Economista jefe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)

Durante las últimas dos décadas, las economías emergentes han sido los principales impulsores del desarrollo del mercado agroalimentario global, y se espera que mantengan este papel crucial en la próxima década, aunque con notables cambios regionales debido a nuevas dinámicas demográficas y económicas. Así lo señala el reciente informe conjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), titulado "Perspectivas Agrícolas 2024-2033".

El último informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI 2024) lanzado esta semana por cinco agencias y programas de Naciones Unidas -FAO, FIDA, PMA, OMS y UNICEF- nos deja claro que África enfrenta una crisis alimentaria sin precedentes. Desde 2015, el hambre ha aumentado de manera constante en el continente, y en 2023, más del 20% de la población enfrentó hambre, mientras que el 58% sufrió de inseguridad alimentaria moderada o severa. Estas cifras duplican el promedio global, destacando la gravedad de la situación en la región.

En medio de proyecciones alarmantes de 600 millones de personas afectadas por el hambre para 2030 y el acelerado impacto del cambio climático, la FAO ha trazado un nuevo camino hacia sistemas para nutrir a la población mundial, a la vez que abordan activamente la crisis climática. La transformación propuesta implica una transición radical hacia sistemas adaptados que minimizan el impacto medioambiental, mitigan e inclusive absorben carbono de la atmósfera.

Todos los españoles recuerdan cuando, en una transmisión en vivo por televisión, el presidente del Gobierno no supo cuánto valía “un café en la calle" allá por el 2007. Una pregunta aparentemente sencilla que, en realidad, encierra conceptos ocultos que hacen que nadie conozca el verdadero coste de los alimentos que consumimos a diario.

Las mujeres rurales, una cuarta parte de la población mundial, son madres que alimentan a sus hijos, son agricultoras, son asalariadas y empresarias que labran la tierra, plantan las semillas y crían animales que nutren a naciones enteras. En muchas partes del mundo, son ellas las que más luchan contra la malnutrición de sus hijos, la sequía y el cambio climático, y a favor de la preservación de los ecosistemas, la biodiversidad y del patrimonio genético mundial.

Más de 828 millones de personas en todo el mundo pasaron hambre en 2021 y, en vista de las dinámicas actuales, resulta cada vez más complicado alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030, y en especial el objetivo 2, poner fin al hambre, y a su vez alcanzar la meta 1.5, o sea fomentar la resiliencia de los pobres y las personas que se encuentran en situaciones vulnerables y reducir su exposición y vulnerabilidad a los fenómenos extremos relacionados con el clima y a otros desastres económicos, sociales y ambientales para 2030.

La población mundial, que supera hoy los 8.000 millones de personas, y los retos ambientales desafían nuestra capacidad de garantizar el derecho universal a la alimentación de manera sostenible. La FAO traza el camino a seguir.

Las tecnologías de automatización digital del sector primario ofrecen posibilidades de mejorar la productividad y la resiliencia de los sistemas alimentarios, abordando al mismo tiempo los problemas relacionados con la sostenibilidad ambiental causados por la mecanización en el pasado.

Opinión

Si en 2022 hemos asistido a un problema de acceso de los países más vulnerables a los alimentos en cantidad y calidad adecuadas para llevar una vida saludable, a causa de la pobreza, ahora, asistimos a una crisis distinta, en la que el problema, en 2023, podría pasar a ser además de disponibilidad, es decir a nivel de la producción, principalmente a causa del incremento de los precios de los fertilizantes.

Según los cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la guerra en Ucrania podría elevar el número de personas que padecerán hambre en 13,1 millones con respecto a un escenario base ya creciente como consecuencia de la Covid 19. Ante esta crisis alimentaria, los gobiernos no pueden esperar; es preciso actuar urgentemente en búsqueda de soluciones eficaces.