
Los destinos para este verano ya estarán cerrados para muchas personas, pero si eres un apasionado de las ciudades con encanto hay que hacerle un hueco a este lugar mágico en el que sus colores vibrantes destacan rodeados de naturaleza. Si bien es cierto que los pueblos del sur llaman la atención por su inmaculada imagen blanca, también hay otras joyas escondidas al este de España que son únicas. Es el caso de Albarracín, un pueblo situado en Teruel que se podría incluir en cualquier cuento de hadas.
Uno de sus mayores encantos es sin duda el característico tono rojizo que adquieren todas sus construcciones. Para apreciar esta hermosa estampa no necesitas subir al mirador de la ciudad, en el que se puede ver a la perfección como su muralla desciende por el roquedo. Y es que si sus rincones están edificados tanto de madera como de piedra, lo que le da su particular esencia es un yeso especial que se obtiene de la misma montaña. Se trata de una mezcla entre yeso normal y óxido de hierro que no solo se convierte en la marca distintiva de todas las postales, sino que esta combinación de materiales hace que sea más resistente en el tiempo.
Sin embargo, la verdadera magia de este lugar se puede apreciar mejor con la caída del sol. No es solo porque la hora dorada o hora mágica proporcione la mejor de las luces para hacer sacar las fotografías más impactantes, sino porque el encendido de farolas de la ciudad crea un efecto visual digno de admirar. Bajo la oscuridad del manto nocturno queda un lugar en el que los rojizos muros de la ciudad hacen rebotar la luz, dejando así una estampa única que no te puedes perder. A nadie sorprende que en esta localidad esté una de las escuelas de restauración fotográfica más importantes.
El castillo y las murallas de Albarracín
Uno de los puntos que más caracteriza a este lugar es sin duda su castillo de estilo árabe, ya que este se remonta al periodo musulmán. Con una orografía que situaba al asentamiento en un lugar privilegiado no tardó en tener una buena importancia comercial. De hecho, tuvo una taifa propia y su expansión lo llevó a construir casas en lugares que antes eran impensables. Antes de adentrarse en sus muros merece la pena subir a la parte más alta para apreciar en todo su esplendor esta edificación que se une a unas murallas que bajan por la sierra de Albarracín.
Todo lo que visitar en Albarracín
Los rincones de este pueblo hace que tengan una infinidad de secretos lugares, tanto antiguos como actuales, que visitar. Ya sea con rutas increíbles por la sierra del Albarracín o disfrutando de sus entresijos con la esencia más medieval.
- La exclusiva catedral. Puede que sus dimensiones no la conviertan en el templo más grande, pero sus detalles y secretos la hacen ser un lugar al que hay que volver más de una vez. Para empezar destaca su torreón con azulejos que resaltan los tonos rojizos de la ciudad. Su entrada al lugar no es como el resto de catedrales por una gran calle o una plaza, sino que se encuentra tras una pequeña escalinata. Para ver el interior se debe solicitar un visita guiada por 4,50 euros.

- El antiguo Palacio Episcopal. Poco más abajo de la catedral hay otros muchos edificios con gran encanto. Es el caso de este palacete en el que se puede apreciar una majestuosa escalera en su interior. En la actualidad este lugar es usado para las actividades culturales y divulgativas que programa la fundación Santa María de Albarracín.
- Las callejuelas del Albarracín. Al llegar a esta villa no hay que olvidarse de los paseos en las calles del Albarracín, en la que te puedes encontrar cientos de detalles y estampas de ensueño para llenar la galería del móvil.
- La Casa de la Julianeta desde el Arco de Medina. Se trata de uno de los puntos fuertes de la visita. Y es que en la edificación de esta pequeña ciudad fortaleza no solo se venció un risco prácticamente imposible en el que construir, sino que sus calles han sido embellecidas con un cuidado exquisito. En este lugar, que destaca por sus largas calles empinadas, la manera en el que juegan con las esquinas de la ciudad hace que se convierta en un punto de interés.

- La Plaza Mayor. Como muchas de estas localizaciones estas plazas son un punto álgido en la vida de los lugareños. No podía ser de otra manera uniendo la tradición de sus muros con un habito de terrazas en las que el buen comer y el disfrute están garantizados.
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