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Odiar las verduras podría ser un mecanismo de supervivencia, según los científicos

Imagen de archivo. | Fuente: iStock

Vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes son algunos de los principales nutrientes que nos aportan las verduras. Aunque son muy versátiles en la cocina y beneficiosas para el organismo, la realidad es que no son de los alimentos más queridos por la mayoría de las personas, especialmente en el caso de los niños. Si bien, se puede creer que esto se debe por un condicionamiento social, la realidad es que la biología podría estar detrás de esto.

Desde nuestros primeros ancestros, las plantas y los vegetales han formado parte de nuestro día a día, haciendo posible la vida en la Tierra. No obstante, no siempre las plantas han sido tan beneficiosas, de hecho, a día de hoy existen algunas variedades que son tóxicas e, incluso, mortales. Si bien, los numerosos estudios desarrollados a lo largo de los años han permitido diferenciar las "buenas" de las "malas", esto no siempre fue así. Entonces, ¿cómo se podía determinar qué plantas se podían consumir y qué plantas no?

No existen características particulares de las plantas nocivas, por lo que su diferenciación era particularmente compleja. Por ello, la evolución humana fue la que ayudó a determinar esta "diferenciación", con el fin de garantizar la supervivencia. Así, el hecho de que todos los vegetales nos provoquen —especialmente en los más pequeños— un profundo rechazo sirve para asegurar que no nos vamos a "envenenar" con estas.

La "ceguera de las plantas"

Otra de las teorías es la llamada "ceguera de las plantas", un fenómeno que lleva suscitando curiosidad a los científicos desde hace años. En general, a las personas siempre han motivado un mayor interés los animales que las plantas, a pesar de que estas tienen un papel fundamental en la Tierra.

Esta idea fue introducida a finales de los 90 por James Wandersee y Elizabeth Schussler, los cuales sostenían que las plantas, al ser seres vivos inmóviles, no suponían una amenaza tan grande como los animales, por lo que nuestro cerebro tendía a obviarlas.

Cabe destacar, que conforme avanzan los años lo normal es que el rechazo a muchos alimentos termine desapareciendo, como fruto de un aprendizaje. El rechazo a los alimentos nuevos que se introducen a los niños en etapas tempranas recibe el nombre de "neofobia alimentaria", la cual suele desaparecer a partir de los ocho años, de no hacerlo, puede producir graves problemas de ansiedad y autoestima.

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