
En medio de proyecciones alarmantes de 600 millones de personas afectadas por el hambre para 2030 y el acelerado impacto del cambio climático, la FAO ha trazado un nuevo camino hacia sistemas para nutrir a la población mundial, a la vez que abordan activamente la crisis climática. La transformación propuesta implica una transición radical hacia sistemas adaptados que minimizan el impacto medioambiental, mitigan e inclusive absorben carbono de la atmósfera.
La garantía del derecho a la alimentación no puede separarse del desafío global del cambio climático, ya que ambos están intrínsecamente ligados y se debilitan o refuerzan mutuamente. Luchar contra el hambre y el cambio climático de manera integral e integrada es esencial para lograr la seguridad alimentaria y construir comunidades resilientes frente a los desafíos ambientales en el futuro. Romper los silos se vuelve imperativo, en relación con todos los conceptos, actores y sectores.
La hoja de ruta
Nos enfrentaremos a los desafíos y las oportunidades que nos esperan en este viaje hacia la sostenibilidad alimentaria y climática a lo largo de tres años, marcados por las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) 28, COP 29 y COP 30.
En 2023 se ha presentado la hoja de ruta, quedando manifiesta la urgencia y las esperanzas que esta conlleva, apuntando estratégicamente a diez dominios fundamentales, que representan áreas donde la acción inmediata es imperativa. La base de estas acciones se basa en la evidencia recopilada meticulosamente por la FAO en diversos sectores en los años anteriores.
A lo largo de este año 2024 queremos pasar de una visión global a una regional para lograr la seguridad alimentaria y la nutrición hoy y mañana, cuantificar costos y determinar las vías de financiación, para que en 2025 se puedan establecer planes de acción, seguimiento y rendición de cuentas a nivel de los países.
Un nuevo paradigma
La FAO aspira a revolucionar la percepción de los sistemas agroalimentarios, trascendiendo la visión convencional de un sector que contribuye a las emisiones y la degradación ambiental. En lugar de ser vistos como parte del problema, los sistemas agroalimentarios son parte fundamental de la solución a la crisis climática por su capacidad inherente de ser motores de cambio hacia la sostenibilidad y la resiliencia climática.
En lugar de ser vistos como meros emisores de gases de efecto invernadero, pueden convertirse en eficaces sumideros de carbono, capturando y almacenando CO2. Además, estos sistemas tienen el potencial de impulsar la regeneración de ecosistemas, restaurar la biodiversidad y promover prácticas agrícolas que aumenten la resiliencia de los agricultores frente a los impactos del cambio climático.
Al adoptar esta visión positiva, podemos reconocer el papel fundamental que los sistemas agroalimentarios desempeñan en la mitigación y adaptación al cambio climático. Más que simples productores de alimentos, son guardianes de la biodiversidad, protectores de recursos naturales y motores de desarrollo sostenible. Al trabajar en colaboración con agricultores, comunidades locales, gobiernos y organizaciones internacionales, podemos transformar nuestros sistemas agroalimentarios en fuerzas positivas que no solo alimentan a la población mundial, sino que también protegen nuestro planeta y aseguran un futuro sostenible para las generaciones venideras.
Este cambio de perspectiva subraya la necesidad crítica de priorizar los sistemas agroalimentarios, que actualmente representan apenas el 4% del financiamiento climático total.
Esta reorientación se alinea con el propósito general de la hoja de ruta: salvaguardar el camino hacia el objetivo internacional de limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados, garantizar la sostenibilidad y asegurar la promesa de alimentos para hoy y mañana.