
Instagram, la red social que más crece en la actualidad y la favorita entre los más jóvenes, ostenta el dudoso título de ser también la que más sensaciones negativas genera entre los usuarios en relación con su bienestar y salud mental, según un estudio de una entidad sanitaria británica. La compañía explicó su decisión de hace unos meses de eliminar los likes públicos como un intento de rebajar la presión social que ejerce la red social. Pero detrás de un gesto bienintencionado emerge una estrategia comercial que busca evitar que el globo del éxito se desinfle.
La 'bomba' cayó a finales de abril de este año. Instagram estaba trabajando en un rediseño en el que el número de 'me gusta' (los likes) quedaría oculto para los usuarios de su plataforma. En principio, únicamente la persona que había colgado la foto o el vídeo podría conocer las valoraciones positivas que había recibido. En aquel momento, Jane Manchun Wong, ingeniera de la compañía, explicó que la prueba que se estaba desarrollando respondía al interés de que los seguidores de un perfil centrasen el valor "en el contenido que se compartía, no en cuántos 'me gusta' logra el post". La empresa aseguró posteriormente que buscaba recuperar el espíritu original con el que nació, focalizando en las fotos y los vídeos y no en la medida de los likes recibidos.
Los niveles de ansiedad, depresión, bullying e insatisfacción con el propio cuerpo que provoca Instagram en sus usuarios es mucho mayor que los generados por Facebook, Snapchat o Twitter
Instagram también aludió en aquel momento a su interés en reducir la presión que experimentan muchos miembros de esta red social. Un estudio realizado por la británica Royal Society of Public Health con 1.500 jóvenes de entre 14 y 24 años concluyó que Instagram es la plataforma social peor valorada con respecto a la salud mental y el bienestar de los adolescentes. Los niveles de ansiedad, depresión, bullying y sentimientos de insatisfacción con el propio cuerpo que provoca entre sus usuarios es mucho mayor que los generados por Facebook, Snapchat o Twitter. Sólo en Reino Unido, 80.000 niños y jóvenes sufren depresión, y la mayoría de los casos se relaciona con el uso de redes sociales.
La tiranía de la imagen perfecta
La presión referida a la imagen física de los miembros de una web en la que la foto y el vídeo marcan el paso se ceba con las chicas especialmente. Nueve de cada diez admiten estar descontentas con sus cuerpos y el 70% de ellas consideraría pasar por el quirófano para hacerse algún retoque estético. Las imágenes de cuerpos y sonrisas perfectas que surfean Instagram -habitualmente manipuladas con filtros y Photoshop- ofrecen una fantasía alternativa a la realidad que miles de usuarios pretenden alcanzar, sin éxito, con la consecuente frustración.
El mismo estudio recogió que más de un 70% de los jóvenes encuestados apoyaría la activación de un 'chivato' que alertase sobre las imágenes con filtros aplicados o distorsionadas con programas de edición.
Si la mayoría de usuarios se convierten en simples espectadores de los que no se pueden extraer informaciones valiosas, se pierden muchos datos, que es justamente lo que estas plataformas quieren atesorar y comercializar
En esta 'tiranía' que ejerce Instagram de manera sutil y aparentemente invisible sobre sus usuarios reside la clave de una decisión que, en su versión menos ingenua, apunta a una estrategia comercial. "Detrás de esto está la intención de las compañías de no desanimar a los usuarios que no tienen miles de seguidores ni acumulan cientos de 'me gusta', que son la mayoría", incide Ferran Lalueza, profesor de Ciencias de la Información y Comunicación en la Universitat Oberta de Catalunya.
Lalueza argumenta que los usuarios 'desanimados' por no atesorar tantos likes ni seguidores en la red pueden convertirse en miembros pasivos de la misma, lo que derivaría en un mal funcionamiento desde la perspectiva comercial. Es decir, un usuario pasivo no dejará constancia de sus gustos, su actividad, sus intereses... En definitiva, datos, que constituyen el sustento nutricional de esta web -y de otras tantas que ofrecen servicios gratuitos-. "Si la mayoría de usuarios se convierten en simples espectadores de los que no se pueden extraer informaciones valiosas, se pierden muchos datos, que es justamente lo que estas plataformas quieren atesorar y comercializar", profundiza el experto.
A Instagram no le interesa, por tanto, alojar una masa de usuarios pasivos devorando los contenidos de unos pocos influencers que hacen su propio negocio directamente con las marcas. La pasividad emerge como una opción natural si la plataforma contribuye a generar frustración o sentimientos negativos entre sus miembros, como prueba el estudio citado. La ausencia pública de los likes podría suponer un primer dique de contención para evitar llegar a este punto.
Por el momento, desde este verano en países como Australia, Brasil, Canadá, Irlanda, Japón, Nueva Zelanda e Italia los 'me gusta' ya no pueden ser vistos por el resto de usuarios. Este tiempo de prueba desembocará, probablemente, en una instauración de la medida a nivel global. Dadas las conclusiones de diferentes estudios, lo que parece aún más probable es que la estrategia que beneficiará comercialmente a Instagram, por una vez, también reportará valor en el bienestar de sus usuarios.