Adrián Díaz
Recuerdo cuando de pequeño se hablaba de trabajar desde casa. Parecía un sueño inalcanzable. Hablábamos de ello de la misma manera que lo hacíamos sobre coches voladores. Pero como la realidad siempre acaba superando a la ficción, el mismo día que empezó a tener sentido trabajar desde casa, dejó de tenerlo. Porque si podíamos trabajar desde casa, podíamos hacerlo también desde cualquier lugar del planeta. ¿Para qué quedarnos en casa entonces?