Empresas y finanzas

Objetivo: limitar el calentamiento global a 2º centígrados

  • Más de 175 países han elaborado planes de actuación para mitigar el calentamiento
  • No se espera un acuerdo vinculante, ni sanciones por el incumplimiento

Hoy comienza en París una Cumbre climática internacional clave para garantizar el crecimiento sostenible.

Hpy arranca en París la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (COP 21), con una enorme expectación. En la Cumbre participarán 195 países que aspiran a alcanzar un acuerdo internacional para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero -CO2 y otros, como NOx o metano-, de modo que la temperatura del planeta no se incremente más de 2º centígrados al final de la presente centuria, nivel a partir del cual los resultados serán catastróficos, según alertan los científicos.

La comunidad internacional lleva décadas nogociando cómo alcanzar dicho acuerdo -la primera Cumbre de la Tierra se celebró en Estocolmo en 1972-, pero con escaso éxito, por dos razones:

La primera ha sido la negativa de la mayoría de los grandes emisores a supeditar el crecimiento a corto plazo de sus economías a la sostenibilidad climática a largo plazo y al consecuente bienestar de las generaciones futuras. La deficiencia de las herramientas para integrar los externalizados costes ambientales en la dinámica económica, así como las presiones de los negacionistas del calentamiento global, han hecho que EE UU, Canadá, Japón y otros países se hayan opuesto a asumir responsabilidades.

La segunda ha sido el enfrentamiento entre estados ricos -desarrollados y grandes emisores históricos-, y estados pobres, que han considerado que la responsabilidad del cambio climático es de los primeros, han reivindicado su derecho a crecer y a emitir gases de efecto invernadero, y, en consecuencia, se han negado a comprometerse.

Con esta situación, el único acuerdo alcanzado hasta la fecha, el Protocolo de Kioto, firmado en 1997, sólo lo han puesto en práctica 38 países -los 28 miembros de la UE entre ellos-, responsables de únicamente el 12 por ciento de las emisiones totales.

Cambio de escenario

El Protocolo de Kioto vence en 2020 y la Cumbre de París debería concluir con un acuerdo que lo sustituya. Ya se intentó en la COP 15 de Copenhague, celebrada en 2009, pero los dos obstáculos señalados, más la oposición de China y de otros estados emergentes, a los que ya no se puede calificar de pobres, tiró por tierra el encuentro.

Sin embargo, desde entonces se han producido dos cambios fundamentales que abren la puerta a que se alcance algún tipo de compromiso global:

El primero es el salto tecnológico de los últimos años. El esfuerzo de la UE por acelerar las curvas de aprendizaje de fuentes energéticas limpias -dos tercios de los gases de efecto invernadero se deben al consumo de combustibles fósiles-, han permitido que haya opciones asequibles para nutrir el tejido productivo, disminuyendo notablemente las emisiones y sin sacrificar el crecimiento. No por casualidad, la implantación de las renovables es mayor en los países en desarrollo que en los desarrollados.

Y el segundo es la asunción de los países pobres y los emergentes de que ellos también deben formar parte de la lucha contra el calentamiento. Eso sí, su participación en el esfuerzo común, ratificado en la COP 20 de Lima, está supeditada a que los países ricos les ayuden en la tarea, con una aportación anual de 100.000 millones de dólares.

A esas dos importantes novedades hay que añadir la presión social, que cada vez es mayor -he ahí la última encíclica del Papa Francisco-, y la necesidad de los estados y los agentes económicos de planificarse a largo plazo, teniendo en cuenta que los efectos del calentamiento ya se están notando: el último quinquenio ha sido el más cálido jamás registrado y las aseguradoras pueden dar fe del impacto creciente de los desastres climáticos en sus cuentas de resultados.

Por ende, según los cálculos econométricos, es más barato actuar ahora para prevenir el calentamiento que hacerlo más adelante, cuando las peores previsiones -pandemias, refugiados climáticos, menor rendimiento de las cosechas, extinción de especies, etc.- sean algo cotidiano. El célebre Informe Stern mostró en 2006 que bastaba destinar el 1 por ciento del PIB mundial, evitando con ello un coste que oscilaría entre el 5 y el 20 por ciento del referido PIB.

