Mejor Imposible

Nos encontramos en 2015 con el mejor crecimiento del PIB y con la peor situación política desde la transición. El fuerte aumento de nuestra economía en tasas del 3,2 por ciento en todo el ejercicio pasado es una buenísima noticia. Eso no ocurría desde 2007, lo que nos viene a decir que estamos saliendo de la peor crisis económica desde la década de los 70. Y con esa situación económica prometedora nos enfrentamos a la peor situación política también desde esa década. No hemos tenido ninguna peor. No hay un político ahora que lidere un gran pacto de Estado que nos haga superar la difícil situación en que nos encontramos. No hay un jefe de Estado que aúne fuerzas. Tampoco el Rey ha tomado posiciones para intentar unir a las fuerzas políticas. En una situación como la actual solo queda esperar que impere, al menos, el sentido común.

Lo que España está viviendo estos dos últimos meses da que pensar. Un país puede llevar sin gobierno dos meses y no pasa nada. Eso en sí mismo es bueno, pues demuestra la buena organización que existe. Pero lo que ya no es tan bueno es que se peleen entre los políticos, provocando la risa de los ciudadanos, por ejercer el poder. El que más votos tiene no puede gobernar porque no tiene suficiente apoyo; el que tiene algo menos de votos sabe que o gobierna o ya puede abandonar la política y consecuentemente puede llegar a pactar con el diablo si hiciera falta; el tercero pide y pide porque por pedir que no quede; y el cuarto en discordia hace de árbitro; los pequeños miran a la espera de poder recoger alguna migaja. En un panorama desolador y que provoca hilaridad, sin que la clase política sufra el sonrojo del ridículo. A poco que se piense, uno constata que algo falla. Y mientras tanto siguen y seguirán los simulacros de acuerdo.

La caída de la Bolsa en lo que va de año en más de un 20 por ciento significa que las cosas no van bien. La Bolsa es un barómetro de la política y de la economía, no cabe ninguna duda. Y eso está mostrando una vez más. La situación exterior y algunas incertidumbres pueden influir en los mercados: China, el temor a una nueva recesión, etc., pero no cabe ninguna duda que la peor inseguridad es la que tenemos dentro y la que hace que la Bolsa parezca un tobogán con tendencia siempre a caer, tal y como nos indica esa bajada de los 8.000 puntos del IBEX-35 y mientras tanto nuestros líderes nos provocan la sonrisa con el se dieron la mano, se la retiraron, o discutieron durante los 25 minutos que duró la entrevista Rajoy-Sánchez. Y es que ser hombres con la grandeza de Estado no les ocurre a todos.

La venta de viviendas había tomado ciertas alegrías nuevamente, tanto de casas nuevas como de segunda mano. Pues en las últimas semanas, según señalan todos los indicadores, la venta de pisos se ha vuelto a frenar. Un sector que es uno de los motores de la economía vuelve a entrar en miedos e incertidumbres y frena sin que nadie pueda evitarlo. ¿El motivo? Pues no es necesario explicarlo, resulta obvio: la inseguridad económica hace que los posibles compradores de una vivienda esperen a tiempos mejores y que los “ganguistas” paren de nuevo a la espera de nuevas caídas. Es verdad que la economía no puede estar basada en este sector, pero también es verdad que es uno de los motores y no tenemos que tenerle ningún miedo a que pueda ser el que en este momento nos dé un empujón hacia arriba. Pero todo hace pensar que no va a ser así. Lástima.

Por todos lados huele a podrido. No hay institución que se libre de ese olor tan fuerte a corrupción. Nos enfrentamos a una situación que parece no tener límites, unos sucesos tapan a los siguientes y cada día nos desayunamos con algo nuevo que nos hace olvidar lo anterior. Parece como si hubiéramos enloquecido ante el ansia por enriquecernos. El último descubrimiento en Valencia parece no tener límites. Los ciudadanos de a pie miran asombrados sin dar crédito a lo que ven sus ojos. Desde la primera institución del país, la monarquía, hasta lo deportivo, pasando por lo político y lo público todos llegan al banquillo. Nadie parece librarse. Afortunadamente la gran mayoría está fuera de este entramado, pero los que son noticia son los deshonestos y parece que alcanza a todos, no es así, pero creo que habrá que empezar a pensar en que van a ser noticia los honrados, los incorruptos, los normales.

