Javier Borda Elejabarrieta
18/11/2015, 00:38
Wed, 18 Nov 2015 00:38:00 +0100
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La solidaridad con África está hoy mal entendida. Se enfoca a tolerar una inmigración descontrolada, sin relación clara con las oportunidades macroeconómicas reales de trabajo en nuestros países, y si, en cambio, con la presión de determinados grupos sociales que aprovechan para denunciar la situación sin proponer soluciones sostenibles. La inmigración descontrolada da origen a focos de miseria. Los cupos estrictos y realistas son más necesarios que nunca, de forma que solo se admita a las personas a las que podamos dar un trabajo digno en condiciones iguales a cualquier otro ciudadano, y que cumplan los requerimientos de adaptabilidad mínimos que vayan a posibilitarlo. De lo contrario podemos estar agravando el problema. Todas las personas, independientemente de su procedencia, deben ser bienvenidas, aunque solo sea por la riqueza cultural que nos aportan, pero sin meterles, por intentar ser piadosos, en trampas que arruinen su vida. Contra todo lo que parezca, la admisión controlada favorece la integración, el respeto, y es más humanitaria a medio y largo plazo. La acción más coherente, es que, poco a poco, no necesiten esa huida extenuante de su país, porque en su tierra tengan las cosas de valor que aquí tenemos. Y esto pasa por ayudarles a industrializarse.