
El desarrollo tecnológico actual depende, fundamentalmente, de los chips. Estos semiconductores son necesarios para el aprendizaje de la IA así como para la elaboración de baterías para coches eléctricos, constituyendo, por lo tanto, un elemento clave para las potencias mundiales en pleno contexto de tensión internacional y de crisis climática. Tanto es así que EEUU y sus aliados han desplegado una red de sanciones para evitar los avances chinos en este terreno. Por su parte, Japón, que ejerció un rol dominador en el mercado de los chips durante los ochenta, ahora se ha quedado relegada en comparación con Taiwán, China y Corea del Sur. Tokio quiere potenciar la industria doméstica de los semiconductores en pleno auge de los chips: se estima que la capacidad de producción global aumente un 6,4% este año.
En la década de 1980, cuando Japón vio el nacimiento de Super Mario Bros y del estudio de animación Ghibli, el país nipón controlaba el 50% de la cuota global del mercado de chips, gracias a la producción, por ejemplo, de los chips de memoria DRAM. Sin embargo, actualmente, el país nipón solo posee un 9% de presencia. Tras esta reducción se encuentra, entre otros factores, el brutal crecimiento que experimentaron desde entonces las firmas taiwanesas, concretamente TSMC. Ahora, Japón quiere recuperar el terreno perdido, y tiene una estrategia para hacerlo.
En este sentido, Japón planea establecer un programa de reducción de impuestos para atraer la producción de chips, así como de coches eléctricos, a partir del próximo mes de abril. Esta medida se suma a otras políticas destinadas al fortalecimiento de la industria doméstica de los chips, como la inversión de más de 2.270 millones de dólares en Rapidus, una 'joint venture' formada por firmas como Toyota, Sony, NEC, Ntt, Softbank, Denso y Kioxa.
Está previsto que Rapidus comience a operar a partir de 2025, siendo su tarea principal el desarrollo de chips avanzados, concretamente los de 2 nanómetros. Para ello, cuenta con la colaboración de IBM, firma que ya consiguió desarrollar este tipo de semiconductores en 2021. Este conjunto de medidas se enmarcan en el cuadro de la ley de Seguridad y Promoción Económica aprobada en 2022, la cual tiene como objetivo salvaguardar los sectores estratégicos del país, garantizando su protección económica.
En este contexto, Japón quiere defender su dominio en el mercado de fotorresistencias, un tipo de compuesto químico utilizado en la fase de la litografía del chip. Se emplea para crear una serie de capas, según un patrón determinado, sobre la superficie del semiconductor, el cual está constituido normalmente por una oblea de silicio. Por ello, su uso es indispensable, y aquí es donde el país asiático juega con ventaja, ya que el 73% de las firmas que producen estos compuestos a nivel global son niponas.
En otras palabras, las máquinas EUV de ASML no podrían operar sin fotorresistencias. Así, para blindar esta notable ventaja, la Corporación de Inversión de Japón (JIC, en sus siglas en inglés), fondo controlado por el Ministerio de Economía, Comercio e Industria nipón, llegó a un acuerdo para absorber JSR, firma que controla un 26% del mercado global de fotorresistencias. La operación, cifrada en 6.400 millones de dólares, ha generado mucha inquietud en las empresas del sector, especialmente después de conocer que JSR había rechazado una oferta similar de la compañía alemana Merck, la cual no fue comunicada a sus accionistas.
Por ello, muchas compañías consideran que se trata de una nacionalización de facto. Sin embargo, la operación está congelada debido al escrutinio del regulador 'antitrust' de China. Cuestionado por esta situación, Keisuke Yokoo, director ejecutivo de JIC, señaló que espera que la absorción se produzca a finales de marzo, momento en el que concluye el año financiero de la compañía.
Así como Tokio considera la producción de chip como un asunto de seguridad nacional, parece que Pekín opina lo mismo. En esta línea, el pasado mes de diciembre, JIC se sumó a un consorcio formado por Dai Nippon Printing y Mitsui Cheicals para adquirir Shinko Electric Industries, división de Fujitsu especializada en el empaquetado de chips, por 4.700 millones de dólares.
Otra de las partidas que destinó el estado japonés al reforzamiento de la industria doméstica de semiconductores se produjo en 2021. El gobierno nipón invirtió 386 millones de dólares en un proyecto conjunto de manufactura de chips formado por Canon, Tokyo Electron y Screen Semiconductor Solutions. El objetivo era el mismo que el de Rapidus: producir chips de 2 nanómetros.
En este sentido, Canon anunció recientemente su plan para producir, este año o el que viene, máquinas de litografía nanométrica capaces de competir con las fabricadas por la neerlandesa ASML. La idea de la firma japonesa es que sus máquinas sean más baratas y que puedan operar correctamente con un 90% menos de energía. Si bien la tarea de Canon parece muy complicada, ya que se requiere un rendimiento potencial muy elevado -cantidad de chips en buen estado tras el tratamiento final de una oblea-, parece contar con una posible ventaja: ASML tiene prohibida la venta de máquinas EUV a China. No obstante, las sanciones japonesas al gobierno de Xi Jinping pueden complicar el plan de Canon.
En definitiva, Japón ha decidido recuperar el terreno perdido en el mercado global de chips. Para ello ha optado por reforzar la producción doméstica, estableciendo una serie de políticas que se repiten a lo largo y ancho del globo. Resta saber cómo afectará este proceso de galvanización nipona a la Guerra Comercial entre EEUU y China, la cual tiene en la carrera tecnológica su principal teatro de operaciones.