
"Dios creó el mundo, pero los holandeses hicieron Holanda", cuenta un viejo proverbio holandés. Los Países Bajos han sido durante miles de años pioneros en luchar para mantener sus tierras fuera del agua, un país de baja altitud con más de una cuarta parte que se encuentra por debajo del nivel del mar.
En la década de 1990, el gobierno de los Países Bajos pegó un cambio radical a su política con el agua, comprendiendo que el estado de las masas de agua existe por buenas razones. Un ejemplo es el de las tierras bajas y deshabitadas junto a los ríos que podrían inundarse. Esto significó hacer algo inusual para los neerlandeses: derribar algunos de los muros que antes retenían el agua, y desplazar a la gente fuera de la tierra.
Las grandes inundaciones de los ríos en 1993 y 1995 supusieron un antes y un después, una llamada de atención para el país. Esto obligó a que muchas personas renunciaran a sus casas, no por ellos mismos, sino por el resto de la gente, con el objetivo de protegerlos de las ciudades situadas río arriba y río abajo, es decir, para aquellos cuyas inundaciones eran más graves. "En el 95 se tomó la decisión de evacuar a un cuarto de millón de personas. Eso sí que fue impactante", cuenta para la BBC, Hans Brouwer, que durante años ha gestionado proyectos para el Ministerio de Infraestructuras y Gestión del Agua del gobierno de los Países Bajos.
Este territorio se ha convertido en el laboratorio en el que muchos científicos ponen a prueba algunas de las soluciones para paliar los efectos del cambio climático. Un cambio climático que, según la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMESTAT), atizó entre el 14 y el 15 de julio de 2021 a Alemania, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Suiza y la provincia neerlandesa de Limburgo, causando graves daños por los casi 15 centímetros de lluvia que cayeron en tan solo 24 horas.
Por tanto, ante estos cambios tan bruscos en la temperatura y ante la amenaza de que muchas áreas desaparezcan completamente en las próximas décadas, los neerlandeses han optado por adaptarse antes que luchar contra los elementos. En este sentido, "una solución mucho mejor sería simplemente crear casas flotantes, es más, hacer barrios enteros flotantes", señala Koen Olthuis, arquitecta que se dedica específicamente a diseñar puentes sobre el agua.
Además, este tipo de viviendas no solo son más seguras y baratas, sino que también son más sostenibles. "Si tienes una casa flotante, no tienes que preocuparte por tener un sitio o lugar fijo. Te puedes mover dentro de la ciudad, o incluso salir de esta, y las casas pueden ser utilizadas, por distintas personas, una y otra vez", indica Olthuis.
El ejemplo de IJburg
IJburg, con aproximadamente 23.000 habitantes, es un barrio residencial en Amsterdam. Está construido sobre cuatro islas artificiales que se conectan entre sí -y con el resto de la ciudad- a través de puentes, y las cuales (Haveneiland, Rieteilanden, Steigereiland y Centrumeiland) ya están habitadas desde 2004.
Recientemente, IJburg ha sido del interés de científicos abocados al estudio del cambio climático. En particular, el área de Waterbuurt West. Allí, 120 viviendas flotantes fueron levantadas para paliar la carencia inmobiliaria de la capital y evitar, en lo posible, la emigración de los residentes de Ámsterdam, hacia Purmerend o Almere, siguiendo el fenómeno conocido como expansión urbana.
Vivir sobre el agua no es tan sorprendente en un país rodeado de ella. En toda Holanda, hay gente que mora en casas flotantes o embarcaciones de algún tipo. Sin embargo, estas nuevas viviendas en IJburg son algo diferentes, pues no son botes, al menos no visiblemente. Son casas: así de simple.