobrecapacidad, debido al gran impacto que genera con su consumo de combustible por habitante -libre de impuestos-. Le siguen Estonia, Dinamarca y Suecia. En la parte baja de la tabla se encuentra Rumanía, capaz de aguantar para abastecerse hasta el 12 de julio. España se ubica en esta parte baja de la tabla, y no empieza a vivir por encima de sus capacidades hasta el 28 de mayo.
El problema de vivir por encima de las capacidades es que repercute en otros países. Al agotar sus propios recursos, la UE provoca el agotamiento de los de otras regiones del globo vinculadas a su demanda. Es el caso de Indonesia, un país rico en biodiversidad que ha ido mermando su riqueza y aumentando su huella ecológica por surtir en bienes a los vecinos europeos. Este escenario en cadena se replica también en Brasil, Argentina, Paraguay, Malasia, Costa de Marfil y Ghana. Cada año, los ecosistemas terrestres proporcionan bienes y servicios equivalentes a 125 billones de dólares a la economía global a través de agua potable, alimentos, aire limpio, absorción de calor y suelo productivo.
Sin animales, sin bosques, sin océanos
El informe vierte datos alarmantes sobre el impacto de la demanda humana sobre la naturaleza: las emisiones de dióxodo de carbono suponen el 60% de la huella ecológica de la Unión Europea, y contribuyen al calentamiento global, actualmente situado en 1ºC de media. Con otro grado más, los arrecifes de coral se considerarán virtualmente desaparecidos, lo que provocará una extinción masiva al depender de ellos una cuarta parte de las especies marinas. En los últimos 40 años, la población de animales salvajes del planeta ha descendido en un 60%. La necesidad de aumentar los terrenos de cultivo y pastoreo causan la desaparición de 6,5 millones de hectáreas de bosques al año, según datos de la FAO.
Para completar esta trágica pintura, los océanos también están en crisis por la sobrepesca, las prácticas insostenibles, la contaminación por plásticos y la consecuente destrucción de hábitats. El mar Mediterráneo es el más sobreexplotado del mundo, con el 62% de sus especies en riesgo de agotamiento.
Para WWF, la solución pasa por la adopción de políticas y compromisos internacionales más exigentes dirigidos a cambiar el consumo y la producción de alimentos hacia sistemas más sostenibles -como las producciones ecológicas-, lograr que la UE baje su nivel de emisiones para no contribuir al calentamiento global -ser climáticamente neutra- en 2040 e invertir en la protección de bosques y océanos. Es decir, que comportarnos de modo responsable para no encontrarnos un día todos los los supermercados vacíos. Los nuestros y los de nuestros vecinos.