Vicepresidente del Banco Central Europeo
Artículo de opinión Luis de Guindos

Pocas veces 15 años han dado para tanto. Cuando El Economista vino al mundo, en febrero de 2006, España vivía el momento más álgido del boom económico de comienzos de siglo. Pronto la crisis financiera que comenzó en Estados Unidos puso a prueba los cimientos de aquel modelo económico. Y estos, no hace falta que yo se lo recuerde, no eran los más sólidos. Cuando se atisbaba una recuperación incipiente la crisis de deuda soberana en la eurozona zarandeó nuestras instituciones y nos exigió nuevos esfuerzos para ganar un futuro mejor.

El cambio climático puede alterar gravemente nuestras economías, negocios y medios de subsistencia en las próximas décadas. Sin embargo, la comprensión de los riesgos asociados sigue siendo escasa, debido a que los shocks climáticos difieren de los shocks financieros observadas en anteriores crisis. El cambio climático avanza lentamente durante períodos largos, lo que crea gran incertidumbre sobre la manera en que los fenómenos climáticos extremos se materializarán en el futuro. Tanto las instituciones públicas como las entidades privadas tenemos un enorme trabajo por delante para identificar y evaluar efectivamente el posible impacto de estos riesgos, ya que las herramientas tradicionales de gestión de riesgos podrían no ser suficientes.

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