
La sal de magnesio o sal de Epsom fue descubierta hace ya más de 400 años y comenzó a adquirir una gran popularidad por sus beneficiosos efectos en el organismo, especialmente al calmar los dolores musculares cuando se daban baños con estas sustancias.
Hoy en día, muchas personas optan por verter algunas cucharadas de sal con magnesio a la bañera, puesto que sus principales compuestos —el magnesio y el sulfato— se diluyen fácilmente con el agua caliente y permiten que se absorban más rápidamente a través de la piel.
Más allá de sus efectos relajantes, también tiene beneficios en algunos tratamientos para la piel, por ejemplo, reduciendo la picazón o ayudando a eliminar la descamación que se producen en enfermedades como la psoriasis. Según algunos expertos, esta también puede ser empleada como exfoliante suave o para limpiar en profundidad el cuero cabelludo en aquellos con exceso de grasa.
También vía oral
Además, puede resultar de gran utilidad para quienes sufren dolores de cabeza o migrañas, al favorecer este relajamiento. Es especialmente útil para aquellas personas que llevan a cabo una jornada de entrenamiento físico muy intenso, como parte de un proceso de recuperación muscular.
En general, tienen una influencia muy positiva en la salud mental, reduciendo los niveles de cortisol cuando la persona se sumerge en baños de agua caliente, lo que también facilita el sueño. Por otra parte, además de un uso tópico, algunos optan por disolver una cucharada de esta sal de magnesio en una taza de agua para beneficiarse de los efectos laxantes. En estos casos, lo más importante es consultar previamente a su médico antes de incluir este compuesto como parte de la dieta.
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