
Seguro que en más de una ocasión, al ir por la calle has podido observar a una persona con su perro y has pensado en el gran parecido que guardan. Aunque esto parezca un mito generalizado, la realidad es que existen diversos estudios que pueden corroborar la realidad de este hecho.
Un estudio publicado en 2015 demostraba que las mujeres con pelo largo tendían a preferir perros con las orejas igual de largas, mientras que las mujeres con pelo corto preferían perros con las orejas más puntiagudas. Según los expertos, esto guarda detrás de sí un fenómeno psicológico según el cual las personas preferimos mascotas que se parezcan a nosotros mismos, ya que esto tiene un efecto "reconfortante".
Los impulsos que promueven que deseemos algo muchas veces están vinculados al hecho de que nos resulten familiares, y sin duda alguna, no hay nada más familiar que aquello que se parece físicamente a nosotros mismos. En la mayoría de casos, este tipo de elecciones se hace de forma inconsciente, por lo que tener algo en común con ciertos animales puede hacer que acabemos eligiendo a estas.
El fenómeno de "mera exposición"
El parecido entre el dueño y el perro puede ser a nivel físico o psicológico. No obstante, ciertos expertos afirman que esto se debe al fenómeno de "mera exposición", según el cual las personas prefieren aquello a lo que han estado expuestos previamente, como puede ser determinado tipo de música.
Klause Jaffe, científico de la universidad Simón Bolívar de Venezuela, asegura que esto se debe a la "búsqueda del semejante", un fenómeno que no solo ocurre a la hora de elegir perro como amigo fiel, sino también en las relaciones entre personas. Si bien, esto solo se produce cuando se busca a algo bajo un impulso injustificado y no cuando se lleva a cabo una investigación previa sobre los puntos positivos o negativos, por ejemplo.
Cabe destacar, que la unión entre un perro y su dueño va más allá de una simple relación mascota-dueño. Según la investigadora Borbála Turcsán, de la Facultad de Ciencias de la ELTE en Hungría, el vínculo es tan fuerte que puede ser parecido al que se forma entre un padre y su hijo. Gracias a esta confianza, tanto humanos como perros son capaces de modificar su comportamiento para facilitar la adaptación a la convivencia.
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