
Magyar Vagon, la empresa húngara que impulsa junto al fondo estatal Corvinus la OPA sobre Talgo, cerró su último ejercicio —a 31 de diciembre de 2022— en números rojos. Según las últimas cuentas depositadas en el Registro Mercantil de Hungría, la compañía finalizó ese año con una facturación de 98 millones de euros (38.300 millones de florines) y registró unas pérdidas consolidadas después de impuestos de 7,8 millones de euros (2.985 millones de florines). La firma explica que "en 2022 se incluyeron por primera vez a las filiales en consolidación, por lo que los datos no son comparables con los de los años anteriores". Para financiar la operación, Magyar Vagon cuenta con el apoyo del fondo estatal Corvinus, bajo sospecha por sus relaciones con la Rusia de Putin.
Según figura en el informe anual, el propietario del grupo es el fondo Solva II, que posee un 50% a través de Solva Invesment Industrial y otro 50% con la sociedad Magyar Vagon Invest, ambas bajo su control. El propietario mayoritario del fondo es Zsolt Hernádi, presidente de la petrolera húngara Mol y uno de los empresarios de confianza del primer ministro del país, Viktor Orbán, que posee un 80%. El restante 20% está en manos de la sociedad Rocadura Weath Managment, controlada por otra persona próxima al líder húngaro, Zsolt Komondi, que fue jefe de gabinete en el ministerio de Desarrollo Nacional.
De esta forma, y a través de este entramado empresarial, Hernádi y Komondi se confirmarían como socios de Andras Tombor, el empresario que presentó la propuesta de adquisición al Consejo de Administración de Talgo y cuya figura es muy reconocida en los negocios húngaros. Tombor ostentó, además, el cargo de consejero de asuntos de Seguridad Nacional en el primer ejecutivo de Orbán, entre 1998 y 2002.

Magyar Vagon y Tombor, a través de su vehículo inversor Cato Investments, se reparten al 50% la sociedad Ganz-Mavag International, que ostenta el 55% del capital de Ganz-Mavag Europe, la sociedad que ha comunicado a la CNMV su interés por quedarse con Talgo. El 45% restante de su capital está en manos del fondo estatal húngaro Corvinus International Investment. Esta firma está operando como el brazo inversor de Orbán para tomar posiciones en sectores clave para la economía no solo del país magiar sino de toda Europa, como en telecomunicaciones o infraestructuras.
Así, a principios del año pasado, compró la filial húngara de Vodafone con el apoyo del operador 4iG por un valor de 1.700 millones de euros. Y, en la misma línea, en alianza con la francesa Vinci se ha hecho también con el control del aeropuerto de Budapest tras su compra a AviAlliance y al fondo de pensiones canadiense PSP por un importe de 4.000 millones de euros.
Un nuevo gigante europeo
El bajo valor de la acción de Talgo y las posibilidades de negocio que ofrece su tecnología de ancho variable han atraído el interés de los húngaros y muy especialmente de Tombor, quien aspira a crear un conglomerado de infraestructuras que contemple la creación de vehículos ferroviarios, con la vista puesta en salvar las diferencias de ancho entre los países que antiguamente orbitaban en torno a la actual Federación Rusa —con un ancho de vía de 1.520 milímetros— los europeos, con vías de 1.435.
Además, los intereses del empresariado húngaro pasan por hacerse con buena parte del posible negocio vinculado a la reconstrucción de Ucrania una vez se resuelva la invasión rusa.
La Unión Europea ya ha anunciado grandes planes de inversión para reconstruir todas las carreteras y ferrocarriles del país, además de estar incluyendo estas vías en los mapas transeuropeos de transporte. La proximidad geográfica, la disponibilidad de recursos y la capacidad industrial de Talgo, que incorporaría las dos fábricas en manos de Magyar Vagon (DJJ y MÁV Vagon) se antojan claves para lograr estos objetivos.