Opinión

El agua: el objetivo 6 del Desarrollo Sostenible del planeta

Imagen: Dreamstime.

En 2015, los países del mundo adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 objetivos estratégicos. Entre los diecisiete, dice así el sexto: "Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos".

El tema del Día Mundial del Agua 2019, que se celebró el 22 de marzo, fue "No dejar a nadie atrás", es decir, se trata -cuatro años después- de un nuevo refuerzo de este objetivo número seis, clave para el desarrollo sostenible del planeta.

Los impactos de las decisiones relacionadas con el agua son de ámbito global y traspasan las fronteras de los países. Fenómenos climáticos extremos, degradación ambiental, contaminación de ríos, acuíferos, lagos y mares, crecimiento demográfico, rápida urbanización, hábitos de consumo no sostenibles y desiguales, inestabilidad social, conflictos y nuevos flujos migratorios, son algunos de los retos hoy en los que la gestión del agua es factor crítico por su impacto en la población y -como siempre- de manera muy desigual en función del territorio que analicemos en el planeta.

La demanda industrial y doméstica de agua aumentará mucho más rápidamente que la demanda agrícola, aunque el sector agrícola es y seguirá siendo el principal consumidor de agua en el mundo.

Al mismo tiempo, el ciclo global del agua se está intensificando debido al cambio climático: las regiones más húmedas se están volviendo más húmedas y las regiones secas se están volviendo aún más secas. En la actualidad, se estima que hay 3.600 millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que viven en áreas con riesgo de sufrir escasez de agua, y esta población podría llegar a alcanzar entre 4.800 y 5.700 millones en 2050.

Uno de los temas de debate abiertos es el del uso de la desalinización industrial y a gran escala para la obtención de agua dulce. Hoy hay unas 20.000 plantas desalinizadoras operativas en el mundo, y ya 150 países utilizan esta tecnología, generando casi el 3 por ciento del total de agua dulce disponible utilizada por el hombre.

El principal factor limitante es el alto consumo de energía necesario por los procesos industriales de desalinización, ya sea vía membranas que utilizan el efecto ósmosis o vía métodos de evaporación y condensación; por ello es en países como Arabia Saudí donde se encuentran algunas de las principales plantas, así como en Emiratos Árabes Unidos.

Hoy se ha conseguido que el coste del metro cúbico de agua haya bajado hasta 1 dólar/m3, lo que ya se acerca mucho a precios asequibles (para países con elevado grado de desarrollo y PIB/cápita, claro está).

En España, hay unas 1.000 plantas desalinizadoras (siendo la mayor la de Torrevieja, que genera unos 250.000 m3/día) aunque de tamaño medio mucho menor que las del resto del mundo (que pueden llegar hasta casi el millón de m3 al día). Otros países que están instalando plantas de alta capacidad son Israel y Chile y en general hay un plan relevante de despliegue en América Latina.

Con estos datos sobre la mesa, está claro que la industria desalinizadora presenta un futuro muy prometedor para casi todos los países del planeta, pero -eso sí- absolutamente vinculado con el desarrollo paralelo y disponibilidad de fuentes de energía eléctrica de alta potencia. Hacer convivir ambos mundos exige trabajar conjuntamente en el desarrollo de un mix adecuado de producción eléctrica sostenible y de este tipo de industria de abastecimiento de agua dulce.

Desde el punto de vista macro estratégico, el análisis conduce a conclusiones ilusionantes: el agua dulce es un recurso ilimitado en cualquier parte del planeta, pero exige generación sostenible de energía eléctrica a escala industrial.

Tecnológicamente el tema está más que resuelto, luego el debate es de otra índole. Esperemos un nuevo empujón en este sentido tras los eventos internacionales como el del "Día Mundial del Agua 2019".

Y por mencionar otro factor relevante sobre el tema del agua y de máxima actualidad en España, y que merece su propio análisis por su criticidad en la gestión del recurso hídrico, es el de la revisión del Plan Hidrológico: la reciente sentencia del Supremo -sobre caudales ecológicos mínimos en las cuencas- quizá sirva para retomar al más alto nivel este análisis y tomar decisiones de alcance y mantenidas en el tiempo que afecten en positivo al conjunto de los ciudadano, pero este tema es para otra reflexión escrita ¿no?

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