La productividad no es solo una cuestión de horas trabajadas o de cuántas tareas podemos completar en un día. Es, sobre todo, una cuestión de calidad. Y la calidad del tiempo que dedicamos al trabajo depende en gran medida de cuánto nos conocemos a nosotros mismos. De nuestra capacidad para discernir lo que podemos ofrecer en cada momento, lo que nos impulsa y lo que nos agota. Es ahí donde entra en juego la consciencia, la clave para transformar el tiempo en un recurso realmente productivo y sostenible.