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El nuevo inquilino de la Casa Blanca lleva meses copando titulares en la prensa internacional, antes incluso de ocupar el cargo, debido a su discurso populista y de confrontación que hace temblar algunos pilares del actual orden mundial. Tras su toma de posesión, las primeras medidas que ha tomado no han hecho más que constatar las preocupaciones de los observadores internacionales: guerra comercial abierta con China, elevados aranceles a sus países vecinos y principales socios comerciales, amenazas de tomar el canal de Panamá por la fuerza o de hacerse con el control de Groenlandia, salida de los acuerdos de París para la lucha contra el cambio climático, retirada de ayudas a países en vías de desarrollo, deportaciones masivas de emigrantes irregulares, …

En los últimos días se ha debatido largamente sobre la decisión del Gobierno de gravar a bancos y empresas energéticas con impuestos especiales sobre sus beneficios. Se ha criticado la medida por arbitraria, injusta, populista o simplemente por los nocivos efectos que puede tener en las decisiones de invertir o establecerse en España para empresas de otros países que perciban una falta de seguridad jurídica, o un entorno regulatorio hostil hacia las empresas.

Tras la celebración de la COP28 en Dubái, se destaca la relevancia de los planes concretos implementados por gobiernos y empresas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Han sido muchas las propuestas y siempre con el objetivo marcado en el Acuerdo de París de tratar de limitar la subida de las temperaturas a los 1,5 grados que la comunidad científica establece como un límite que no debemos sobrepasar por sus graves consecuencias. A pesar del consenso científico sobre la amenaza del cambio climático, algunas voces, como la del presidente de la COP28, han cuestionado la necesidad de eliminar progresivamente los combustibles fósiles, generando debate debido a su vínculo con la industria petrolera.

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