El precio de barril de crudo cada día se ve reducido un poco. Los precios se han situado por debajo de los de 2004, pasando de los 135 dólares en ese año a los menos de 30 actuales. Y parece además que esto no es una tormenta de verano, sino que bajan para permanecer una temporada. Para los países productores, sin lugar a dudas, esto es una mala noticia y para los países importadores esto es una buena noticia. Pero ni unos ni otros están contentos con la nueva situación y se empeñan en tomar medidas coyunturales que no hacen sino entorpecer lo que a todas luces es una crisis del sector energético de escala mundial. Pero es una crisis, como todas, de la que deben salir nuevas medidas y una reforma profunda que haga que los precios se sitúen en el lugar que les corresponde. Parece más o menos obvio que con precios de 27 euros el barril los productores pueden perder dinero. Pero a lo que cualquier ciudadano de a pie también le parece es que no puede ser que hace unos meses se pagasen 135 dólares y hoy menos de 30. Algo falla y no hay que ir a Davos para saber que hace falta una reforma profunda que va desde los precios, a la producción, pasando por el uso de nuevas energías y la mejora de los consumos.

Lo que la política actual nos deja claro es que falta espíritu de servicio a nuestros representantes y se puede afirmar en un claro plural. Incluso a muchos de nuestros políticos además les falta el concepto de Estado, lo cual viene a significar que se ponen por encima del país los principios propios de la política. Lo que estamos viendo durante estos días en nuestros representantes nos lleva a pensar que los intereses personales son lo que prevalecen y que el bien común se queda en segundo o tercer lugar. Las cartas están al descubierto y todo apunta a que no se llegará a los pactos propios de lo que la ciudadanía ha marcado en las urnas, sino que se pueden llevar a cabo acuerdos que pueden resultar lesivos para la ciudadanía y para el futuro de España. Los políticos no conocen el espíritu de servicio al que se deben, sino que su intento una vez más es medrar para lograr sus privilegios. Así, no.

Todo el aparato del Estado está completamente paralizado. Tras las elecciones del 20-D ahora tocaría que se formara gobierno, pero no parece que las cosas vayan a ser rápidas. Mientras tanto la alta administración permanece en sus puestos a la espera de que alguien disponga las líneas maestras de ejecución. Cuanto tiempo va a durar esta situación no lo sabemos, pero lo que sí podemos prever es que puede ser larga la paralización. Un país no debería quedar congelado por una situación como la que atravesamos. Algo falla en el sistema democrático cuando nos vemos abocados a que toda una economía se pueda ver frenada por una situación como la actual. Es más, es posible que de no tener un gobierno pronto la economía pueda verse afectada y su crecimiento verse reducido, porque los elementos que hacen que la economía crezca también se ralentizan. De nuevo se hace urgente cambiar la ley electoral y se hace muy necesario que los partidos pacten y tomen decisiones de Estado, dejando al lado las mezquindades que tantas veces les caracterizan, véase Reyes Magos, cabalgatas, nombre de las calles y un sinfín más de pequeñeces que ponen de manifiesto la falta de altura de miras.

Tras el 20-D solo queda pactar, tanto para formar gobierno como para los grandes temas de Estado. El Gobierno debe asumir que nos enfrentamos a una situación compleja, no sólo económica, que también, sino social y se hace completamente necesario alcanzar acuerdos que sirvan para el futuro. En primer lugar, se hace necesario dar algunos retoques en nuestra constitución, que mejore la situación con Cataluña; es completamente necesario un pacto por el empleo, no menos importante que el que se refiere a la educación; sin lugar a dudas, hace falta un profundo cambio de nuestra administración y ha llegado el momento de pensar en el futuro de las diputaciones y del Senado; y, por supuesto, sin olvidar los necesarios ajustes que necesita nuestra economía. Es decir, tenemos cuatro años que son para entrar en los asuntos estructurales, más que en los puramente coyunturales. No van a ser tiempos de paños calientes si queremos una España sólida y de futuro y mantener esos primeros puestos entre los países de Europa y del mundo.

Todo hace pensar que el Ibex tiene miedo a lo que pueda ocurrir el 20 de diciembre en las elecciones generales. Una victoria de los partidos emergentes haría temblar inicialmente la economía, sobre todo, si ese emergente es Podemos, aunque tampoco se quedaría a la zaga Ciudadanos. Al Ibex le gusta más lo malo conocido… Y no es para menos, aunque la peor crisis de España la hemos tenido con un partido al que el Ibex no le hace ascos. Ciertamente la economía este 2015 la cerraremos en falso, porque todo son promesas electorales y buenos resultados, cuando la realidad es distinta: la crisis se mantiene y datos como el paro, el déficit y la corrupción hacen temblar las estructuras más sólidas. La caída del Ibex esta semana por debajo de los 10.000 puntos ha sido un varapalo fuerte, si además durante este año la caída, en este momento, se aproxima a cerca del 7 por ciento, no hace presagiar un buen resultado para 2015. Los próximos 15 días serán cruciales y las elecciones marcaran la pauta del índice español.