CEO de Estrategos

La fiesta en casa de los de Santiago Abascal no se ha acabado todavía por más que el efecto Alvise pueda despertar algunas incógnitas, temores y amenazas tras su revelación electoral en las europeas de mayo. Con Alvise en el retrovisor, Vox ha sorteado cómodamente el último mega-ciclo electoral de las gallegas, vascas, catalanas y europeas, con una posición que está más reforzada que hace un año, tras los resultados del 23J, consolidándose como la tercera posición del tablero político frente a los problemas internos de Sumar. El motor electoral de Vox está bien engrasado y, además, arrasa entre los nuevos votantes de 18 años que no pudieron votar el 23J, entre los que lidera en intención de voto.

El debate sobre los impuestos, legítimo a todas luces, suele alcanzar una notoriedad tan elevada que puede hacernos olvidar lo importante, que es contar con un marco normativo lo más estable posible, frente a lo accesorio y, añadiría, peligroso: utilizar los tributos como un instrumento de ataque político. Mi reflexión, por ello, se dirige a pedir cautela a los partidos con el uso de los tributos como arma electoral. Porque en mayo hay elecciones autonómicas y municipales, después vendrán las generales, más tarde las europeas y detrás, de nuevo, autonómicas y municipales, una rueda que en democracia no deja de girar, y que en ningún caso debe implicar cambios fiscales constantes que perjudican a ciudadanos y empresas y ahuyentan al capital inversor.

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