Declaraciones de intenciones

El resultado del nuevo consenso internacional es que los países han elaborado Contribuciones Nacionales Previstas y Determinadas (INDC por sus siglas en inglés), o sea, planes sobre lo que están dispuestos a materializar para contener el calentamiento. Más de 175 estados lo han hecho, pero la suma de sus declaraciones de intenciones no basta para alcanzar el objetivo de los 2º centígrados; según el último recuento de la ONU, en el caso de que llegaran a aplicarse íntegramente, la temperatura planetaria crecerá 2,7º centígrados, mucho menos que los 4º centígrados a los que conduce no hacer nada -el business as usual-, mas todavía insuficiente.

Este es uno de los caballos de batalla sobre los que girarán las discusiones de las delegaciones nacionales en París, que, a diferencia de otras cumbres, estarán encabezadas desde el principio por los máximos representantes -150 líderes, de Barack Obama a Xi Jinping o Mariano Rajoy, han confirmado su asistencia a la sesión inugural-, lo que ayudará a acelerar las negociaciones.

La primera de las prioridades es fijar un objetivo que oriente la inversión. Aunque los 2º centígrados es la meta científicamente indicada -y reclamada por la mayoría-, no ha entrado en el borrador del documento de conclusiones de la Cumbre hasta la última revisión, y no está garantizado que siga ahí.

La segunda es el establecimiento de un sistema de contabilidad climática común. A la vista de las INDC, elaboradas con criterios distintos -unos refieren al volumen de emisión de gases, otros a la intensidad de carbono de las economías, no se consideran los mismos años de referencia, etc.-, es necesario que todos juguemos con las mismas reglas.

La tercera es un mecanismo de verificación de la consecución de los objetivos fijados por cada cual, de modo que se sepa quien cumple y quien no, para poder corregir las desviaciones sobre las sendas previstas. La UE, el gran paladín contra el calentamiento, persigue que estas revisiones se produzcan cada cinco años.

Acuerdo vinculante

Ahora bien, la clave de bóveda de todo el entramado es el carácter vinculante del pacto que pueda alcanzarse, aunque la aplicación de sanciones está totalmente descartada. La UE, una vez más, clama por conseguirlo, pero no parece que vaya a salir victoriosa en el empeño porque hay oposiciones muy importantes. Aunque China, el gran obstáculo en las últimas cumbres, ha declarado recientemente que está de acuerdo con ello, no lo están muchos países y tampoco el Senado republicano de EEUU, que no admite someter su soberanía a esa imposición externa. Y por mucho que el presidente Obama esté haciendo bandera de la lucha contra el cambio climático, en este caso no tiene posibilidades de imponerse a la cámara legislativa.

Precisamente por eso, los representantes españoles en la Cumbre, dicen sin tapujos que el encuentro será un éxito si se fija el objetivo de los 2º centígrados, el sistema de contabilidad y el mecanismo de revisión, dejando en la categoría de lo voluntario el cumplir las INDC. Desde su enfoque, la Cumbre es el principio de un largo proceso de descarbonización que afecta a todos y lo importante es definir cómo afrontar ese proceso.

¿Y quién lo paga?

Debajo de esas prioridades hay una larga lista de reparos -el citado borrador tiene casi 1.500 puntos de discordia-, pero ninguno es tan importante como los citados..., con una excepción: la financiación.

Como se ha indicado, para que los países pobres se suban al carro de la lucha contra el calentamiento -sus prioridades son perentorias, como el acceso al agua potable-, los ricos les han prometido 100.000 millones de dólares anuales. La COP 17, en Durban constituyó una herramienta para ello, el Fondo Verde para el Clima, que hasta la fecha ha recibido alrededor de 10.000 millones, procedentes de 34 países, tanto ricos como pobres. España ha contribuido con 120 millones de euros librados este mismo mes de noviembre.

Un reciente informe de la OCDE indica que los fondos verdes, directamente relacionados con el clima, sumaron 62.000 millones de dólares en 2014, con lo que alcanzar este objetivo no estaría muy lejos.

Intenciones de los grandes contaminadores

China: Reducir la intensidad de carbono de la economía hasta un 45 por ciento en 2030, alcanzando ese año el pico de emisiones y un 20 por ciento de renovables. Aumentar los sumideros de carbono. 

EEUU: Bajar las emisiones hasta un 28 por ciento en 2025 en relación a 2005. 

UE: Recortar las emisiones un 40 por ciento en relación a 1990. Llegar a un 27 por ciento de renovables y eficiencia energética ese año. Ir más allá si hay un acuerdo global. 

Rusia: Disminuir hasta un 25 por ciento las emisiones en 2030 en relación a 1990. 

India: Minorar la intensidad de carbono de la economía hasta un 35 por ciento en 2030 en relación a 2005. Más sumideros de carbono.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky